La caja de herramientas

Se ha contado muchas veces que la evolución histórica del capitalismo ha desplazado el centro de gravedad del poder real al mundo. Allí donde antes mandaban los estados, es decir la política, ahora manda algo mucho más etéreo y difícil de identificar, que denominamos «la economía», o sea las grandes corporaciones, los grandes fondos de inversión mundiales, y las instituciones que, como el FMI, traducen estos intereses en instrucciones a los estados, es decir a los políticos elegidos democráticamente. En este esquema, y dicho de manera cruda, cuando elegimos gobiernos en realidad estamos eligiendo a quien le tocará obedecer las instrucciones de los que mandan de verdad (que son unos señores y señoras, sobre todo señores, que, obviamente, no pasan por las urnas). ¿Simplifico? Sí, esto es un artículo corto. Pero no me equivoco.

Sin embargo, este reparto de papeles también puede sufrir episodios disruptivos, como la pandemia del Covid-19. De repente, se hace evidente la caja de herramientas que es el poder estatal, y los ciudadanos del mundo redescubrimos que los gobiernos, si quieren y lo consideran necesario para afrontar una crisis extrema, no sólo pueden confiscar plantas hoteleras para medicalizarlas, detener el transporte o confinar a la población en su casa, sino que podrían llegar a nacionalizar sectores estratégicos y tomar el control total de la economía, lo que demuestra que la caja de herramientas del poder estatal sigue siendo la de siempre. Que esté escondida en el desván y polvorienta no quiere decir que no esté.

En las próximas semanas cientos, tal vez miles de millones de seres humanos en todo el mundo veremos hasta dónde puede llegar -si se quiere- el poder de los estados, artefacto histórico de la soberanía popular. Después, las cosas volverán a donde estaban y el centro de gravedad del poder real se volverá a desplazar hacia despachos que no controlamos y ni siquiera sabemos que existen. Pero cuando todo esto haya pasado haríamos bien en no olvidar que sí, que la política pública tiene herramientas y que no hay que esperar una desgracia planetaria para usarlas. Si se puede utilizar el poder democrático para cerrar un país, también se puede usar para detener los desahucios y garantizar una vivienda digna para todos, por poner sólo un ejemplo. Basta querer hacerlo de verdad.

EL MÓN