Un territorio salpicado de yacimientos romanos junto un documento del siglo IV dan testimonio de una calzada por la que transitaron las legiones romanas, el derecho, el comercio, el latín y toda una civilización
Es difícil de imaginar algunas calles de Vitoria como una calzada romana. Las farolas, los bancos, los coches y el asfalto alejan cualquier espejismo. Pero por la capital alavesa y por el territorio histórico transcurrió durante siglos una de las vías principales del imperio romano en la península ibérica; La Iter XXXIV, también denominada Itinerario Antonino A-34, o la Ab Asturica Burdigalam. Tres nombres para un eje de comunicación que unía Astorga, en León, con Burdeos, en Francia, atravesando las actuales provincias de Palencia, Burgos, Álava y Navarra, antes de superar el puerto de Sumo Pyrineo (Ibañeta, Navarra), para adentrarse en la Aquitania francesa. Parte de la Asturica Burdigala romana se convirtió siglos después en el Camino de Santiago por Álava, y más tarde en ruta comercial y en el Camino Real de Postas. La llegada del ferrocarril, en la conexión Madrid -Irún y finalmente la N-1 se encargarían de borrar muchos de los restos de la calzada imperial.
LOS YACIMIENTOS
- Deobriga: En el pueblo de Arce, cerca de Miranda de Ebro.
- Veleia: Yacimiento de Iruña-Veleia, junto a Trespuentes.
- Armentum: Yacimiento en el parque de Mariturri, cerca de Armentia (Vitoria).
- Suessatio: Arkaia.
- Tullonium: Alegría.
- Alba: Albéniz, junto a San Román de San Millán.
La creación de los romanos en la actual provincia de Álava fue toda una red principal de vías aprovechando los vados de los ríos y los valles fluviales. Esta calzada prioritaria para Roma, junto con otras vías menores en importancia, sirvió para movilizar con una rapidez nunca vista hasta entonces grandes efectivos en la conquista de noroeste peninsular. En el plano económico desempeñó un papel fundamental en el transporte de mercancías e influyó en la difusión de la nueva cultura y en la romanización.
La Iter XXXIV es citada y descrita en los textos clásicos. El Itinerario Antonino, una ‘guía Michelin’ del siglo III, estaría más ideada con el fin de facilitar la localización de los núcleos de población con fines recaudatorios que como ayuda al viajero. El documento, del que se conserva una copia del siglo IV, cita algunos de los lugares de la actual provincia alavesa por donde pasaba esta prioritaria calzada.
A escasos metros del actual límite provincial, a tres kilómetros de Zambrana y a 3,5 del centro de Miranda, se menciona la ciudad de Deobriga. Corresponde al gran yacimiento de Arce-Mirapérez, situado entre la urbanización residencial de El Lago y el polígono industrial de Ircio, al pie de una rotonda en la carretera de Logroño. Los restos, aún visibles, de este asentamiento romano se encuentran cerca de un antiguo vado en el cauce del Ebro por donde era posible cruzar el río. Superado el obstáculo fluvial, la calzada se dirigiría hacia ‘Beleia’ o ‘Veleia’, yacimiento de Iruña-Veleia, protegido por un meandro del río Zadorra.
Según los caminos alaveses de la Edad Media, que muchos aprovecharon la calzada imperial, esta podría pasar por Lacorzana, entre Amiñón y Estavillo, por cerca de La Puebla de Arganzón, y ‘Venta Cibay’ que podría ser Zaballa o, como Justo Gárate indica, podría situarse en Subijana de Álava. Desde este punto aproximado seguiría hacia el yacimiento de Armentum, en el parque de Mariturri en el casco urbano de Vitoria, a pocos metros de Armentia. En este punto, los arqueólogos Julio Núñez y Paquita Sáenz de Urturi encontraron en 2001 unos 300 metros alineados de calzada -donde contaría unos 6,1 metros de ancho- desde Armentia en dirección a Margarita.
La autopista romana continuaría hasta la rotonda de Mendizorroza (Calle Salvatierrabide con Portal de Lasarte) donde el asfalto guarda en su seno un yacimiento de una mansio -una parada oficial- en pleno trazado Astorga-Burdeos.
Cómo eran las vías romanas
Se caracterizaban por ser rectilíneas donde el terreno llano lo permitía y evitaban las zonas inundables y las inmediaciones de los ríos o desfiladeros. Cuando tenían que superar un río, la vía pasaba por un puente.
La parte visible de la calzada estaba delimitaba por dos bordillos paralelos y con cunetas, mientras que la parte destinada al tránsito de carros y personas tenía una capa de cantos rodados apisonados y mezclados con arena. La anchura de la calzada variaba entre los 4 y los 8 metros, según la importancia de la vía. Sólo se adoquinaban las calles de las ciudades o se cubrían con losas de piedra.
Estos caminos de extremada durabilidad tenían un largo proceso de construcción con obras de explanación, desmontes y terraplenado si eran necesarias. Tenían cimientos y capas de drenaje para que el agua fluyera a las cunetas o al exterior de la calzada.
Antes de salir del casco urbano de Vitoria, en el barrio de Salburua, varias calles recuerdan el pasado romano de estos espacios y la presencia de la calzada, de hecho en esta zona -en Errekaleor- se encontró un miliario que data del año 260. La calle Alba, la calle Tullonio y la calle Itinerario Antonino se encuentran muy cerca del siguiente punto de descanso, que sería Arkaia. Muchos autores identifican este lugar con el Suessatio romano. En este pueblo todavía es posible observar los restos del conjunto termal que acogió la localidad y donde se han encontrado mosaicos y gran cantidad de restos.
Tras dejar Arkaia, la iter XXXIV prosigue por la Llanada, camino de Roma, en dirección a Tullonio, identificado como Alegría-Dulantzi, donde se encontró una lápida romana con el nombre de la población. La siguiente mansio del Itinerario Antonino era Alba, que está establecido en la localidad de Albeniz. El arqueólogo Eliséo Gil nombra el yacimiento con el nombre de Albeiurmendi, en San Román de San Millán, enmarcado en una zona donde se han encontrado abundantes restos. Es el caso de las localidades vecinas de Urabain y San Millán de San Román. En la iglesia de Urabain, por ejemplo, una lápida romana de caliza fue reutilizada en la sillería de areniscas. Y, en mayor número, es posible distinguir las lápidas romanas en colores casi blancos en la fachada occidental de la iglesia de San Román de San Millán y en el pórtico de la misma.
De Alba la autopista romana se dirigía a Aracelium -Huarte Araquil (Navarra) para llegar a Pamplona y después al puerto de Sumo Pyrineo (Ibañeta, Navarra).
Por la autopista romana de Álava pasaron las legiones romanas, el derecho, el comercio, el latín y toda una civilización. También, y en sentido inverso, los impuestos y las riquezas extraídas de la península que ayudaron a hacer grande a Roma. Pero dejó para la posteridad una encrucijada de caminos, en este enclave estratégico entre los arcos atlántico y mediterráneo, que sería utilizado en los siglos venideros por propios y extraños.
El Correo