El escritor pamplonés publica la 2ª novela de una trilogía que va del año 1795 hasta la Guerra Civil
El escritor pamplonés Josu Sorauren, con su nueva novela. (IÑAKI PORTO)
Josu Sorauren continúa su trilogía histórica sobre Navarra en la novela Nana para una monja, que acaba de publicar a través de la editorial de autopublicación ArtGerust y que el escritor pamplonés presentó ayer en la sociedad Muthiko Alaiak. A lo largo de más de 400 páginas, Sorauren bucea en una parte de la historia de Navarra a través de un relato novelesco que se inicia en el entorno de “la Pamplona provinciana de finales del siglo XIX, del movimiento de la Gamazada”, protagonizado por Nieves, una joven navarra de familia sencilla que a raíz de un problema en su vida se ve obligada a huir a Latinoamérica. A su regreso, que coincide con el bombardeo de Gernika, se encuentra inmersa en plena Guerra Civil.
Esta es solo una pincelada de un argumento mucho más hondo en el que se cruzan episodios documentados, entre ellos el drama de los bebés robados, que retratan un periodo histórico que, según Josu Sorauren, “ha tenido una enorme incidencia en cómo es la sociedad navarra hoy en día”. De hecho, el escritor pamplonés ha decidido revisar en su obra esa parte de Navarra que va del año 1795 -Guerra de la Convención- hasta la Guerra Civil española porque cree que “el conocimiento de la historia de aquellos tiempos explica mucho la sociedad navarra de nuestros días”. Sorauren denomina a su obra “trilogía apostólica” porque refleja “la influencia importantísima que ha tenido en el desarrollo de la sociedad navarra la Iglesia, el clero”. Así como “la incidencia del carlismo, que llevó a una deriva terrible, y luego del propio franquismo, que borró de raíz cualquier cosa que se pudiera parecer a cultura vasca, y que a su vez provocó una escisión en el clero entre curas propolíticos, en el sentido malo de la palabra política, y curas propueblo, curas populares, que los había y muchos y muy comprometidos, y esa separación la hemos vivido en carne viva. Todo eso ha influido mucho en la manera en que es la sociedad Navarra hoy en día”, dice el escritor pamplonés, quien ve muy necesario que se respete la cultura propia de cada lugar “y que se cultiven esas raíces pero no para que nos separen de otros, sino para que desde eso que nos diferencia podamos compartir con otros y enriquecernos mutuamente”, apunta Josu Sorauren, quien afirma no creer en las fronteras. “Siempre digo que soy vasco precisamente porque no quiero fronteras, porque quiero compartir con otros, enriquecerme de lo que me pueden aportar otros y aportar a otros lo de mi cultura y mis raíces. Y esa filosofía se refleja en mis libros”, añade.
un retrato documentado
La trilogía que inició con La hija del abad -presentada en 2016 en la Azoka de Durango- continúa ahora en Nana para una monja, en la que se refleja, en un relato cuyo contexto es fiel al entorno social de la época histórica en la que se basa, la incidencia de la labor de “exaltación de la cultura vasca” que llevaron a cabo familias como las de Altadill y Campión. Con ese entorno sociocultural se ve conectada la protagonista de la novela, Nieves, a través del encuentro amoroso que mantiene con el hijo de un médico de prestigio “metido en ese círculo provasco”, cuenta el autor, y del que nace un hijo. Aventuras y desventuras llevarán a Nieves a tomar el camino de hacerse monja. “Pero no puede aguantar el ambiente tan cargado y anticuado, el ambiente religioso propio de la época tan cerrada, y huye como monja a trabajar en misiones a Centroamérica”, cuenta el autor. De allí regresará rumbo a Gernika en busca de su hijo, al que creía muerto pero que fue un bebé robado.
La novela, a la venta al precio de 18 euros, retrata “esa Pamplona un poco provinciana de finales del siglo XIX, una ciudad que padecía entonces un problema de insalubridad, no solamente física por la cerrazón de las murallas que los militares se oponían a abrir, sino también espiritual”, detalla Josu Sorauren, quien también traslada al lector en esta novela al “Bilbao de 1900 y pico, donde las mujeres estaban todavía como sirgueras, arrastrando gabarras -embarcaciones-”, haciendo un trabajo de bueyes.
Sorauren ha elegido a una mujer como protagonista de su relato porque empatiza especialmente con los personajes femeninos: “Siento por ellos mucha simpatía y son los que más me inspiran”, dice el escritor, quien ultima ya la escritura de la tercera entrega de su trilogía.
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