Jonathan Swift, indignación contra la estupidez (I)

«Cuando en el mundo aparece un verdadero genio se le puede identificar por este signo: todos los necios se conjuran contra él»

Toda la vida y la obra de este personaje fue la lucha irredenta contra la estupidez humana en sus diferentes facetas: políticas, religiosa, moral, etc. Tal combate contra la irracionalidad rampante y la libertad limitada fue emprendido por Swift con furia y con amplias dosis de espíritu satírico y con una visión escéptica que empapaba su visión, y en consecuencia, sus escritos.

Salta a la vista que sus escritos se inscriben en la época que le tocó vivir y en la que participó terciando sobre los problemas que la acuciaban. Esto no se ha de tomar como que sus obras tengan un sentido referido a tal tiempo y a los asuntos de tal, ya que sus críticas se amplían, desplegándose por cuestiones más generales y generalizables, y así traspasables a otros tiempos, ya que las muestras de la estupidez, con diferentes máscaras, asoman en todos los tiempos: en los que escribió el irlandés, antes, y después. Su furia hasta los bordes, por no decir hasta el corazón, de la misantropía quedan claros en su obra y en sus declaraciones: «de año en año, e incluso de mes en mes, me siento impulsado cada vez más al odio y a la venganza; y mi inteligencia es tan intensa que me obliga a desenmascarar la locura y la cobardía de este pueblo esclavo en cuyo seno vivo».

Su furia llegaba hasta tal punto que era consideraba como un verdadero loco, no en sentido metafórico sino en el clínico: así los afirmaban George Orwell o Harold Bloom a pesar de que ambos combinaban tal calificación con una desbordante admiración. El primero que elogiaba el libro de Gulliver: «en un sentido político y moral, tal y como yo entiendo a Swift, estoy en su contra. Sin embargo, curiosamente, es uno de los escritores que admiro con menos reservas, y Los viajes de Gulliver en particular es un libro del que al parecer nunca me canso. Lo leí por primera vez a los ocho años – un día antes de cumplir ocho años, para ser exactos, puesto que robé y leí furtivamente el ejemplar que me iban a regalar al día siguiente – y, ciertamente, lo he leído no menos que una docena de veces desde entonces. Su fascinación es inagotable. Si tuviera que confeccionar una lista de seis libros destinados a ser preservados mientras todos los demás son destruidos, ciertamente incluiría Los viajes de Gulliver entre ellos». El autor del canon, por su parte, muestra su predilección por Historia de una barrica, que afirmaba leerlo seis veces al año.

Es claro que el escritor no dejaba indiferente a nadie, su sarcasmo, dirigido sin límites sin obviar lo más sagrado, enfurecía a unos y a otros, a tirios y troyanos, a lo que se ha de sumar los cambios de rumbo del propio escritor y clérigo que lo mismo se posicionaba personalmente del lado de los torys, como a continuación de los whigs, o viceversa, lo que hacía que en algunos momentos la admiración o descalificación variasen al ritmo de las variaciones del propio Swift [los tories en su mayoría eran grandes propietarios de la tierra, tradicionales y miembros del clero anglicano, ligados a la nobleza antigua y obedientes a los reyes católicos; el término tory significaba bandido irlandés. Los whigs reclutaban fundamentalmente en algunos ricos e influyentes familias aristocrática, hombres de negocios y los protestantes que no eran anglicanos; defensores acérrimos del parlamento y partidarios de la innovación frente a la tradición; el termino con el que se les conocía significaba ladrón escocés. En este orden de cosas, críticos comprometidos como el mentado Orwell lo consideraban como un anarquista tory – opinión compartida por el palestino Said-, lo que suponía considerarlo como un ser opuesto a la autoridad, pero a la vez conservador y buscando en la tradición la solución a los desmanes de su presente: conservadurismo que se traducía en lo referente a sus furibundas críticas a la ciencia y al saber (realizadas por él desde los pagos del saber, obviamente), o su repugnancia hacia el cuerpo humano y, en consecuencia, a las cuestiones sexuales.

No han faltado quienes han incluido al personaje en el conjunto de los ilustrados, movimiento que se dio fundamentalmente en el siglo XVIII unido al ascenso de la clase burguesa y poniendo en bancarrota los privilegios detentados por la aristocracia; en este sentido no cabe duda de que este clérigo comprometido en los asuntos políticos podía contarse en el seno de esta clase burguesa. Dicho esto, tampoco se puede negar que su contradictoria personalidad y sus vaivenes hacen difícil encasillarle tal cual en el ideario ilustrado ya que si éste propugnaba la razón y el saber, muy en especial el científico, como determinantes a la hora de dirigir y hacer progresar a los humanos hacia mejor, Swift no comulgaba con esta visión al considerar válidas aquellos saberes que tenían su directa traducción el la práctica, no doliéndole prendas a la hora de criticar a aquellos que él consideraba como meros dilettantes, entre ellos al propio Newton en torno al que echaba pestes, también difiere o al menos no casa como un guante con las ideas tan propias de las Luces, como la tolerancia (cierto es en este aspecto sus críticas a la intolerancia religiosa en el caso inglés), la libertad y el progreso.

Vayan como conclusión a este somero retrato algunas opiniones elogiosas acerca del sarcástico escritor: «La obra de Swift es un perdurable milagro de cuántos comentarios puede encajar la obra de un autor y aun así continuar siendo problemática» (Edward W. Said); «Jonatán Swift es, en compañía de Shakespeare, de Carlyle y de un cuarto a escoger, el escritor más fuerte que se le ha concedido a Inglaterra» (Giovanni Papini), o, por no abundar ni abusar, doy la palabra a Harold Bloom: «El corazón de su genio es la ironía, con la cual se dice una cosa cuando se quiere decir otra. Swift nos perturba porque su ironía parece no tener límites […] En Swift la ironía anda suelta y alcanza una turbulencia desbocada».

Jonathan Swift (1667 – 1745 )

«La vida de Swift es un tema interesante e instructivo para quienes les place meditar acerca de las vicisitudes que entraña el destino de los hombres célebres por su talento y renombre»

Walter Scott

El irlandés nació el 30 de noviembre, en Dublín, en 1667 y murió en 1745, el 19 de octubre, bajo las sombras de la locura.

En 1682 entra a cursar los estudios en el Trinity College de su ciudad natal, anteriormente había cursado sus estudios primarios en Kilkenny School; en 1686 obtiene el Bacherlor of Arts. Siete años más tarde parte para Inglaterra, entrando como secretario de sir William Temple, en la residencia del caballero, Moor Park; la experiencia influirá profundamente en el futuro escritor ya que en aquella casa tenía acceso a una amplia y surtida biblioteca. Cuatro años después es ordenado clérigo en Irlanda. Encuentro con Varina, una de las mujeres con las tuvo cierta relación, como poco después entraría en su vida Stella. En 1694 vuelve a Irlanda, entrando a formar parte de la iglesia anglicana, asignándosele la parroquia de Kilrrot. Tras el periplo vuelve a casa de su protector.

En 1699 fallece su protector Temple, lo que le empuja a volver a Irlanda y retomar su actividad de clérigo, como capellán del presidente del Tribunal Supremo de Iralanda, conde de Berkeley. Entre 1700 y 1710 alterna su tiempo entre la nueva parroquia de Laracor que le fue concedida en 1701 y su trabajo con el presidente del Tribunal Supremo con quien viaja varias veces a Inglaterra. Escribe un panfleto político apoyando a los whigs. Cinco años después, en 1704, se publica su Historia de una barrica, que escandaliza a no pocos, y en especial a la reina Ana, lo que va a suponer que el libro no sea difundido lo que cabía esperar; al mismo tiempo publica La batalla de los libros. Encuentro con Addison y Stella; escribe varios panfletos. Ve rechazadas sus pretensiones a dos obispados en Inglaterra. Abandona a los whigs para pasarse a los torys, convirtiéndose en redactor del Examiner (hebdomadario tory), establece estrechos lazos de amistad con ciertos círculos de Oxford y Bolingbroke. Se le encarga la negociación de la dispensa para Irlanda de los impuestos conocidos como Queen Anne´s Bounty. Reencuentro con Vanessa, en el mismo momento escribe El diario de Stella; estrechos lazos de amistad con algunas luminarias, escritores, del partido whig (Pope, Gay…). Swift se traslada a Londres en verano de 1710 y se alía al partido conservador.

Es nombrado deán de la catedral San Patricio de Dublin; al año siguiente huye de Irlanda, al ver que las cosas venían mal dadas. En 1721 comienza la escritura de la que se convertiría en su obra más famosa: Los viajes de Gulliver, y que vería la luz cinco años más tarde; dos años fallece Vanessa lo que le provoca un profundo estado depresivo. La publicación de El trapero provoca las iras del gobierno. En 1727 se da su último viaje a Londres, dándose ese mismo año su encuentro con Voltaire que no ocultaba su admiración hacia a la afilada pluma del irlandés; su amigo Pope reúne en cuatro volúmenes de Miscellanies (1727-1732), los escritos de los miembros del Scriblerus Club, predominando los escritos de Swift. Al año siguiente muere Stella. En 1729 se publica su Un modesto proyecto orientado a evitar que en Irlanda los hijos de los pobres sean una molestia para sus padres o para su país; y orientado a conseguir que se conviertan en un beneficio público; la obra, junto a otras relacionadas con las situación de la Irlanda dominada por los ingleses, le convierte poco menos que en un santón para unos y en un indeseable para los otros, señalando no obstante que sus posiciones eran netamente angloirlandesas. En 1731 escribe un Poema sobre su propia muerte. Seis años más tarde la enfermedad alcanza cotas de preocupante gravedad (enfermedad de Menière). En 1742 la sombra de la locura invade al escritor que fallecería tres años después. En su epitafio se lee: Ubi saeva indignatio ulterius cor lacerare nequit (la indignación salvaje ya no puede lacerar su corazón).

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