Joan Ramon Resina: ‘Una vez proclamada la República, había que defenderla’

Entrevista al profesor de la Universidad de Stanford (EE.UU.)

Joan Ramon Resina habla claro. El director del Programa de Estudios Ibéricos de la Universidad de Stanford (EE.UU.) es duro con los partidos independentistas, el gobierno catalán e incluso las entidades civiles. Está convencido de que, una vez proclamada, la República se tenía que haber defendido. Dice que los políticos no debían haber abandonado las instituciones. ‘¿Por qué en Cataluña la libertad debería ser más barata que en otros lugares?’, pregunta. Le cuesta entender a quienes dicen que la libertad de un pueblo no vale la vida de una sola persona. Resina -articulista de VilaWeb y frecuentemente traducido a Nabarralde (*)- recuerda que las grandes causas no han ganado nunca con anestesia y pide al presidente Torra que convoque elecciones, porque entiende que es la única manera de aclarar qué estrategia seguir.

 

– Este año el Once de septiembre no es uno más. ¿Qué nos jugamos?

– Nos jugamos demostrar si la violencia policial y judicial anexas al 155 han debilitado la voluntad de la gente o si se mantiene la fuerza del primero de octubre. Este otoño se verá si el Estado, sus medios de comunicación y los partidos han podido erosionar el muro humano que se yergue en todos los pueblos y ciudades del país. Sin embargo, el peligro de una reanudación meramente ritual de las manifestaciones de años anteriores está presente. Los catalanes se han convertido en maestros en manifestaciones multitudinarias, pero un día post-155 debería ser algo más que una exhibición de ingenio y de disciplina colectiva. ¿Conmemoraremos la historia o la haremos?

 

– ¿Cree que se deben hacer más acciones ante las prisiones?

– No tengo claro que estas acciones sean políticamente eficaces, aparte de sostener la moral de los presos, que es evidentemente muy importante. Recordarles que no les olvidamos, que se lucha por ellos, es un deber de solidaridad. Hay que hacerlo con acciones en las cárceles y de otros modos.

 

– ¿Qué queda del primero de octubre?

– El primero de octubre es la puesta de largo política del pueblo catalán. Es la compensación, más de un siglo después, de la Semana Trágica. Entonces se dio al mundo la imagen de un pueblo indisciplinado y supersticioso -hace falta mucha superstición para pasear cadáveres de monjas por la Rambla-, lo que permitió al Estado aplastar la revuelta. La herencia de julio de 1909 llega hasta 1936. En 2017 la correlación de fuerzas morales es la contraria, y la imagen ha llegado a poner el Estado contra las cuerdas.

 

– Intima, personalmente, ¿qué le evoca esa fecha?

– El primero de octubre de 2017 es un hito histórico sin precedentes. El único ejemplo comparable de resistencia pacífica con una complicidad social es la huelga de los tranvías de 1957, uno de los primeros actos de desafío en masa al franquismo. Entonces, la causa aparente fue la subida del precio del transporte, pero era evidente, y Franco lo entendió así, que era un desafío a su régimen. Sorprendentemente, el primero de octubre fue más brutal, y la represión posterior mucho mayor, que aquel primer choque frontal con la dictadura. Y eso debe querer decir algo.

 

– Ahora, visto en perspectiva, ¿qué faltó para hacer efectiva la República?

– Puede parecer pretencioso y abusivo que lo diga alguien que no estaba ante el parlamento el 27 de octubre y no se exponía a que le rompieran la cara. Pero creo que, una vez proclamada la República, había que defenderla. Proclamarla y a continuación abandonar las instituciones no fue edificante. Es imposible decirlo con certeza absoluta, pero siempre he pensado que, tras la condena global de la violencia del 1-O, el Estado no se habría atrevido a hacer otra mayor. El cínico de Manuel Valls ya dijo, para justificar la pasividad de la Unión Europea, que no había habido muertos. Supongamos que los hubiera habido. El coste de la factura española en imagen habría sido mucho más alta, y un asalto armado al parlamento con ‘víctimas colaterales’ habrían sido inasumible para los políticos de las instituciones europeas. Me cuesta entender a quienes dicen que la libertad de un pueblo no vale la vida de una sola persona. Las grandes causas no se han ganado nunca con anestesia. ¿Por qué en Cataluña la libertad debería ser más barata que en otros lugares?

 

– Tras el primero de octubre llegará el juicio a los prisioneros políticos. ¿Qué hacer entonces?

– En el ámbito político, presionar al gobierno de Pedro Sánchez, visualizando la posibilidad de que no pueda gobernar y tenga que convocar elecciones. A escala popular, aumentar la temperatura en la calle con manifestaciones tan multitudinarias como sea posible, convocadas bajo el lema de los derechos humanos para que se añadan el máximo posible de demócratas y no sólo independentistas. Con las acciones contra los lazos amarillos y la comedia del espacio neutral, el Estado pretende confundir a la gente, identificando la lucha por los derechos civiles y las libertades políticas con una propaganda de partido. La respuesta apropiada sería aislar a los partidos represores: PP, Ciutadans, PSC-PSOE, y dividir a la sociedad catalana, no entre independentistas y españolistas, como ellos quieren, sino entre decentes e indecentes.

 

– ¿Qué papel deben hacer los presos políticos?

– Su papel, lo quieran o no, es el de rehenes del Estado. Pero este papel también es útil para ganar la independencia, pues muestra descaradamente la cara siniestra del mal llamado estado de derecho.

 

– ¿Y los exiliados?

– Son la parte de los reprimidos potencialmente más útil en la escena internacional. Habría hecho mucho más impacto tener a todo el gobierno en el exilio, exactamente como bajo la dictadura, y enviar a Europa el mensaje de una democracia definitivamente truncada. Personalmente, creo que no fue acertado de formar otro gobierno autonómico en lugar de llevar la ilegitimidad de 155 hasta las últimas consecuencias. A veces hay que aprovechar el empuje del adversario para vencerlo.

 

– Constantemente se ve división entre los partidos independentistas. ¿Cómo hay que afrontarla?

– Mediante la presión popular. Hay más votantes que militantes de los partidos. Incluso puede haber militantes inteligentes, gente que vote políticas y no partidos. Hay que creer que las personas tienen sentido común antes de tener fijaciones partidistas. Las entidades civiles podrían tener un papel destacado en la unificación de estrategias, siempre que sus líderes se mantuvieran lejos de los partidos. Aunque pueda parecer desagradecido decirlo, en vista de su situación actual, creo un error que algunos líderes utilicen las entidades para saltar a primeras posiciones en las listas electorales. Las entidades civiles no deberían ser puertas giratorias, como lo son los partidos.

 

– El otro día decía que lo más importante es la confianza… ¿Cree que se ha roto?

– Por completo. A pesar de las apariencias, no hay unidad de criterio ni de acción, y los partidos se miran de reojo unos a otros. Se toman decisiones para ponerse la zancadilla o para evitar que el otro obtenga una ventaja real o ficticio en un juego de suma cero. Muchos comentaristas afirman que es más pragmático y representativo mantener una paleta de formaciones para todos los gustos. Yo discrepo de este, digamos, circunstancialismo. Cataluña es demasiado pequeña para tener un espacio político tan fragmentado. Un único partido independentista, o dos, si es que tiene que haber necesariamente un partido antisistema en el parlamento (algo contradictorio en sí mismo), tendría mucha más fuerza que la suma y resta de fuerzas actual y aclararía considerablemente el objetivo a alcanzar y la estrategia elegida.

 

– ¿Cuáles deben ser las prioridades del gobierno catalán a corto plazo?

– Existe contradicción entre gobernar el ‘statu quo’ (una modesta e imperfecta descentralización administrativa) y aspirar a implantar una república independiente. El largo plazo es una suma de cortos plazos. Lo que cuenta, pues, es el ‘cortoplacismo’ pero con gafas de larga distancia. La oposición acusa al gobierno de no gobernar porque está obsesionado con la república. Pues bien, si la alternativa es limitarse a ‘lo que interesa a la gente’ o implementar el mandato salido de las urnas, yo diría que, si la democracia obliga, la elección no ofrece ninguna dificultad.

 

– Pero no todo depende del gobierno catalán. España también tiene una estrategia. El otro día en el artículo ‘La ventana de Overton’ (*) hablaba de ello. La negativa a hablar de la autodeterminación, ¿es una estrategia?

– Naturalmente que lo es. Es aquello de ‘no puede ser y además es imposible’. Fíjense como el ínclito Javier Cercas, cada vez más parecido a si mismo, ya nos trata de dementes a los independentistas. Es un error querer convencer a esta clase de gente, es un error querer razonar con España ‘, si lo quiere decir en el sentido figurado de personas de talante fascistoide. Imposible pedirles que incorporen ciertos derechos políticos a su léxico argumental, cuando ya empiezan expulsando la posibilidad de otro sujeto político de su ventana Overton. En ‘España’, y en realidad quiero decir a este tipo de españoles, muchos de ellos de una voraz moral utilitarista, por más que luzcan las esencias metafísicas, es muy difícil hacerles abrir un poco la ventana. Hay que confrontarlos con hechos, más que con argumentos. Al primero de octubre no tienen ningún argumento para oponerse a él, y no lo han digerido. Han cogido gusto al 155, se han enviciado y quieren volver al mismo. Personalmente, me parece bien. Acabarán enterrándose ellos mismos bajo la misma infamia.

 

– ¿Se deben convocar elecciones este otoño?

– Visto todo lo que ha pasado desde las elecciones del 21 de diciembre, con la divergencia de estrategias y ritmos entre los partidos independentistas, sería prudente hacer elecciones para desvanecer dudas sobre la dirección a seguir. Si los políticos se llenan la boca con el mandato popular, el electorado debería poder y saber sancionar las conductas que sean desleales con los objetivos declarados en campaña. A Quim Torra yo le diría: ‘¡President, ponga las urnas!’

 

– ¿Qué oportunidades significan para el independentismo las elecciones municipales del próximo año?

– No sigo la política municipal, salvo la de Barcelona. Es fundamental, simbólicamente de cara al exterior, pero pragmáticamente para facilitar la transición institucional a la República, que la capital la gobierne el independentismo. Para imponerse en Barcelona, ??convendría abandonar la vieja política de partido y presentar candidaturas nuevas, de ruptura democrática con el Estado. Profesionales que estén a término fijo, que tengan criterio propio y no dependan de un secretario general. La propuesta de primarias de Jordi Graupera para superar el partidismo es bastante interesante. Si se insiste en circular por las vías tradicionales y se presentan caras de la vieja política, el resultado puede ser decepcionante. Un país nuevo quiere formas nuevas de hacer política, y formas nuevas requieren personas nuevas.

 

– ¿Qué debe ser el Consejo para la República? ¿Quién debe formar parte del mismo?

– En las condiciones actuales de intervención informal pero efectiva del autogobierno, el Consejo de la República debería ser el órgano rector de la política republicana. A pesar de ser extraoficial, debería ser acatado por todo el independentismo, y al menos por el gobierno. Para que esto sea posible, habría que configurarlo como un organismo sin horizontes electorales. Su función sería dar cuerpo y vida a la República como órgano útil de la declaración del 27 de octubre. Desarrollaría la política exterior y vendría a ser un verdadero gobierno en el exilio. Del mismo formarían parte, en primer lugar, todos los políticos exiliados a raíz del 155, así como personas que obtuvieran el consenso de los partidos pero sin ser necesariamente de los partidos. El Consejo debería tener un carácter más profesional que electoral.

 

– ¿Cree que puede haber una nueva oportunidad para hacer efectiva la República a corto plazo?

– El primero de octubre no hubo ninguna oportunidad, en el sentido de una ocasión fortuita. La oportunidad se creó, planificándola, programándola y defendiéndola contra todos los obstáculos, propios y ajenos. En otoño de 2017 se hizo finalmente lo que Artur Mas no se había atrevido a hacer en noviembre de 2014. Algo había pasado mientras tanto para que esta vez el referéndum se activara desde presidencia (Puigdemont: ‘referéndum o referéndum’) y se declarara vinculante.

 

– ¿Qué hacer con la impunidad de la extrema derecha en Cataluña?

– Hay dos pilares de esta impunidad. Uno es judicial y no tiene remedio dentro del sistema español. El otro es policial, y la pregunta debería ser: ¿qué hacer para que los Mossos actúen como verdadera policía del pueblo catalán? La respuesta creo que debería incluir una purga del cuerpo y fidelización de los mandos. Con ello los Mossos no se convertirían en una policía política, como la señora Arrimadas afirma que ya son. Pero sí se convertirían en una policía profesional, capaz de reprimir también las actuaciones violentas promovidas por las cloacas del Estado y protegidas por sus aparatos.

(*) Por ejemplo, su último artículo en VilaWeb https://nabarralde.eus/la-ventana-overton/

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