Paseaba esta mañana luminosa de finales de abril por el monte Ulia en Donostia en dirección hacia Pasaia. El camino, junto a unos espléndidos acantilados sobre el mar de Bizkaia, es fantástico. La compañía y el graznido de las gaviotas escoltan permanentemente al caminante ya alejado de los ruidos urbanos.
Hay un momento de la ruta en el que se presentan, magníficos, los impresionantes taludes del siguiente monte hacia el norte, mucho más alto, sobre el Cantábrico: Jaizkibel. Y así se llega hasta la fantasmagórica aparición del Faro de la Plata, que anuncia, a mar y tierra, la bocana del puerto pasaitarra, del estuario del río Oiartzun.
Según contemplaba de más cerca la belleza de Jaizkibel y su contraste con el mar, iban agolpándose en mi cabeza las posibles imágenes que podía presentar una visión tan espléndida, dentro de muy poco tiempo, si los descabellados proyectos seudodesarrollistas que pretenden imponer la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno de Gazteiz tomaran cuerpo.
Su pretensión es crear un «puerto exterior», me da exactamente igual que esté pegado a los acantilados que el hecho de que construyan una isla artificial en sus cercanías, para… Y ahí está el quid de la cuestión: ¿para qué?
Con una visión realmente nacional, de Euskal Herria, de la Navarra entera, sería necesario comenzar por analizar seriamente la necesidad de un proyecto tan faraónico. Nuestro país, dadas sus dimensiones y estructura social y productiva, más necesita una vertebración de comunicaciones con mercancías basada en el ferrocarril que macropuertos. Tenemos Bilbo y Baiona, ya construidos y en funcionamiento, y pienso que lo necesario es comunicar bien con ellos. Pero un elemento fundamental para llegar a esa conclusión consiste en tener una visión del país entero, con sus especificidades, sus ventajas locales y globales en todos los sentidos: industrial, de servicios (incluyendo el turismo), paisajístico, ecológico etc.
¿Qué sentido tiene destrozar un trozo de costa, que es virgen en muchos sentidos, para introducir un elemento destructivo que no colabora a su desarrollo integral y equilibrado? La única respuesta que me viene a la mente son las ambiciones «provinciales» de Gipuzkoa. Y dentro de ellas, como fundamentales, las de aquellos que se dedican al «cemento», a la construcción.
Otra cosa es ver qué intereses de partidos políticos están detrás.