J.D. Vance y ‘El cuento de la criada’

Quizás ya haya oído hablar de la frase de J.D. Vance sobre las “solteronas con gatos y sin hijos” (‘childless cat ladies’). Pero aunque ya la conozcan, vale la pena repasar la cita entera para tener presente lo que nos dice sobre el movimiento que puede acabar gobernando este país después de las elecciones de este año.

En 2021, cuando se presentó como candidato al Senado, Vance explicó cuál era, a su juicio, uno de los principales problemas de Estados Unidos: el país está dirigido “por un grupo de solteras con gatos y sin hijos que están amargadas con su vida y con las decisiones que han tomado y que, por tanto, quieren que todos los demás estemos también amargados”. Y mencionó, entre otros, a la vicepresidenta Kamala Harris.

Como dice mi colega del New York Times Jessica Grose, es una afirmación que pone de manifiesto la desesperación de los republicanos que todavía «se aferran al lema de que su partido es el defensor de la familia». Pero incluso para un candidato al Senado que hacía demagogia de consumo interno en un estado tradicionalmente republicano, era un insulto muy grueso –y conspiranoico– a un número muy elevado de personas: alrededor de una de cada seis mujeres noramericanas de entre 40 y 44 años no han tenido hijos. Es el tipo de comentario que te hace dudar si Vance no cree que el Partido Republicano le ha nominado como vicepresidente de la República de Gilead.

Perdón, sí: Vance sí sabe que nuestro país todavía se llama Estados Unidos de América. Pero todo lo que nos llega de la derecha recuerda demasiado ‘El cuento de la criada’.

Hete aquí, en primer lugar, mi principal argumento: como demuestra la afirmación de Vance, muchos de los que se llaman conservadores –y que, como hizo Donald Trump el miércoles, suelen acusar de “radicales” a los demócratas que, como Harris, son moderadamente de centroizquierda– son en realidad los auténticos radicales. Es decir, se ve que no pueden soportar Estados Unidos tal y como son y quieren transformarlos en una especie de sociedad que ya dejamos atrás hace unas cuantas generaciones. Y esto afecta sobre todo a los roles de género.

Los actuales Estados Unidos no están ni mucho menos libres de sexismo. Sin embargo, es una sociedad que ofrece a las mujeres mucha más libertad que en el pasado para elegir su camino a la vida. Y hace ya mucho tiempo que tenemos este tipo de sociedad.

Como ha demostrado Claudia Goldin, que en 2023 recibió el premio Nobel de economía, a partir del año 1970 hubo una “revolución tranquila” en el rol de las mujeres que puso a su alcance muchas más opciones de vida: a muchas les permitió dedicarse a una carrera profesional, compaginándola con el rol tradicional o renunciando a él. En efecto, al término de la administración Reagan, casi tres cuartas partes de las mujeres de entre 25 y 54 años formaban parte de la población activa, una proporción que se acerca a la actual. Ah, y la sentencia de Roe contra Wade se convirtió en ley para todo el país en 1973.

En otras palabras, el crecimiento del rol de las mujeres ya estaba totalmente consolidado en 1985, cuando Margaret Atwood publicó ‘The Handmaid’s Tale’ (‘El cuento de la criada’), una novela sobre la posibilidad de una reacción violenta que mande a paseo los progresos conseguidos por las mujeres. De eso hace casi 40 años; en estos momentos, la mayoría de estadounidenses nunca han conocido una sociedad en la que la feminidad se restrinja estrictamente a los trabajos domésticos y la crianza de los hijos, y en la que se consideren extrañas e inferiores a las mujeres que no tengan hijos.

Pero Vance, cuya carrera política ha ido tomando forma en gran parte en torno a la oposición al derecho al aborto, trata ahora de hacer retroceder el reloj medio siglo o más.

Y no es el único. Trump intenta todavía distanciarse del ‘Proyecto 2025’ de la ‘Heritage Foundation’ (una organización conservadora), pero en realidad no hizo nada en este sentido hasta que los demócratas empezaron a centrar sus críticas en el proyecto y las encuestas mostraron la creciente concienciación y desaprobación de la opinión pública sobre su contenido.

En realidad, seguro que Trump, dada su evidente falta de interés por los aspectos prácticos de las políticas públicas, estaría de acuerdo con externalizar a ‘think tanks’ de derechas como ‘Heritage’ gran parte del diseño de medidas concretas. Las propuestas de este proyecto nos dan una buena idea de cómo gobernaría una segunda administración Trump si tuviera carta blanca. Y si la conclusión sobre el ‘Proyecto 2025’ por lo general es que es un programa para un gobierno autoritario, en el caso de las mujeres en concreto representaría un gran paso atrás.

Aunque es verdad que el documento ‘Mandato para el liderazgo’ de este proyecto no llega a pedir la prohibición del aborto en todo el país, sí contiene una serie de recomendaciones cuyo objetivo es laminar los derechos reproductivos. La que más pone los pelos de punta es la afirmación de que «los sistemas de vigilancia del aborto y de información sobre la mortalidad materna de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades son, por desgracia, muy deficientes», y añade: “Como los estados liberales se han convertido ahora en santuarios para el turismo del aborto, el departamento de Salud y Servicios Sociales debe utilizar todas las herramientas de las que disponga, incluido el recorte de fondos, para garantizar que todos los estados informen con exactitud de cuántos abortos tienen lugar dentro de sus fronteras, la edad gestacional de la criatura, el motivo, el estado en el que vive la madre y el método”.

Recuerda demasiado a Gilead.

Desde mi punto de vista, una de las grandes virtudes de los actuales Estados Unidos es la libertad de los ciudadanos para decidir cómo quieren vivir su vida, una libertad de la que, paradójicamente, los republicanos se llenaban la boca constantemente. Y creo que el aumento de la libertad de las mujeres, que comprende la protección de su derecho a decidir si tienen hijos, nos beneficia a todos, también a los hombres.

Hay, sin embargo, mucha gente como Vance, que quieren limitar o incluso arrebatarnos esa libertad.

“We are not going back” (“No volveremos atrás”) ha empezado a circular como posible eslogan clave de la campaña presidencial de Harris. Pero según sea el resultado de estas elecciones, podemos volver atrás, muy atrás.

Copyright The New York Times

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