¿Tiempo de rebajas?


MÁS de dos años han transcurrido de la histórica comparecencia de Ibarretxe en el Parlamento español, en la que emulara el espíritu firme del «Aquí me planto sin alternativa» de Lutero ante la Dieta de Worms. Josu Jon Imaz le ha encontrado una alternativa. Su polémico artículo No imponer, no impedir sintetiza la línea de rebajas en los planteamientos soberanistas que preside el debate interno en el PNV, debate que se extiende al conjunto del nacionalismo vasco y que ha condicionado también el fallido proceso político.

En su batalla interna, Imaz carga directamente contra los planteamientos soberanistas de Ibarretxe para marcar línea política propia y tratar de neutralizarlo.

Este debate parece haber condicionado también lo ocurrido en Nafarroa, donde el PSOE desde Madrid ha dado la patada a una Nafarroa Bai que incluso había rebajado sus planteamientos a precio de saldo. De poco le ha servido a NaBai vestirse los pololos de encaje del nacionalismo que seduce a España.

Probablemente la obsesión por la gestión de su dirección ha derivado en una estrategia equivocada desde el comienzo; quizás hubiera resultado más adecuada la propuesta de un pacto de legislatura, al modo que EH hizo con Ibarretxe en el 98, que evitaba tanta rebaja para que luego no compren. Pero en cualquier caso, parece que la perspectiva del debate en el PNV entre septiembre y diciembre ha sido el detonante de la espantada socialista.

El mensaje que el PSOE quiere transmitir desde Madrid aparece claro: sólo está dispuesto a pactar con un nacionalismo que asegure que se va a mantener nítidamente en las tesis de Imaz. Los deseos de cambio en Nafarroa corren el riesgo así de verse utilizados por el Estado como un chantaje que imponga una mordaza para el nacionalismo, no ya en Nafarroa, sino en el conjunto de Euskal Herria.

La cuestión de la consulta acaece central. Decía Arzallus que «no sabemos si será niño o niña, pero viene criatura». Así, no es la consulta lo que parece cuestionarse -Imaz la acepta a regañadientes- sino la naturaleza de la criatura. Si se plantea como escenario de acumulación de fuerzas para una confrontación política, como defiende ELA y amaga de vez en cuando Ibarretxe y el gobierno tripartito. O por el contrario, al modo Estatut, tras pacto con Madrid (el consenso), en la línea que siempre ha defendido el PSOE y a la que se suma Imaz. Afirma el presidente jeltzale que la primera podría ser utilizada por ETA para justificar la lucha armada, cuando parece evidente justo lo contrario: que es la renuncia a una vía civil a la soberanía la que deja espacio a la estrategia político-militar.

Y es que el debate está condicionado por la ruptura del proceso negociador y, a su vez, ha condicionado el mismo. En primer término, generando una sensación de control del proceso en el entorno de Zapatero. Así, a la lectura del agotamiento militar y político de la lucha armada y el control de la actividad política de la izquierda abertzale a través de la Ley de Partidos, se sumaban las rebajas en el PNV y la ausencia de una movilización soberanista potente, con un MLNV convencido -erróneamente- de sus propias fuerzas y una ELA expectante, que no confiaba en que hubiera relación de fuerzas para ir más allá de un proceso de reconversión civil. Ello explica que Zapatero no haya jugado hábilmente ni tan siquiera la baza del proceso de desmilitarización. Se interpretaba que, en esas circunstancias, al MLNV no le quedaba otra que aceptar una rebaja en sus planteamientos políticos o una vuelta atrás que podía suponer su suicidio político.

Por otro lado, el temor a las rebajas -propias y ajenas- ha presidido el actuar del MLNV. En lo que pareció ser el momento clave, el preacuerdo de Loiola, PSOE y PNV afirman que ETA desautorizó a Batasuna y le obligó a subir el nivel de exigencia. Pero, en cualquier caso, en las reflexiones que Batasuna transmite a sus bases aparece claro ese temor: la falta de concreción del preacuerdo, tan abierto que tenía el riesgo de quedar en una simple declaración de intenciones, no cerrando las puertas a «nuevas chapuzas particionistas».

Batasuna afirma que el artículo de Imaz confirma sus recelos. Y cuando ante esta perspectiva Batasuna mira atrás buscando fuerzas, ve sólo a ETA. Pero esto es responsabilidad de los que estaban de rebajas y priman la perspectiva electoral y de poder o se mantenían al margen, pero también de la propia Batasuna, que no dio pasos para aglutinar un bloque soberanista civil, centrándose exclusivamente en las mesas de negociación. Ésta es y sigue siendo la pelota en el tejado de la izquierda abertzale.

El paradigma negociador utilizado ha seguido los esquemas político-militares clásicos, fiando las posiciones negociadoras a una fuerza militar. Y ante el bloqueo, demostración de fuerza de manual. Pero esta demostración tiene los pies de barro, no va más allá de ciertas oportunidades de incidir en el juego electoral, propiciadas por el PP al convertir el proceso el cuestión electoral; no van más allá de la posibilidad de derribar gobiernos. La línea más político-militar de la izquierda abertzale ha caído en la trampa para elefantes de los sectores más reaccionarios del Estado.

La lucha armada trunca el potencial de la izquierda abertzale para vertebrar ese movimiento soberanista, una vía que estaba funcionando, como prueban los resultados de ANV. Y, además, sirve como argumento para exigir una rebaja en los planteamientos soberanistas del conjunto del nacionalismo, como prueban los argumentos de Imaz y el mensaje transmitido en Nafarroa.

A día de hoy, y en clara diferencia con el 99, el movimiento soberanista civil aparece débil. Y al contrario de lo que defiende Imaz, es la rebaja en los planteamientos soberanistas y la desactivación de una vía civil a la soberanía lo que refuerza los paradigmas político-militares. Reforzando el control del Estado por un lado y, por otro, atrapando a las bases de izquierda abertzale en la disyuntiva de no encontrar más línea soberanista que la político-militar.

El debate de fondo remite en última instancia a la posibilidad de vertebrar un movimiento soberanista civil y en torno a quiénes. Y aunque afecta al conjunto del nacionalismo vasco, dependerá principalmente de cómo se resuelva, en los próximos meses, en el seno del PNV y de la izquierda abertzale. En manos de la última sigue la responsabilidad principal de impulsar un bloque soberanista firme y, además, sobre parámetros de izquierda y transformadores.

Pero, indudablemente, está más que demostrada la dificultad de realizar esa acumulación de fuerzas en un escenario de lucha armada, por razones éticas y de credibilidad. Dependerá de que se ejerza un esfuerzo de autocontención por parte de ETA y se reencamine el proceso con mayor claridad conceptual: el auténtico garante de que no se produzcan chapuzas particionistas no es otro que un potente movimiento de izquierda soberanista civil. La decisión de ruptura de la tregua, con todo, parece situarse en términos de proceso, en una ‘lógica’ militar clásica de acumulación de fuerzas en todos los frentes. En su autocrítica del proceso, la propia Batasuna reconoce un «enfoque del proceso escorado». Parece un propósito de enmienda. Pero si el debate no se resuelve satisfactoriamente en ninguno de los dos polos, la construcción del movimiento soberanista deberá buscar otras referencias.

En 1992, ante el fracaso del intento de golpe militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, Hugo Chávez comparecía ante las cámaras pidiendo a sus compañeros que no derramasen ni una gota más de sangre inútilmente, asumiendo toda la responsabilidad y dejando en el aire un «Vendrán otras circunstancias….» Las circunstancia vinieron y lo que no se consiguió por las armas se logró sin ellas, con los votos. Pues eso.

* Ingeniero y miembro de Irauli

Publicado por Nabarralde-k argitaratua