Un nuevo documento apareció en mi paquete de correo llegado de Londres esta semana. Se llama Tuits desde Tahrir. Suspiré con disgusto, reacción natural en alguien que detesta a los tuiteros, los feisbuqueros y de hecho a toda la maldita cultura de Internet, que deseduca al mundo y enseña a todos a escribir las palabras más simples con faltas de ortografía. Pero estaba equivocado: es una selección profundamente conmovedora de los miles de tuits enviados desde la plaza Tahrir de El Cairo: un registro de la valentía de los ciudadanos, jóvenes sobre todo, que se enfrentaron a la legión de sicarios y esbirros del régimen de Mubarak. Permítanme darles una probada.
Gran marcha pro Hosni Mubarak casi llegando a Tahrir de la calle Galaa. Preocupante (de Amr Garbeia). Pánico en Tahrir. La manifestación de Mubarak avasalla la plaza (Mo-ha-med). He visto marchas espontáneas. Ésta de apoyo no lo es (Mo-ha-med). La marcha pro-cambio se ha reagrupado y repele a la pro-Mub. Pinche información. Me vuelvo loco (Moha-med). ¿Ésta es la respuesta de Mubarak? ¿Enviar gorilas a apedrearnos? (Nora Shalaby). Y así por el estilo, gritando que había que procesar a Mubarak. ¡Y hoy Hosni Mubarak está sujeto a proceso!
Los cristianos rezarán en Tahrir mañana, los vamos a rodear y los protegeremos como ellos nos han protegido (Wael Khairy). La prensa extranjera dice que la fortuna de Mubarak es de 40 a 70 MIL MILLONES de dólares. ¡Tiene que devolverlos al pueblo egipcio! (Paz y Justicia). “Una revolución organizada por Facebook, difundida por Twitter y organizada por un fulano que trabaja en Google. ADORO NUESTRA REVOLUCIÓN (Mahmoud Salem).” Un hombre llamado Hossam dice: Ja-ja, policías como ratones asustados en la ventana de su ministerio. Un soldado susurra estamos con ustedes. No puedo contener las lágrimas. Venceremos. Mubarak, desde luego, trataba de sostenerse. Mubarak se queda. El maldito se queda (Mahmoud Salem). Reacciones hostiles en Tahrir ahora. Algunos blanden zapatos, otros escupen en las pantallas y las mujeres lloran (Mosaiab Elshamy). Y luego, de Gigi Ibrahim: ¡Mubarak no es DUEÑO de Egipto! ¿No entiende lo que es el Estado?”
Algunos tuits son muy graciosos. Por ejemplo éste, de Sultan Al Qassemi: Sabes que estás en problemas cuando la embajada iraquí en El Cairo llama a los iraquíes a volver a casa. O este otro: Mubarak dimitirá. No puedo respirar (Mohamed Hamama). Los egipcios se enorgullecen de librarse más rápido de Mubarak que los tunecinos de Ben Alí. Pero recibían blogs de Túnez –cómo morder limones para mitigar el gas lacrimógeno– y más tarde de Libia, lo que resulta interesante. Una tuitera anónima registraba la reacción de su familia: Mi papá me abrazó luego del noticiero y me dijo: tu generación hizo lo que la mía sólo soñó. Lástima que no lucháramos más duro.
Lo que me impacta es que los egipcios se movilizaron en forma muy distinta a los tunecinos y –por fortuna para ellos– a los libios. De hecho, la guerra civil azota a Libia y está en peligro de desatarse en Siria también. Todos los dictadores corean las mismas idioteces: que las revoluciones –las demandas de libertad y dignidad– son fruto de conjuras extranjeras. Ben Alí lo dijo; Mubarak lo dijo (manos extranjeras); su vicepresidente Omar Solimán habló de murciélagos en la noche. Kadafi culpa a Al Qaeda y Washington (vaya alianza); el rey de Jordania también ha denunciado conjuras extranjeras. Assad hizo exactamente lo mismo esta semana. En Yemen, Saleh dice a su pueblo que es un complot de Al Qaeda, Israel y Estados Unidos. ¡Cielos! Eso era lo que Medio Oriente tenía que escuchar allá por los 60 del siglo pasado. ¿Pero ahora?
El régimen sirio está hecho de una pasta más recia que la escoria policial de Mubarak –es infinitamente más brutal– y el núcleo duro baazista tiene algo de Kadafi. Hay demasiadas balaceras en Siria. Y los efectos pueden derramarse hacia Líbano, reflejando la disputa entre chítas (alawitas) y sunitas en Siria. Assad ya ha tratado de implicar a Líbano en su crisis, lo cual es ridículo.
Prefiero no pensar en Libia. Primero dijimos que no nos meteríamos. Luego bombardeamos a Kadafi. Luego prometimos consejeros militares (que pronto, sin duda, serían secuestrados por los comandos de Kadafi) y ahora estamos construyendo un Waziristán y enviando drones a Trípoli. ¿En qué locura se han metido Cameron, Sarzoky… y Obama?
Sin embargo, existe un país no árabe que tiene mucho en juego en esta historia extraordinaria. Se llama Irán. Me interesaba saber lo que el embajador iraní en Beirut –Gadanfar Rokon Abadi, un diplomático de gran inteligencia a quien conozco desde 1996– tenía que decir al respecto cuando dio una conferencia a estudiantes libaneses en la Universidad Saint Joseph, esta semana. Felicitó a los egipcios por su revolución, pero prefirió sugerir que en el campo iraní todo estaba en calma. He aquí sus palabras sobre el despertar árabe: La revolución egipcia es la revolución de los jóvenes. Los intelectuales los siguieron. Para triunfar, una revolución necesita dos condiciones: un deseo mental de rebelarse y unas condiciones económicas terribles. Estas dos condiciones no están presentes en Siria.
¡Bueno, este embajador sí que habría podido engañarme! ¿Y cómo, pregunto, empezó la revolución iraní en 1979? ¿Tenían los iraníes un deseo de revuelta en la mente? ¿Tenían terribles condiciones económicas? No, más bien creo que deseaban dignidad y libertad, aun si el régimen actual sofocó con crueldad las manifestaciones luego de la elección presidencial de 2009.
Pero Irán observará a Siria. El presidente sirio es joven; en cambio, el liderazgo iraní está hecho de hombres bastante mayores. No tan viejos como Mubarak o Ben Alí, claro, pero es la misma peligrosa ecuación: jóvenes a quienes los viejos les dicen lo que deben hacer. Una de las reflexiones de los tuiteros de Egipto era lo orgullosos que estaban de poder hacer lo que los tunecinos habían hecho. Veremos qué nos depara Siria en los días venideros.
Pero, ¿y si esto se propaga hacia el este, más allá de la minirrevuelta en el Kurdistán iraquí, hacia los pilares de la república islámica? Ésa es la pregunta que muchos árabes se harán las próximas semanas. Y si Irán se mantiene en paz, ¿qué tal si pierde a su aliada Siria? ¿Y qué pasara con los palestinos? ¿Qué tal si un millón de palestinos en Gaza decidieran marchar hacia su patria original en Palestina? Mientras Israel se preocupa por la suerte de sus dictadores favoritos, podría ser buena idea considerar lo que el poder de la gente podría hacer en Palestina.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya