Ante la reciente presentación del libro titulado Nueva historia de Navarra, quisiera advertir al posible lector que tal publicación, en general, poco tiene de nueva ni de novedosa respecto a lo que se viene escribiendo desde hace años por parte de la historiografía oficial de Navarra. No hace falta ser especialista para reconocer en el elenco de historiadores que han contribuido a la misma, y sobre todo al leer sus contenidos y la bibliografía empleada, el claro sesgo tendencioso que presenta. Y más aún si nos acercamos a la época más reciente, por ejemplo, con la exposición objetiva de hechos que hace el señor Pegenaute cuando se refiere a cuestiones sobre el euskera en las que él ha sido parte implicada, parcial y protagonista. Sus sospechas sobre un posible cambio que se apuntaba en la política lingüística con la creación del Instituto Navarro del Vascuence -sin duda, afortunadamente para él y quienes comparten su visión- no se han cumplido. Desgraciadamente para nuestra lengua navarra y para una parte significativa del pueblo navarro, dicho instituto no ha hecho sino apuntalar e incluso ahondar la política restrictiva y regresiva que el señor Pegenaute impulsó. En cualquier caso, y volviendo a la historia de Navarra, se echa en falta que se sienten los historiadores de todas las tendencias y escuelas (porque hay otras igual de rigurosas que la del libro y no se recogen en él), y hablen de la historia científicamente en lo que tiene de ciencia esta disciplina, y hasta lo que se pueda llegar de acuerdo objetivo, porque eso sería un gran servicio al conocimiento y a nuestra sociedad, sin exclusiones. Una buena ocasión se presenta ahora que se acerca, dentro de dos años, el 5º centenario de la conquista del viejo reino pirenaico, y así ir desmitificando lugares comunes y prejuicios ideológicos de unas tendencias u otras, en la búsqueda de la verdad de nuestro pasado.