uno de los grandes logros, y un hito para la alta burguesía, tras la debacle de la sociedad estamental, fueron las cartas constitucionales. Una medida, vistos sus frutos, tajante para domeñar el previsible despertar de la conciencia ciudadana.
Normas todas ellas con la vitola democrática. La mayoría tan intangibles como sagradas. Para el pueblo, evidentemente. Leyes únicamente interpretables y manipulables por los “padres de la patria”. Sistemáticamente al servicio de los centros de poder políticos o económicos.
Si tales cartas magnas, surgieron como recurso de la alta burguesía para controlar a la Monarquía y a la alta nobleza, hoy la sensación es que se han cambiado las tornas.
Efectivamente. Hoy es la Monarquía y la alta nobleza -llámense multinacionales, Ibex 35 etc- quien las utiliza para controlar tanto o más que a la burguesía, al pueblo en general. No vaya éste a excederse en la reclamación de derechos y peregrinas libertades, referéndums y otras veleidades…
Con la legalidad constitucional, en manos de una élite de jueces y políticos, tan arbitrarios como ególatras, se interpreta “ad libitum”, este mejunje de normas. Todo ello bien adobado con un “pesebrerismo” mediático obsceno y atosigante.
Con la coartada de “nuestras leyes”, se imponen reformas laborales draconianas. Con la amenaza de la tales normas, se crean leyes mordazas y cuerpos policiales despiadados. Se aplican sueldos vergonzantes, pensiones de miseria… Se condonan impuestos y fraudes a la gran empresa… Se impide la acogida a refugiados al borde de la tragedia…
No acabaríamos de citar los benditos beneficios de la “sagrada constitución”, bien encamada con un bipartidismo que se aferra a la “Carta Magna”, como a un clavo ardiendo.
Es pura grandilocuencia la de sus postulados. Derecho a una vivienda, igualdad de todos ante la ley… Ley, por cierto, que permite a los grandes mangantes, pavonearse en sus yates mientras los chavales de Altsasu se pudren en la trena por un quítate de ahí. ¡Menuda timba la de ciertos jueces, de sospechosa raigambre, a la hora de montar algunos procesos!
En fin, demasiado bla… bla… bla… Mucha jactancia para tan escasa enjundia. Todo falsa oferta y desencanto…
Yo diría, que las constituciones, -al menos la española- sirven para lo que fueron promovidas por sus progenitores. Es decir, para contener cualquier manifestación de libertad y de soberanía de los pueblos y comunidades del Estado.
Se nos presentan como entes sagrados que la ciudadanía a de venerar y servir.
Gran aberración. Tras la declaración de los derechos humanos, no son los ciudadanos quienes deben estar al servicio de las constituciones, sino éstas al servicio de los ciudadanos.
La ciudadanía no debe tolerar la inmutabilidad constitucional. Es la Constitución quien ha de garantizar la libertad de los ciudadanos, su bienestar y el ejercicio de sus derechos.
Nunca esos “arcontes” o intocables jueces, ni intangibles e inmunes monarquías, deben imponerse a la voluntad de la mayoría ciudadana. Es de ésta, de quien emanan todos los poderes de un estado democrático.
No es por razones ni principios democráticos por lo que acatamos tal constitución, sino por la espada de Damocles de omnipotentes jueces y de su “madera”. Es mi libre opinión…
Y conste que estas reflexiones, no se deben a ese tan denunciado “tufillo” marxista, anarquista o radical, sino a una simple y mera visión humanista. Es lo que hay.