Entrevista al diputado de Sumar y doctor en ciencia política sobre las manifestaciones ultras y las consecuencias políticas de la investidura
Íñigo Errejón (1983), diputado en el congreso por Sumar, y doctor en ciencia política, es uno de las cabezas pensantes de la izquierda española. Fundador de Podemos, Errejón es de los pocos políticos españoles capaces de realizar una entrevista entera en catalán. Conoce bien Cataluña y Madrid, su ciudad. VilaWeb le ha entrevistado para hablar de las manifestaciones ultras de estos últimos días -que él diseccionó hace poco en un artículo- (1) pero también de la amnistía, de la legislatura que empieza, del referéndum de independencia y de Carles Puigdemont. Según Errejón, el bloque reaccionario ha enviado un toque de atención con las manifestaciones, y los jóvenes ultras se van entrenando y formando estos días.
— ¿Quién sale en Madrid a manifestarse estos días?
— Sale la base social tradicional del nacionalismo español reaccionario. Salen los clásicos básicos, los de siempre. Ocurre que los de siempre en Madrid ya son muchos. Buena parte de la base social del PP y de Vox, jóvenes de clase media alta y de clase alta de las familias acomodadas de Madrid, en las que llama la atención el desequilibrio entre mujeres y hombres. Por otra parte, ha habido una afluencia de militantes de la extrema derecha, de los grupúsculos fascistas en Madrid. Y después gente muy joven y muy articulada, por la influencia de los youtubers, de la gente de TikTok, de esa mitología de hombres hechos a sí mismos, que no necesitan nada de nadie.
— He visto apropiación cultural. En las manifestaciones cantaban «las calles serán siempre nuestras», «¿dónde están las papeletas, las papeletas dónde están?» con letra suya. Muy curioso.
— Cuando decimos que es un movimiento reaccionario es porque tiene como principal objetivo, no la propuesta de un nuevo país o de una solución política nueva, sino la de volver atrás. Es un movimiento que sale para ejercer un derecho de veto. Y para decir, miren, voten a quién voten, este país y este Estado es nuestro. Nos pertenece. Ya pertenecía a nuestros padres y a nuestros abuelos por haber ganado la guerra. Y entonces hay dos cosas que no se votan, que están por encima de la soberanía popular: la nación española. Estaba la pancarta que decía «la constitución destruye la nación». Para ellos, la nación es anterior a la voluntad de los ciudadanos. Y entonces, la voluntad de los ciudadanos no puede modificar ni la composición ni las condiciones de la nación. Este nacionalismo reaccionario es un nacionalismo fuertemente esencialista y antipluralista. La nación está por encima de la democracia. Y entonces salen a decir, tenemos un derecho de veto: como nuestros abuelos ganaron la guerra y nuestros padres negociaron la transición, y nosotros ahora mismo somos minoría en el congreso pero somos mayoría en Madrid, somos mayoría en el aparato del Estado, somos mayoría en buena parte de los gobiernos autonómicos y somos mayoría en los poderes mediáticos y económicos. Entonces, ni la jerarquía social y de género, ni la nación española están sometidas a la soberanía popular. Y, como a todo movimiento reaccionario, le cuesta mucho crear consignas y mitología propia. Pero esto le ha ocurrido siempre al fascismo, que utilizan buena parte de las consignas de la estética de los movimientos a los que contestan.
— ¿Y la segunda cuestión?
— La segunda cuestión que quería decir es que van aprendiendo. Y aquí pongo una cierta distancia con buena parte de la reacción de las izquierdas, españolas y catalanas, que ha sido bromear, reírse de ellos en Twitter. Pues, como cualquier generación va aprendiendo, va dando sus primeros pasos, y salen liderazgos nuevos, cogen símbolos nuevos, aprenden a estar en la calle, salen capacitados para hablar ante los medios, para organizarse, salen amistades nuevas, grupos de amigos que después continuarán la militancia. Buena parte de nuestra experiencia fue trasladar al terreno político institucional afinidades personales, ideológicas, intelectuales, que ya habíamos hecho sobre el terreno. Yo, ese tipo de desprecio, de menosprecio… Lo de estos días ha sido un primer toque de atención. Un toque de atención que los sectores progresistas españoles nos lo hemos mirado desde casa, lo hemos mirado por la televisión. Y esto no es una buena noticia. Aunque ya ha habido investidura, ya existe gobierno, habrá ley de amnistía, esto ha sido un toque de atención de un bloque reaccionario que se va probando, que va creciendo. Y, como cualquier bloque político, los bloques se construyen en el conflicto. Pero una cosa son las protestas de carácter más ultraderechista en Ferraz, y otra cosa son esas protestas que convoca el PP. Yo no descartaría que en estas manifestaciones hubiera votantes o exvotantes del Partido Socialista. O, incluso, que hubiera votantes de la izquierda descontentos con lo que ocurre.
— Idea que leí en Pérez Royo: no salen por la amnistía, salen por Puigdemont.
— Admiro mucho a Pérez Royo, pero no estoy del todo de acuerdo. Puigdemont se ha convertido en un catalizador de buena parte del odio nacionalista reaccionario español. Y debo decir que esto ha sido, tradicionalmente, con la colaboración del PSOE. El PSOE también partió en un momento de la estigmatización de Puigdemont, y ahora lo paga, por lo que el PSOE ha tenido tantas dificultades para explicar a su gente, a sus votantes, el cambio de posición. Tú educaste a tu gente compartiendo manifestaciones con el bloque del 155 con el PP y Vox, pero diciendo que no podías compartir una votación con Esquerra ni, sobre todo, con Junts. Todos recordamos esa frase de Sánchez: me comprometo a traerlo. Puigdemont se ha convertido en un catalizador de cierto odio reaccionario del nacionalismo español. Y en buena parte del votante progresista ha calado mucho esta historia el animal mitológico de la burguesía catalana. De una forma que, incluso, a gente progresista se le hace muy difícil tragar que la amnistía se aplique a miles o cientos de ciudadanos de Cataluña pero también al presidente Puigdemont. No se ha explicado a la gente que la amnistía también puede ser para una directora de escuela que abrió el colegio para el referéndum, o para alguien que fue detenido haciendo desobediencia civil porque quería participar en un referéndum.
— Sobre la burguesía, diga a los amigos progresistas que Puigdemont es hijo de pastelero. Y Ernest Urtasun, hijo de Sarrià. No lo critico. Lo constato.
— En realidad, el proceso soberanista catalán derrumbó a Convergència. De hecho, por eso ahora la gobernabilidad es como es en el Estado español. Pero este animal mitológico todavía funciona mucho. Es una traducción chapucera, simplificada, del soleturismo. Esto ha calado mucho entre las izquierdas más o menos ilustradas.
— Una idea que recoge en su artículo, yo la resumiría con una frase bastante parecida: “Pedro Sánchez ha sido capaz de ganar España dando Madrid por perdida”.
— Yo digo que Sánchez, esta década, se ha visto empujado por una parte por el movimiento del 15-M y, por otra parte, el octubre catalán. Si quiere ser un partido de gobierno, debe pactar fuera de su perímetro ideológico. El PSOE se ha visto en la tesitura de tener que elegir entre ser una muleta del PP o pactar con una izquierda surgida de esa ola de movilizaciones del 15-M y, después, con las fuerzas políticas soberanistas catalanas y vascas. Yo no sé si esto es una elección, si esto es una decisión del PSOE, pero es que no tiene más remedio. El votante de centro-izquierda español ha entendido que hay casi un empate entre los bloques de centro-izquierda y de derecha en España y que este empate sólo lo deshacen los catalanes. Y, de momento, los catalanes deshacen el empate siempre hacia la izquierda. Por el momento. Yo sé que hay mucha gente desencantada tanto del ciclo del 15-M como del ciclo del 1-O. Pero si no hubiera sido por el ciclo del 15-M y por el ciclo del 1-O, el PSOE nunca se habría visto obligado a pactar fuera de su perímetro tradicional. Por eso en diciembre vamos a tramitar la ley de amnistía, que era algo que no sólo el PSOE decía que era imposible, sino incluso los letrados del congreso. Hay gente que dice, es que el PSOE ha cambiado de opinión por interés. Pues, cuidado, que hay actores que comienzan haciendo un camino por necesidad y después lo acaban haciendo por convicción. Al principio, quizás Convergència lo hacía por necesidad de supervivencia. Los procesos políticos cambian a los actores.
— En su artículo dice que hay dos factores democratizadores en el Estado, que son el 15-M y el octubre catalán. ¿Por qué cree que el octubre catalán hace más democrática a España?
– Y me faltaba decir el 8-M y el movimiento feminista. El 15-M cuestiona, sobre todo, el reparto social y económico del poder. El 8-M y el movimiento feminista cuestiona el reparto de roles y la jerarquía de género. Y, en tercer lugar, está el movimiento del octubre catalán, que es fundamentalmente un movimiento independentista. Pero yo lo miro desde España, y como español demócrata reclamo que la composición de la pertenencia a España esté arreglada sobre una decisión democrática. Estas tres oleadas, por circunstancias distintas, hoy se encuentran en una situación de estancamiento. No diría del todo de derrota, porque las tres han producido cosas muy importantes, y los ejemplos son muy evidentes en los tres casos, en los tres niveles. Sin estas tres oleadas, no entenderíamos la situación presente.
— Ahora le hago la pregunta como independentista que soy: a mí me asusta que lleguemos a la España plural, y adiós a la independencia. Esto también puede ocurrir.
— Sí, esto puede ocurrir. Es verdad. Y en eso, no me meto, porque son disquisiciones tácticas y estratégicas del movimiento independentista. Alguien podría decir que una democratización de la relación entre territorios y entre naciones quizás bajaría la voluntad independentista de buena parte de los ciudadanos de Cataluña. Sí, es posible. Pero creo que ningún proyecto político puede basar sus esperanzas en la teoría de cuanto peor, mejor.
— Los comunes a veces han defendido con más fuerza el referéndum de independencia y a veces con menos. Ahora está con poca fuerza. No le pido que me responda en nombre de Sumar, sino en nombre de Íñigo Errejón. ¿Le gustaría ver un referéndum sobre la independencia?
— Es que creo que no hay otra solución. Cada dos o tres años, o cada cinco años, hay como una fantasía entre una parte del progresismo español sobre el suflé catalán. Uf, ya ha terminado. Uf, ya está. Esto, en realidad, nunca acaba. Porque no hablamos del problema catalán, hablamos del problema español. El problema lo tenemos en la idea de nación española. España es el nombre de un Estado en el que conviven varias naciones, y España es también el nombre de una nación. Esta segunda parte es la que olvida a menudo el independentismo. Una nación que tiene vínculos afectivos, culturales y orgánicos con sus miembros. Y que hay gente que la siente como propia de una forma muy fuerte, no sólo gente de derechas. Entonces debe ser un proyecto que sea fruto del acuerdo, de la voluntad del pueblo, y no un proyecto impuesto. Porque, si no, acabamos cayendo en esta teoría de la derecha, que es que cada cincuenta años debe mutilar al pueblo español, porque el 50% del pueblo español no es suficientemente español. La única solución para la convivencia es que sea una convivencia acordada. Y el acuerdo implica la posibilidad de que te digan que no.
— En Sumar no todo el mundo piensa como usted. Y en el programa de Sumar, el referéndum ya se ha quedado un poco aguado. ¿Está de acuerdo?
— Sí, pero hay que reconocer que el referéndum ha quedado aguado también dentro de Cataluña. Lo digo porque, si no, siempre se hace la misma acusación: lo único que faltaría es el coraje de la izquierda española, que nunca se atreve. Pues no es cuestión de coraje, es una cuestión de correlación de fuerzas y de representatividad. Se puede pedir a la izquierda española que sea demócrata, pero no se le puede pedir que haga el trabajo propio de…
— ¿Cómo ve la figura de Carles Puigdemont?
— No le conozco personalmente, que esto siempre es muy importante. Hay cosas en las que no estamos de acuerdo, pero me parece una persona persistente y comprometida con su causa hasta el final. Y esto no es tan común. No estamos tan acostumbrados a ver esto. Su consideración en la política española es ahora tremenda, terrible, pero la consideración en la política española depende de cómo se muevan los equilibrios de fuerzas. Porque veremos una amnistía, y con una amnistía lo normal sería ver cómo vuelve a Cataluña. O la normalización de que en España ser independentista no es delito.
— ¿Por qué no es ministro?
— Mi lugar no está allí. Siempre me ha gustado mucho más la batalla de las ideas. No sé si podría realizar esta entrevista si fuera ministro.
— ¿Quisiera decir algo que no le haya preguntado?
— Aunque haya investidura y que las manifestaciones bajarán de intensidad, esto ha sido un toque de atención de un bloque reaccionario muy amplio, del que los escuadristas y los fascistas que se manifiestan en las calles son sólo la infantería. Es un bloque reaccionario que es mayoritario en el Estado. No tiene el gobierno, es minoritario en el congreso español, pero es mayoritario en el Estado, en el poder económico, mediático, es muy fuerte territorialmente. Y va probando su capacidad de derecho de veto, de poner al gobierno que acaba de nacer a la defensiva. Como si fueran inquilinos en el Estado, diciéndonos: este Estado no es suyo, aunque una suma parlamentaria le haya permitido formar gobierno, atentos, que este Estado no es vuestro. ¿Qué significa esto? Que este gobierno debe tener siempre presente que tiene como tareas, por un lado, la reconstrucción de una fuerza cultural, intelectual y política propia de la izquierda, y por otra, la democratización del Estado y de la economía. Para que nunca vuelva a ocurrir que haya un bloque reaccionario que piensa que sus ideas están por encima de lo que vote la gente. Y para hacer esto, en realidad, hace falta coraje y hace falta empuje. No hay consenso del 78 al que volver. Porque la derecha ya lo da por amortizado, porque los equilibrios (tanto sociales como territoriales) se han roto. Este gobierno no puede ser un gobierno de consolidación, nada hay que consolidar. Debe ser un gobierno para avanzar, de transformación y democratización del Estado y del país.
(1) https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/escuadristas-disputa-bloque-reaccionario_129_10665796.html
VILAWEB