Tras el alzamiento popular ocurrido en Pamplona el 16 de mayo y la posterior llegada del ejército de Asparrots a la capital, tan solo había quedado en manos invasoras el castillo de Santiago, situado aproximadamente donde hoy se levanta el Palacio de Diputación. Había sido erigido por Fernando el Católico, tras la primera conquista de 1512, al objeto de tener bien vigilada la capital, y allí corrieron a refugiarse los soldados de la guarnición, mandados por el alcaide Herrera y el capitán Íñigo López de Loyola, el futuro San Ignacio. Las ruidosas demostraciones de alegría realizadas por los pamploneses tras su liberación debieron despertar la furia de los soldados españoles, por lo que el 22 de mayo de 1521 bombardearon la ciudad, causando grandes destrozos. Los franconavarros respondieron disparando sus propios cañones contra el castillo, y tras 12 horas de cañoneo, en el transcurso del cual el capitán Loyola cayó gravemente herido, la guarnición capituló. Se prometió a los defensores que se respetaría su integridad pero, tal y como relata Peio Monteano, la población pamplonesa, furiosa por los indiscriminados bombardeos, quiso atacar a los soldados, por lo que hubieron de ser llevados fuera de la ciudad. Íñigo López de Loyola, con una pierna destrozada, fue custodiado por el legitimista navarro Esteban de Zuasti, quien curó sus heridas y lo acompañó hasta su casa en Azpeitia.
Esteban de Zuasti participaría después en la desastrosa batalla de Noain, y la casualidad quiso que, justamente un año después de los hechos de Pamplona, el 22 de mayo de 1522, comenzara el juicio contra él, puesto que le acusaban de haber llevado a cabo una «persecución diabólica» contra los españoles. Zuasti eligió el camino del exilio, y participaría en la campaña legitimista de Hondarribia, donde caería muerto. Como la historia la escriben los vencedores, con el paso del tiempo los legitimistas fueron convertidos en «franceses que invadían Navarra», y los españoles que conquistaron el reino pasaron a ser los «defensores» de Pamplona. Así que no debe sorprendernos que, hoy en día, Íñigo de Loyola, responsable del bombardeo de Iruñea de 1521, soldado ocupante que se libró in extremis de ser linchado por nuestros antepasados, sea la única persona de todo el proceso de conquista que cuenta con su propio monumento en Pamplona. Y es que, como dijo William Shakespeare, «Navarre shall be the wonder of the world«, Navarra asombrará al mundo. ¡Ya lo creo que sí…!
http://www.noticiasdenavarra.com/2012/05/27/ocio-y-cultura/inigo-de-loyola-cae-herido-en-pamplona