Albert Hirschman, economista que murió la semana pasada, distinguía entre conflictos indivisibles y conflictos divisibles. Son indivisibles los problemas que en principio no admiten término medio porque plantean disyuntivas excluyentes: la cuestión de la independencia de Cataluña, por ejemplo. Son divisibles, en cambio, aquellos problemas en los que se puede hacer más y menos, en los que se pueden encontrar puntos de acuerdo por la vía de la negociación, la transacción y el pacto.
Cuando Álvarez Junco dice que Catalunya tiene derecho a determinarse y, por tanto, a hacer un referéndum, pero también dice que España tiene derecho a su determinación y por tanto a decidir en referéndum si quiere perder o no Cataluña, está expresando el carácter indivisible de la cuestión de la independencia catalana y, por tanto, la imposibilidad teórica de una negociación. La democracia se basa en el carácter divisible de los problemas. Cuando aparece un problema indivisible hay dos opciones: convertirlo en imposible (con todas las versiones que puede tener ésto, desde la conllevancia hasta la confrontación y la violencia) o buscar la manera de hacerlo divisible. La respuesta de los principales partidos españoles se sitúa en el ámbito de la indivisibilidad: absolutamente nada fuera de la Constitución. El marco legal como garante de la indivisibilidad del problema. La propuesta catalana busca la apelación a la ciudadanía para hacerlo divisible: permitir a los ciudadanos decir la última palabra (la soberanía) y, a partir de ahí, convertir en negociable lo que aparentemente es innegociable: pactar en función de la voz de la ciudadanía.
Sin embargo vivimos en un contexto de autoritarismo donde incluso los problemas más genuinamente divisibles, los derivados de las relaciones económicas, se convierten en indivisibles. Cada vez que un gobernante, como Mariano Rajoy anteayer, dice: «Estamos haciendo lo que es necesario e inevitable», está convirtiendo las políticas económicas en indivisibles, excluyentes de cualquier otra propuesta. Si toda política es indivisible, vamos por caminos que llevan directamente a la sociedad postdemocràtica.