Independentismo y pluralismo ideológico

El pluralismo ideológico sólo es posible dentro del marco del concepto de la democracia nacional. En la concepción política hegeliana el Estado es la máxima autoridad concebible, todo derecho nace del Estado. Esto hoy en día, dos siglos después, está matizado por la existencia de instituciones supranacionales e internacionales. Pero los Estados son el sujeto de derecho internacional que tiene reconocido su territorio nacional.

El independentismo no puede negar el concepto de Estado-Nación. Esto implicaría una extraña idea anarquizante que no se corresponde con la lucha por el Estado propio. El independentismo tiene que cambiar los fundamentos ideológicos del Estado-Nación, pero no negarlo como tal. El Estado-Nación es la comunidad nacional constituida políticamente para su autorrealización como nación.

Ahora bien, el Estado puede ser totalitario o pluralista. El Estado puede ser la herramienta de uniformización ideológica de toda la población o bien la garantía de los derechos de los ciudadanos. Si hay pluralidad ideológica hay también sociedad civil, opinión pública libre. Entonces la función del Estado es garantizar la libertad. El Estado no se impone a la sociedad civil. Por el contrario es el instrumento para la realización de sus objetivos políticos. Esto que por una parte es verdad, por otra genera un espejismo. Entonces parece que cualquier opción política si sigue el procedimentalismo democrático puede utilizar políticamente el Estado cómo quiera. Esto sería el caos, no la democracia liberal.

El independentismo identitario quiere la liberación nacional sobre la base ideológica de un concepto de pueblo lingüístico-cultural. La liberación nacional no se puede entender como una opción política más, sino como el fundamento constitucional del nuevo Estado. El fundamento constitucional de un Estado es la base de cualquier legislación positiva posible. En cambio el pluralismo ideológico tal como se ha llevado hasta las últimas consecuencias en nuestro mundo contemporáneo implica la legitimidad de cualquier ideología, incluidas las que niegan los mismos fundamentos constitucionales del Estado. Además estas ideologías pueden luchar políticamente por el logro de sus objetivos políticos dentro del mismo Estado que quieren destruir. Un Estado independiente tendría que aceptar la existencia de partidos favorables a la reunificación del antiguo Estado opresor. Estos partidos se podrían presentar a las elecciones con todas las garantías jurídicas y políticas y podrian aplicar su programa de acuerdo con el procedimentalismo democrático. Ahora bien, todo esto sería posible de acuerdo con los fundamentos constitucionales del nuevo Estado. Ningún programa político se puede aplicar contra los fundamentos constitucionales del Estado que lo hace posible. Esto no va contra el principio de las mayorías. Más bien al contrario. Toda mayoría procedimentalmente legítima presupone los fundamentos constitucionales del Estado que la hace posible. Para destruir el nuevo Estado los reunificadores además habrían de tener suficiente fuerza política como para conseguir la reforma constitucional.

El independentismo no tiene ningún potencial revolucionario en cuanto a la estructura del Estado-Nación. La inversión revolucionaria afecta a los fundamentos ideológicos y a las relaciones sociales y económicas, pero no a la estructura política del Estado.. Si queremos un Estado plural ideológicamente el modelo ya está inventado. La independencia nacional de Cataluña, por ejemplo, cambiaría las posibilidades políticas de los partidos en cuanto a la política nacional; pero el poder pluralista sería el mismo. Los españoles tendrían todos los derechos políticos, pero en una situación constitucional irrecíproca en favor de los catalanes.

En la cuestión lingüística implicaría cambiar la situación actual. En el orden interno de Cataluña sólo el catalán ejercería el derecho de soberanía. Se podría hablar castellano, pero nadie podría alegar desconocimiento del catalán. Quién desconociera el catalán no sería el ciudadano de la nación soberana catalana, no sería un sujeto de derecho. Estaría en una situación imposible. ¡¡Por supuesto que habría bilingüismo!!. Pero irrecÍproco en favor del catalán.

Las ideas españolistas de que el independentismo es intransigente, intolerante, etc. nacen del odio irreflexivo a los catalanes y a todos sus pueblos oprimidos. El españolismo no es una interpretación racional del mundo. El españolismo es la destrucción de los fundamentos intelectuales del entendimiento humano y el razonamiento ciego sin la percepción intelectual del sujeto moral. También fue Martin Luther King (1929-68) intolerante con los blancos que trataban a los negros como inferiores. Cuando el español con residencia estable en Cataluña me obliga a que le hable en castellano tiene el mismo nivel moral que el blanco que obligaba el negro a levantarse del asiento para sentarse él. Con el odio étnico, negar la obligación universal de conocer el catalán en todos los ámbitos de la lengua, intolerancia absoluta. Hablar español dentro de la obligación universal de conocer el catalán todo lo que se quiera, porque esto es libertad legítima.