EL pasado miércoles me sorprendí al conocer a través de la locutora de CNN+ que Kirmen Uribe, conocido escritor y poeta vasco, había obtenido el Premio Nacional de Narrativa. La sorpresa no hubiera sido tal si a la noticia le hubiera seguido una crónica amplia del conocido autor y su nada desdeñable proyección internacional. Al contrario, como quien no quiere la cosa y sin acusar sonrojo, la locutora afirmó nada menos que Kirmen Uribe se dio a conocer cuando el nuevo lehendakari Patxi López eligió un poema suyo para la jura del cargo ante el árbol de Gernika. Al parecer, la extensa obra del poeta en euskera, traducida en muchos casos al inglés y al francés, además de al castellano, era desconocida antes de que la leyera ante las cámaras el lehendakari. Y no sólo eso, terminó el reportaje con unas imágenes de Patxi López leyendo con torpeza el citado poema ante la Casa de Juntas, convirtiendo, una vez más, al rimbombante y recién estrenado lehendakari en tema central de una noticia ajena.
Hubiera bastado con que la locutora buscara Kirmen Uribe en Google para obtener amplia información sobre la extensa obra y trayectoria del joven autor de Ondarroa. Pero no. Lo importante, a fin de cuentas, no era la información cultural, ni el meritorio premiado, sino aprovechar el viaje para volver a hacer bandera de la gesta patriótica que ha supuesto para el nacionalismo español la consecución de la Lehendakaritza. Aunque sea con métodos poco honrosos, como la ilegalización de miles de votos. Pese a lo ridículo que pueda parecer, el mensaje, imperialista a más no poder, tan ignorante como la ingenua bobería de un yanqui cuando evidencia no saber dónde está ni el mapa de la Península Ibérica, tiene una sorprendente efectividad: transmite una gran verdad, su gran verdad, que consiste en que para ser conocido y reconocido por la inmensa mayoría de los españoles, uno tiene que ser leído por su lehendakari. No importa que otros hubiéramos disfrutado en Iruña, en Argentina o en Nueva York, de los poemas de Kirmen Uribe. Antes de escuchar los balbuceos en euskera de ese gran libertador, que por ese simpático sentimiento de sano regionalismo lee en euskera frente al árbol sagrado, Kirmen Uribe no existía en la conciencia del pueblo español. Y no había alcanzado el carácter cosmopolita que se nos veta a todos los vascos casi por nacimiento. Por sistema, si además somos nacionalistas. Aunque crucemos el mundo y lleguemos a la Gran Manzana mucho antes que CNN+, la locutora no dirá lo que corrobora una simple consulta a la Wikipedia: que éste, como otros muchos autores vascos, llegó a América muchísimo antes que ellos a la cultura vasca. Pero claro, eso supone asumir mucho. Para empezar, la propia ignorancia y el aldeanismo del nacionalismo español. Y no estamos para eso. ¡Bendito ombligo!