¿Cuando es necesaria la unidad política?

La proximidad de las elecciones europeas ha puesto sobre la mesa la conveniencia o no de presentar una candidatura unitaria que incluyera a todos los partidos favorables al llamado ‘derecho a decidir’. Es decir, desde las CUP hasta UDC. Yo mismo, hace meses, apoyé una iniciativa de Ernest Maragall firmando la convocatoria ‘Juntos en Europa’, que proponía la «unidad catalanista en el Parlamento Europeo». Además, ha sido -es- un clamor de la mayoría de las organizaciones soberanistas, que suelen considerar que la unidad de estos partidos es particularmente necesaria para asegurar el éxito final del proceso. Sin embargo, y pendientes aún de que se produzca una sorpresa a última hora, la mayoría de partidos se han descolgado de manera explícita o implícita.

Desde mi punto de vista, la candidatura unitaria haría visible, aquí y en Europa, lo que a lo largo de la legislatura europea que ahora termina ha sido una realidad gracias a los diputados Ramon Tremosa (CiU), Raül Romeva (ICV) y Oriol Junqueras (ERC) -hasta que se retiró-, y al que acabó incorporándose también la diputada socialista Maria Badia, razón por la cual, por cierto, fue arrinconada por el PSOE. Lástima que no se pueda decir lo mismo del diputado Salvador Sedó (UDC), entregado en cuerpo y alma -cuando ha asistido a las sesiones- a las directrices del grupo popular. Sobre el papel, pues, parece que habría podido ser una posibilidad oportuna en un momento decisivo.

También se ven, sin embargo, las limitaciones de la idea. Una candidatura construida sobre el derecho a decidir tenía -o tiene- sentido en el punto de partida, pero entraría en conflicto a los pocos meses, cuando el proceso soberanista hubiera superado el estadio de la reivindicación de la consulta. Es decir, se rompería cuando, conocida la voluntad mayoritaria del país, si fuera el caso, Cataluña tuviera que dar el paso de negociar y declarar la independencia. Por tanto, es comprensible que algunos partidos consideren una renuncia excesiva el hecho de no poder competir ahora con su propio perfil en nombre de una candidatura unitaria. Y se entiende que les represente un esfuerzo desproporcionado el haber de aguantar la incomodidad de tener que según qué compañeros de viaje para hacer un trayecto tan corto.

¿Esto significa que la unidad política no acabará siendo nunca posible? Mi opinión es que la verdadera unidad política, la que será realmente insoslayable, es la que se producirá alrededor del proceso de declaración de independencia. Para ser más preciso, es la que deberá cubrir el lapso de tiempo que va desde la expresión mayoritaria de una voluntad democrática de independencia -si este es el resultado de la consulta- hasta el inicio de lo que será el proceso constituyente cuando se haya declarado la independencia. Entonces, cada fuerza política -muy probablemente, con perfiles nuevos- deberá presentarse a las elecciones del Parlamento que redactará la nueva Constitución de la República catalana. Es decir, según mi criterio, la unidad será imprescindible en el período en que la mayoría independentista de ese momento tenga que afrontar la ruptura del viejo orden constitucional y asumir, con todas las consecuencias, las potestades del nuevo Estado.

En cambio, tan importante como la unidad de los partidos es la cohesión desde ahora de los movimientos populares independentistas. Una cohesión que en ningún caso debe significar ni unificación de organizaciones, ni siquiera determinación de una única estrategia de presión política. La diversidad de organizaciones, estrategias y tácticas es más una fortaleza que una debilidad en todo el proceso. Lo importante es la confluencia en un único objetivo: el logro de la plenitud política de la nación catalana, desarrollada y reconocida a través de un Estado propio.

ARA