Equipado con un aparato de descodificación TDT, pude ver el último documental del canal Intereconcomía sobre el golpe hondureño transmitido el pasado sábado. Consistía en una serie de entrevistas con representantes del gobierno de facto de Roberto Micheletti -una de ellas al mismo presidente golpista- todos lamentando el aislamiento internacional de Honduras en su heroica lucha contra la insidiosa expansión del comunismo, perdón, queria decir, contra el chavismo.
El único portavoz de la oposición al golpe -que el periodista de Intereconomía calificaba como la «izquierda radical»- era un manifestante que el equipo de Intereconomía debió de pillar por ahí siguiendo aquella norma de que basta una ratio de 12 a favor y 1 en contra para ser «fair and balanced» -equilibrados y justos- inventado por el canal norteamericano Fox News cuando aún era el órgano de propaganda de la casa Blanca de George W Bush.
Intereconomía optó por no entrevistar, por ejemplo, a Irma Villanueva, la madre de 25 años violada cuatro veces por policías hondureñas tras participar en una manifestación la semana pasada a favor de la restauración de la democracia en Honduras.
Ni entrevistó a las otras mujeres de la resistencia abusadas por las fuerzas del estado golpistas que -recordando quizás su formación en la School of the Americas en Virginia y, concretamente, las clases sobre Chile y Argentina- se han dado cuenta de la gran eficacia de la violencia sexual para intimidar a la oposición. Ni habló con familias de los cientos de detenidos. Sí habló con la vicecanciller de Micheletti, quien, luciendo vestido del barrio de Salamanca y dentadura de Miami , parecía aun estar viviendo la guerra fría cuando dijo que «los países europeos que han sufrido el comunismo entenderán el sacrificio del pueblo hondureño».
Y, por lo general, lo que llamó la atención del programa de Intereconomía era su semejanza a la propaganda que se producía en EE.UU. y América Latina durante la guerra fría muchas veces bajo la vigilancia todopoderosa de Otto Reich, censor y chantajista de periodistas en los años Reagan y subsecretario de Estado durante los años de Bush junior. No sé si Intereconomía tiene que responder a algún Otto Reich en la cúpula del Partido Popular, pero, como en un museo temático de medios de comunicación, el canal reprodujo a la perfección las técnicas chapuceras, los trucos descarados y la casposa estética periodística que Reich pedía a sus reporteros a sueldo logrando sembrar tanta desinformación en medios estadounidenses en los ochenta que muchos temían una invasión sandinista en Texas. Viendo Intereconomía el sábado cualquiera hubiera creído que, de no ser por el heroico Micheletti, los buques de guerra venezolanos ya estarían cruzando el golfo hacia Miami. Y luego -ayudado por sus aliados infiltrados Zapatero y Moratinos- a Madrid.
La diferencia, por supuesto, es que ahora nadie se lo cree. Casi diría yo que Intereconomía ha hecho un favor a la campaña internacional contra el golpe al subrayar lo que otros medios mucho mas modernos y cuidadosos -la CNN por ejemplo- han querido evitar a toda costa; que los ministros elegidos a dedo en reuniones a puerta cerrada en la madrugada de Tegucigalpa tras el secuestro a punta de pistola de Manuel Zelaya hace ya casi dos meses, se parecen mucho a los ministros de los gobiernos golpistas de los setenta y ochenta. Seducida por su entrevistador adicto, la vicecanciller se transportó a otros tiempos y hacía constantes referencias a la amenaza comunista. Y a nadie en la sala de edición de Intereconomía se le ocurrió comentar que, veinte años después de la caída del muro y con Obama en la Casa Blanca, calificar a militares latinoamericanos como valientes defensores de la libertad contra la marea roja no es el mensaje que se quiere dar. Aun peor para quienes veían el programa en la noche del sábado, poco después de la hora de la cena en España, a los editores de Intereconomía se les olvidó borrar los repetidos eructos de uno de los altos oficiales del régimen michelettista.
Claro, Intereconomía no es la CNN y la derecha española no es Obama pese a la ambigüedad de éste en la reacción ante el golpe. Según Intreconomía, «el primer gobierno en reconocer a un gobierno elegido en elecciones en noviembre será probablemente Estados Unidos». Pero esto parece ser wishful thinking de una derecha española que por mucho partido que intente sacar de tachar a Zapatero por ser aliado de Caracas y no de Washington, carece del más mínimo contacto con la administración Obama y aunque lo tuviera jamás entendería la coalición que llevó al la Casa Blanca. En realidad, el presidente estadounidense rehúye todo lo que le puede vincular con la vieja derecha latinoamericana o española y está muy pendiente de las presiones de aliados importantes como Brasil así como sectores progresistas en estados Unidos.
Y no me refiero solamente a los que Intereconomía calificarían como la izquierda radical -John Womack, catedrático de Historia Latinoamericana de Harvard de 74 años, por ejemplo, uno de los 93 académicos que han firmado una nueva carta pidiendo una investigación a Human Rights Watch por abusos en Honduras, o Amnistía Internacional cuyo nuevo informe denuncia represión en Honduras-. Los académicos estadounidenses -que incluyen los principales expertos en EE.UU. en historia latinoamericana, entre ellos Womack- advierten algo que el equipo de Intereconomía olvidó incluir en su programa, «una serie de asesinatos con móviles políticos, cientos de detenciones arbitrarias y arrestos masivos de la oposición, la represión violenta de manifestantes. Añaden: «Es de importancia máxime investigar estos abusos ya que este golpe puede servir de precedente para otros golpes en al región». La historia ha demostrado que los golpes suelen dar lugar a los peores violaciones de derechos humanos como en el Chile de Pinochet, la argentina de Videla y en Haití de Cedras».
Obama -a diferencia de Intereconomía- no querrá ignorar estas voces, algunos ex compañeros suyos de Harvard y Chicago. Pero hasta su oído más kissingeriana escuchará también a empresas interesadas en mantener una imagen democrática y, ante todo, moderna,. Por eso, y porque no quieren que una guerra civil perturbe su cadena de suministros desde las fábricas de confección hondureñas, Nike, Adidas y otros se han opuesto al golpe. Estas empresa -«lo que pasa por el segmento modernizador de la burguesía hoy en dia», dice Greg Grandin de la Universidad de Nueva York, uno de los firmantes de la carta- hasta pueden convencer a Hillary Clinton.