Hemeroteca: La sentencia del Constitucional

TRIBUNA CATALANA

Marta Rovira

Legitimidades

 

No hay duda de que la sentencia del TC confirma una crisis de legitimidades que se va cociendo desde hace un tiempo en el sistema político español. Finalmente, la sentencia no es más que el detonante de una divergencia que ha ido creciendo entre la manera de ver la relación entre Catalunya y España, desde Barcelona y desde Madrid. Para los catalanes, es innegable que la legitimidad democrática está en el voto expresado en referéndum. Incluso forma parte de un consenso muy arraigado en el país la idea que la legitimidad de cualquier propuesta política que surja de Cataluña debe tener finalmente como sujeto de decisión al pueblo de Cataluña. Es decir, el conjunto de los ciudadanos, a través de las mayorías que correspondan en cada caso y en cada momento.

Desde España se parte de otra fórmula de legitimidad, que es la que finalmente incita una expresión tan antidemocrática como «la indisoluble unidad de España «. Esta perspectiva antidemocrática, sin embargo, se basa en una legitimidad que tiene un consenso perfectamente arraigado en la sociedad española, y que pone por delante los derechos del Estado por encima del derecho de los ciudadanos. La historia nos puede dar muchos ejemplos de la aplicación de esta concepción española del derecho legítimo. Una concepción que se basa a la vez en la consideración de España como una entidad por encima de las personas, y como una entidad que niega otras.

La repetida negación de las otras naciones «conquistadas» forma parte de una manera reiterada del discurso legitimador del modelo político español, y que se sublima en la expresión «la indisoluble unidad de España». Por tanto, el TC no sólo se erige, a los ojos de los catalanes, como entidad ilegítima, sino que él mismo niega a través de su actuación que Cataluña tenga legitimidad como sujeto. Este espíritu de conquista español es el que se rebela contra las «concesiones de la transición», y que emerge más fuerte que nunca ahora .

El dilema que se plantea, pues, no es sólo el de si los catalanes queremos o no formar parte de España. El dilema es de más calado, ética y políticamente. Los líderes políticos catalanes deberán decidir si, con su actuación a partir de ahora, defienden un mandato democrático de los ciudadanos, o se amparan bajo el paraguas institucional español. Si sirven al pueblo que les ha elegido o sirven a las leyes injustas del Estado. Dudo que el dilema se resuelva con el tótem de la «unidad» , que puede acabar convirtiéndose en un motivo para adquirir los mínimos compromisos posibles, sino con la valentía ética de aquellos que quieran dar el primer paso para no arrugarse, y ponerse al frente de los catalanes para salvaguardar su derecho a decidir democráticamente.

 

La Vanguardia

Autonomía bajo vigilancia

Francesc-Marc Álvaro


El veterano diario madrileño Abc acertó ayer con el verbo elegido para describir lo ocurrido: “El TC purga el Estatut”. Purgar tiene una acepción médica y una política, que remite a una de las peores prácticas del totalitarismo soviético, el de las purgas de personal sospechoso de desafección. En perspectiva española y españolista, el Estatut nació enfermo y debía ser purgado para que no infectara con su toxicidad la salud entera del Estado. Catalunya -siempre sospechosa de desafección- debía recibir adecuado tratamiento por haber osado explorar los límites del tablero de juego siguiendo escrupulosamente las reglas del mismo. La purga ha sido severa, profunda y de efectos devastadores en el organismo intervenido. Más de lo que parece.

Hay dos maneras de analizarla. La primera consiste en aplicar el método del vaso medio lleno/medio vacío y, con ayuda de los técnicos constitucionalistas, ir contando las partes del tejido que han quedado a salvo y las que se han visto literalmente destruidas por la sustancia administrada. La segunda consiste en valorar la mera existencia de la sentencia del TC sobre el Estatut como la plasmación inequívoca de un golpe de timón constitucional que, a partir de ahora, pone a la autonomía catalana bajo estricta vigilancia; Catalunya es un cuerpo extraño, una anomalía, y como tal será tratada. Este cronista analiza los graves hechos que estamos viviendo a través de este segundo prisma.

Se nos ha dicho, con solemne retraso, que el Estatut votado por el Parlament, por las Cortes españolas y por la ciudadanía catalana en referéndum no vale, no sirve.

Nada parecido había ocurrido nunca desde la recuperación democrática. Repito: nada como esto. Que el TC sea un organismo averiado, carcomido por el partidismo y desprestigiado sólo añade color local -el del esperpento valleinclanesco- a la escena. Lo sustancial es que unos pocos magistrados, intérpretes supremos de la Constitución de 1978, tienen más fuerza que los legisladores y que el pueblo llamado a las urnas. La cuestión, claro está, es política, no jurídica. El que no vea en esta circunstancia una ruptura histórica de grandes dimensiones y efectos impredecibles debería acudir rápidamente al oftalmólogo. Se considere usted centralista, autonomista, federalista, independentista o indiferente, debe saber que, desde la tarde del lunes, hemos entrado en una etapa radicalmente nueva.

Es una ironía del calendario que todo esto pase cuando celebramos el centenario del nacimiento del historiador Jaume Vicens Vives, cuya obra Notícia de Catalunya está en la base del catalanismo surgido después de la Guerra Civil, el que buscaba el autogobierno y un nuevo pacto entre los catalanes y la España castellana, el que fue uno de los motores indispensables y más potentes de la transición. La sentencia del TC envía un mensaje claro: otra forma de hacer España no es posible, ni realizable ni pensable. La demanda catalana de más poder y más recursos es absolutamente indigerible para la cultura política española de hoy.

El único autonomismo válido para Catalunya será, desde ahora, el que pase los controles constantes de una vigilancia especial, regida por el principio de la sospecha. He aquí el proceloso mundo de los artículos estatutarios que son reinterpretados, siempre a la baja. Pero la férrea reacción uniformista que ha plasmado el TC es el peor favor que le pueden hacer a esa unidad española que tanto dicen defender. La encuesta de Noxa para La Vanguardia del pasado mayo indicaba que hasta un 37% de los catalanes votaría a favor de la independencia. ¿Cuántos independentistas crea la sentencia del TC? Por otro lado, el federalismo voluntarista del PSC pasa a ser, irremediablemente, una pieza de museo.

¿Qué hacer a partir de ahora? La celebración de elecciones es una salida imprescindible pero no suficiente. Porque el desafío al que se enfrentan la sociedad catalana y sus dirigentes es de tal amplitud, de tal densidad y de tal complejidad que no valen comparaciones ni analogías históricas. Además, la coincidencia de este cuadro de crisis institucional con la crisis económica tiene un doble efecto cruzado: aleja a los catalanes poco o nada catalanistas de cualquier discurso reivindicativo mientras da más argumentos no sentimentales a los catalanes catalanistas para desplazarse hacia el soberanismo. ¿Quién será capaz de armonizar los discursos que reclaman la crisis estatutaria y económica sin descoyuntarse? ¿Qué candidato a president será igual de convincente cuando hable de un gobierno eficaz y de un proyecto que nos saque del atolladero? Tengamos en cuenta tres fenómenos simultáneos: a) a pesar de sus debilidades y de sus fragmentaciones, el catalanismo es el único relato colectivo que da cierta consistencia a la sociedad catalana; b) el mundo catalanista se va desplazando hacia posiciones  rupturistas, debido a la fatiga y a una creciente desconexión mental de España; y c) la sociedad catalana ajena al catalanismo vive la peripecia estatutaria como un ruido lejano e incomprensible, lo cual no excluye que el PP u otros grupos articulen eventuales apoyos a lo que representa la sentencia del TC. Así las cosas, la política catalana, amén de necesitar liderazgos que no teman decidir, debe superar dos serios obstáculos, si quiere ofrecer algo útil en esta delicada hora: la dispersión de energías y la pérdida de confianza de amplios sectores sociales en los partidos y las instituciones.

 

 

TRIBUNA CATALANA

» Lo peor es que la sentencia … «

Ivan Mambrillas

 

1 . La sentencia del TC no es una especie de golpe de estado técnico destinado a impedir la libre determinación de los catalanes, sino el resultado de una estricta, aunque formalmente indecorosa, observancia de las reglas de juego. Es así porque una de las principales razones de ser de este juego es, precisamente, la negación de cualquier cosa parecida a la libre determinación de los catalanes: el único sujeto de soberanía, en este estado en el que jugamos, es España. El alto tribunal no ha vejado a la nación catalana porque la nación catalana no ha existido nunca: ni antes de la sentencia ni ahora. ¿Hemos visto ahora, pues, lo que no queríamos ver antes?

2 . Los hay que sí y otros que no. Los hay que, desde un catalanismo que trata de ser consecuente, aceptan España como marco indefectible de cooperación. Que entienden lo de la construcción nacional como un proceso inseparable de la dialéctica política con España. Que viven la conllenvancia de Ortega, no como una fatalidad, sino como un reto asociado al de hacer país. Y que, en parte por ello, se han tragado, desde la Transición, sapos y culebras en abundancia. Lo de ahora, sin embargo, les resulta demasiado grande: un tribunal impresentable, cuatro años después, impugna parcialmente, a instancias de la reacción, un estatuto refrendado por el pueblo. La criatura les llora, pues, por dos motivos: por el ataque al autogobierno, intolerable por cuanto el estatuto estaba saturado de legitimidad, y por el ataque a su modelo de España, abrazado con auténtico optimismo histórico junto a las relaciones centro-periferia.

3 . » Lo peor es que la sentencia da la razón a los independentistas.» Uno se pregunta cuánta evidencia empírica habrá que acumular para que nos otorguen, a los independentistas, la presunción de lucidez

El TC arrastra los federalistas hacia al independentismo

Que el federalismo en España sólo existe con fuerza en Catalunya no es ninguna novedad. Muchos catalanes siempre han creído en la posibilidad de vivir perfectamente dentro de una España que aceptara su propia diversidad como un elemento enriquecedor. El problema es que la historia se ha empeñado en desmentir esta tesis, y los últimos años se ha ido generando un cambio en personas que, a pesar de que nunca se habrían definido como independentistas, se dan cuenta de que en un hipotético referéndum acabarían votando por la secesión. Esta tendencia se agudizará, con toda seguridad, a raíz de la sentencia del TC sobre el Estatut.

Un claro ejemplo de este fenómeno es el eurodiputado Raül Romeva, que ha afirmado que » si hoy hubiera un referéndum sobre la independencia de Cataluña votaría que sí». Romeva ya había hecho declaraciones similares antes de la sentencia, y ha recordado que ya hace tiempo que «se dio de baja del barco federalista español». En todo caso, es uno de los muchos federalistas que, desencantados, han ido dejando de lado esta opción.

Los primeros en intentar capitalizar esta tendencia han sido los dirigentes de Esquerra. Los republicanos son conscientes de este cambio de inercia, y el propio Puigcercós ha hecho un llamamiento a PSC e ICV a confiar en el independentismo una vez demostrado que la España federal es inviable. Este martes, de hecho, los republicanos han organizado un acto titulado ‘La izquierda nacional, motivo de cambio político en Cataluña’, que ha contado con la presencia entre el público de destacadas personalidades del federalismo catalán como el ex consejero socialista Ferran Mascarell y los secretarios generales de CCOO y UGT de Cataluña Joan Carles Gallego y Josep Maria Álvarez, además de Jordi Coca, Isabel Pallarès, Antonia Gil, Rafael Nadal y Miquel de Palol.

En el acto, moderado por el conseller Joan Manuel Tresserras, ha participado el presidente de ERC Joan Puigcercós, el director del CCCB Josep Ramoneda, la abogada Gemma Calvet. En la charla-debate, Puigcercós ha dicho que al igual que ERC otorgó confianza al federalismo en 2003, ahora la izquierda federalista debería devolver el favor a los republicanos. El líder de ERC ha reclamado una apuesta para refundar la izquierda nacional catalana desde una óptica catalana «autocentrada».

 

Joan Rigol:

«¿Quiénes son ellos para decir lo que somos y lo que queremos ser?»

 

El expresidente del Parlamento de Cataluña, Joan Rigol, ha sentenciado que el recorte estatutaria del TC supone ir «contra la dignidad de nuestro pueblo»  «¿Quiénes son ellos para decir lo que somos y lo que queremos ser los catalanes? Es que en nombre de una interpretación constitucional nos hemos de disolver como catalanes para convertirno simplemente en miembros del pueblo español? ¿Quiénes son ellos?«.

A partir de la profunda indignación, Rigol ha culpado a los dos grandes partidos españoles de no querer la renovación del alto tribunal y se ha preguntado: «¿Cuántos catalanes que votamos sí a la Constitución del 78, hoy diríamos no? Sobre todo sabiendo a qué tipo de personajes del españolismo más jacobino ha ido a parar la interpretación constitucional» .

El autor del artículo Acatar no es agachar la cabeza ha subrayado que «es cada vez más estrecho el margen que dejan los posibilistas de una convivencia positiva y solidaria» Y que ante el «ataque a la dignidad» que supone la sentencia del TC «no podemos agachar la cabeza«: «Para nosotros ser una nación no es un hecho irrelevante jurídicamente. Es la concreción política de nuestra identidad. Hay que observar la irresponsabilidad política de quienes interponen el recurso y que ahora nos piden prudencia a nosotros. Y también hay que observar a la representante del gobierno español, que nos quiere hacer creer que Catalunya ha ganado con esta sentencia y reduce la cuestión política a la pugna atávica entre los partidos españoles. ¡Qué irresponsabilidad tan grande!«.

Joan Rigol ha reiterado la pregunta «¿quienes son ellos para decir lo que somos y lo que queremos ser?» en el artículo y ha sentenciado que «necesitamos sobre todo no agachar la cabeza» Y que la respuesta debe pasar por una manifestación de toda Catalunya «bajo el único lema de Somos una nación» y en la que el catalanismo político vertebre «políticamente esta expresión del pueblo catalán» .

Finalmente el ex presidente del Parlamento de Cataluña ha dicho que necesitamos esta respuesta «como el pan que comemos» para que «sepan incrustar el problema catalán en el meollo de la gobernabilidad del Estado«: «Depende de nosotros. Es necesario que los políticos catalanes de hoy sepan definirse y comprometerse en la definición de estos elementos fundamentales de nuestro ser nación. Sin este compromiso de unidad, el efecto de la gran manifestación se evaporará y no habremos encontrado el lenguaje político para decir a esta España: no. No hemos agachado la cabeza y estamos en el inicio de una nueva etapa de relación mutua«.

 

 

 

 

El IEC considera inadmisible la sentencia del TC

 

Políticamente insólita e inadmisible. Esta ha sido la valoración del Institut d’Estudis Catalans ( IEC ) sobre la mutilación estatutaria del Tribunal Constitucional (TC ). Salvador Giner, presidente del IEC, y una representación de su equipo de Gobierno han puesto de manifiesto esta semana su estupefacción e indignación por la demoledora sentencia con la que el TC se  ha «otorgado el derecho a decidir» sobre el Estatut de Autonomía de Cataluña.

La principal institución de la lengua catalana en el país ha rechazado fervientemente «cualquier limitación de los derechos lingüísticos» que pueda hacer esta resolución y ha dicho que el rechazo se basa en las limitaciones que la sentencia aplica «a la eficacia de los derechos lingüísticos individuales y colectivos, así como a las competencias en derecho, economía y símbolos nacionales». El IEC ha considerado que la exclusión del término «preferente» en la sentencia es «un error de los muchos» que contiene la sentencia del TC porque que la lengua catalana es la lengua del país de hace 1000 años » y por lo tanto, debe ser hegemónica, sin aplastar a ninguna otra lengua, con las que debe convivir de manera armónica».

El IEC ha sentenciado que los tijeretazos Estatuto son, también, un retroceso democrático porque «se ha enmendado una decisión del pueblo catalán, del Parlamento y los diputados españoles» y, en este sentido, la institución ha instado a la ciudadanía a movilizarse en defensa del derecho del pueblo catalán para decidir democráticamente su futuro «con firmeza». La declaración del Instituto ha contado con la participación y presencia de numerosos miembros del IEC de todas las secciones e instituciones filiales, que han querido subrayar el carácter de «subordinación que se pretende de Catalunya» con esta sentencia .