¡Hacer un Tortosa!

Lo recomiendo muy mucho… Hagan un Tortosa tan pronto como puedan, y vayan a visitar la capital de las Tierras del Ebro, con su catedral, el castillo de la Suda y la proximidad de los Puertos o del delta del Ebro, según preferencias personales… Es una recomendación que puede ser hecha a todo el mundo, para cualquier momento: ¡haga un Tortosa!

Ahora, si ‘hacer un Tortosa’ se ha hecho famoso recientemente es el caso que le hicieron los ciudadanos de dicha ciudad a aquella señora de Ciudadanos a la que le gusta montar pollos, que se paseaba por Tortosa con la misma visibilidad que tenía Nicole Kidman en ‘Los otros’ de Amenábar. De ahí la recomendación de ‘hacer un Tortosa’, que se ha aplicado hoy en Alella, cuando actuaban en dúo la señora a la que le gusta montar pollos y el señor que viene a Cataluña a montarlos, porque nunca los montaría en Madrid, ya que allí las cuestiones son serias («de Estado», las llaman).

Esto de hacer un Tortosa físico a los pollos montados por el unionismo a quien «le cuesta pensar» es una sugerencia viable, útil y oportuna. Y lo es porque se puede predicar siempre que se dé la misma premisa o situación: una provocación por parte de alguien para causar tensión física, y si puede ser, con incidente incluido. Dicho esto, también hay que ser consciente de que no todo sugerencia puede convertirse en dogma aplicado a cualquier situación y en todo momento. En este sentido, uno de los ‘hits’ tuiteros de final de agosto ha sido la recomendación persistente, hasta la obstinación, por parte de tuiteros pro independencia a otros tuiteros pro independencia, de obviar y descuidar noticias y mensajes desde el ‘unionismo más militante en la cosa pollastrera. ¡Hacer un Tortosa digital!

No entraremos en el detalle de que invisibilizar líderes políticos y sociales con cientos de miles de seguidores es tarea mítica para el tuitero estándar. Aunque son muy curiosas las reglas de estilo acuñadas para disminuir la visibilización del mensaje ‘a tortosear’, tienen un más que dudoso futuro en medios tan ágiles como los que pueblan las redes sociales…. Más directo: el Tortosa digital como consigna irreflexiva es un desastre monumental para quien lo preconiza, porque quita visibilidad sólo marginalmente al mensaje que se quiere combatir, a cambio de regalarle el monopolio del relato.

Creo que el independentismo catalán aún no ha entendido del todo cuál fue el resultado del gran Tortosa que se hizo a la dinámica social y política del Estado y de la sociedad española en los años 2016 y 2017, en lo que era como una competición para lucir quien estaba más y mejor desconectado. Y tan grande fue el Tortosa que adoleció de comprensión de cuál sería la reacción del Estado español a la dinámica de la política catalana, en general.

Uno de los ejemplos más ilustrativos es que no se entendió que el «¡A por ellos!» no era sólo un grito beligerante de unos miles de extremistas ultranacionalistas (que también), sino que reflejaba la convicción de una parte muy mayoritaria de la sociedad española, a partir de la información difundida por la mayoría del espacio audiovisual central: los españoles eran literalmente agredidos en Cataluña por las hordas separatistas. Sic. No era catalanofobia; era promoción de la empatía con los con-nacionales en un conflicto entre naciones, en donde las manipulaciones informativas y el fantasma de la violencia física antiespañola habían regado un terreno, eso sí, sembrado por la catalanofobia. Muchos catalanes lo han entendido mejor más allá del Sénia y de la Franja, cuando han ido allá de vacaciones este verano.

No es que una mejor comprensión de la dinámica social e institucional española hubiera hecho ir las cosas de forma muy diferente el pasado otoño en Cataluña, pero quizás los independentistas, en particular, y los preocupados por las libertades civiles y políticas, en general, habrían estado mejor preparados para hacerles frente. Y es que no tiene nada de original. Cualquier entrenador de fútbol intenta entender a su rival (afición incluida) antes de una final; en cualquier conflicto se intenta entender, analizar y medir las fuerzas y dinámicas del adversario para aumentar las posibilidades propias… y el conflicto democrático y pacífico no es diferente.

En los procesos sociales y políticos, como en la vida en general, descuidar las dinámicas -y las informaciones- que nos afectan no es muy buena idea, aunque sólo sea porque supone entregar el monopolio del relato y de la anticipación de la reacción al adversario. Por ello, ¡a menudo hay que hacer un Tortosa a hacer un Tortosa!

ARA