Grossman, testigo de la maldad

Adentrarse en la obra de Vasili Grossman es un viaje en profundidad a los tiempos más amargos de la barbarie del siglo pasado. Vida y destino es posiblemente el relato que mejor describe la maldad del nazismo y el estalinismo, una obra que es comparable a Guerra y paz de Tolstói y que fue confiscada por el KGB sin que su autor la viera publicada en vida. Marta Rebón, colega en estas páginas de Opinión, ha traducido con una gran fluidez literaria mucha de la extensa obra de Grossman, que incluye también Todo fluye, una recreación de la violencia del Estado soviético que empieza con Lenin y sigue despiadadamente con Stalin, retratando las miserias de la condición humana con un grito contra los totalitarismos de cualquier tipo que niegan la libertad humana.

La biografía de Vasili Grossman de Alexandra Popoff me ha acompañado en los últimos días de verano en los que los cañones de guerra y muerte no han dejado de sacudir a un mundo enfrentado por la brutal guerra de Ucrania, el país que, junto con Polonia, sufrió las más sangrientas atrocidades tanto por parte de Hitler como de Stalin. Grossman es un escritor y periodista judío, lúcido y trabajador, que conoce de cerca las persecuciones del régimen soviético a los intelectuales y disidentes que entran en las tenebrosas purgas de Stalin.

Al término de su fecunda experiencia literaria como excelente cronista de guerra en la batalla de Stalingrado y como primer periodista testigo del campo de exterminio de Treblinka al entrar con las tropas soviéticas, Grossman se muestra pesimista en lo que pueden llegar a hacer quienes tienen un profundo desprecio por la vida de los demás. Yo no creo en el bien, creo en la bondad, es una de sus reflexiones del final de sus días. Sugiere que Rusia tiene que afrontar su historia porque un país incapaz de enfrentarse a su pasado será imposible que pueda vivir en libertad su futuro.

Grossman entiende que tanto el régimen nazi como el soviético habían emprendido el asesinato a una escala industrial. Se atribuye a Stalin la expresión de que un asesinato es una desgracia, pero que un millón de muertos es una estadística. Hitler los asesinó por millones, especialmente a judíos y gitanos por razones de odio étnico.

Es interesante la discrepancia entre Vasili Grossman y Hannah Arendt que ha salido a la luz sin que ninguno de los dos supiera el posicionamiento del otro. Con ocasión del juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén, Arendt acuña la expresión banalidad del mal, situando al asesino de masas Eichmann como un burócrata irreflexivo, lo que le sirve de atenuante personal para cargar la más alta culpa al Estado que diseñó las matanzas. Grossman, en Vida y destino, sitúa a Eichmann entre la élite de la jerarquía nazi, con los diseñadores del Holocausto y uno de los arquitectos de la solución final.

La obra de Grossman es imprescindible para acercarse a las épocas de tinieblas del siglo pasado. Desarrolla la acción de forma alternativa en el gulag, en un campo de concentración nazi, en el frente de Stalingrado o Varsovia, en la Alemania nazi y en la Rusia soviética.

Al igual que Tolstói, Grossman retrata figuras históricas junto a personajes de ficción con un ritmo épico, incluyendo episodios de guerra y espacios de paz. Fue ensalzado y perseguido por el régimen. No se sentiría cómodo en la Rusia de Putin.

LA VANGUARDIA