Gerard Furest Dalmau: «Tener un Estado propio no es suficiente para salvar el catalán»

Según la última Enquesta d’Usos Linguïstics, solo el 30% de la población catalana tiene el catalán como lengua de uso habitual. Un porcentaje que en Barcelona disminuye hasta el 25% entre los jóvenes de 15 a 29 años, lo que pone en riesgo su supervivencia. Así lo analiza el filólogo y activista Gerard Furest, una de las voces más lúcidas en este ámbito.

INMERSIÓN

«En 2006, cuando nació Ciudadanos, el mensaje contra la inmersión se percibía como excéntrico, pero a medida que fue repitiéndose ha ido calando»

DERECHOS

«Hemos de decidirnos, ya que la escuela es último flanco de resistencia del catalán. Si no actuamos pronto estará condenado a extinguirse»

FACTOR DE ASPIRACIÓN

«Hay que vincular el catalán a una identidad nacional para que sea un factor de aspiración. Y después, visibilizar las situaciones en que escolares de orígenes diversos hacen del catalán su lengua de relación cotidiana»

Autor de “Decàleg irreverent per a la defensa del català” (Núvol, 2021), Gerard Furest repasa las causas del alarmante retroceso del idioma, para el cual exhorta a las instituciones y a la sociedad civil en su conjunto a cambiar de mentalidad con el fin de hacerlo más presente en el ámbito educativo y una herramienta de reafirmación y cohesión de la identidad nacional catalana.

Hace 40 años, tras la recuperación de las instituciones de autogobierno, Catalunya aprobó la Llei de política linguística (1982) con el fin de recuperar el uso del catalán en el espacio público e impulsar el sistema de inmersión en las escuelas. Pese a ello, después de estas décadas, las cifras reflejan un claro retroceso en el uso. ¿A qué es debido?

La normalización lingüística funcionó relativamente bien durante los años 80. Había una mayoría demográfica catalanohablante y, excepto en los municipios del Área Metropolitana de Barcelona, la interacción se producía con absoluta fluidez. Un hecho al cual contribuyó el movimiento de renovación pedagógica y la generación que había combatido el franquismo. El problema ocurrió cuando con la institucionalidad de la catalanidad (Jordi) Pujol trasladó la idea de que la tarea de asegurar los derechos lingüísticos ya la asumía el Govern, lo que llevó a la sociedad civil a dormirse en los laureles.

¿Qué perjuicios ha acarreado este hecho?

Para una nación inserida en un Estado que le va a la contra y el impacto que ha generado la globalización a partir del año 2000, ha sido letal. Y encima nos encontramos que TV3 ha continuado con un modelo analógico, obviando que los jóvenes consumen otro tipo de contenido.

Algunos sociolingüistas también apuntan a una cierta autocomplacencia, como si la inmersión asegurara la plena recuperación del catalán. ¿En qué medida es verdad?

Aquí ha habido un problema de concepto, pues no todo el mundo entiende inmersión de la misma manera. Para los socialistas, supone hacer clases en catalán y punto, cuando su finalidad es propiciar que los alumnos usen la lengua. Ocurre en las escuelas de La Bressola, en la Catalunya Nord, donde los profesores juegan con los escolares para que adquieran palabras en catalán y se familiaricen con el idioma. Al fin y al cabo, el sistema tiene sentido en las zonas dónde la lengua está más minorizada, como pueden ser las localidades del cinturón barcelonés. En cambio, en Vic y en otros municipios del interior de Catalunya, no hace falta, porque los alumnos hablan el catalán por el mismo entorno que les rodea.

¿No se han corregido estos contrastes?

Al contrario. Hemos visto que, una vez el profesorado empezó a funcionariarse a raíz de la integración de muchos centros educativos en la red pública, la inmersión dejó de ser una prioridad. Y a ello se ha añadido la dejadez de las instituciones, que en lugar de establecer mecanismos de inspección y formar a los docentes en sociolingüística para que se comprometieran en la inmersión, han permitido la libertad de cátedra. Prueba de ello es que, cuatro años después de que Pere Aragonès anunciara sanciones para quien no hiciera clases en catalán, no se ha abierto ningún expediente. Esta inhibición ha dejado la lengua totalmente desprotegida, sumado a la falta de un discurso valiente.

¿En qué sentido?

En 2006, cuando nació Ciudadanos, el mensaje contra la inmersión se percibía como excéntrico, pero a medida que fue repitiéndose y no encontró una contraofensiva, ha ido calando. De manera que, si en la década de los 80 el catalán era el idioma del ascensor social y los sectores progresistas, en el imaginario colectivo hoy aparece como la lengua antipática, propia de nacionalistas cerrados y excluyentes. Parece increíble como los partidos soberanistas no se han dado cuenta y han sido incapaces de acordar unos mínimos para hacer valer el carácter inclusivo del catalán y estimular su uso. Al contrario: se han instalado en el victimismo, culpabilizando de todos los males a Madrid y cargando sobre la ciudadanía una responsabilidad sobre el catalán que no se da en el resto de idiomas.

Otro dato preocupante lo ofrece el Informe CAT, que cada año elabora la Plataforma per la Llengua (PxL), según el cual un 80% de catalanohablantes abandonan el catalán cuando interactúa con alguien que responde en castellano. ¿La «infidelidad lingüística» es un claro síntoma de debilidad?

Indica que no se percibe útil en los espacios de socialización. Es decir, se convierte en una herramienta de conocimiento, con tendencia a tener únicamente un carácter académico, simbólico y ritual. No es extraño que, pese a existir un buen porcentaje de catalanohablantes en muchos centros, su uso sea cada vez más residual.

¿No hay una correspondencia entre lo que se aprende en las aulas con lo que se vive en los ambientes de ocio?

Hay que superar esta desconexión, sin duda. Pero más importante es recuperar el principio de que el catalán es un elemento troncal de la identidad nacional y que el mestizaje, siempre y cuando no implique la supremacía de una lengua sobre otra, es positivo.

¿Con las sentencias del Tribunal Constitucional, que en 2023 impuso por primera vez el 25% de castellano en una escuela pública, hay margen para revitalizar el catalán?

Al menos hay que obligar a los cargos públicos a utilizarlo, pues no puede ser que en muchos municipios se atienda a los inmigrantes en castellano. Y, vinculado a la formación, garantizar el control de la inmersión y la promoción del catalán que prevé la propia ley. Pero insisto: más allá de estas medidas, la clave es el discurso. Por ejemplo: es incomprensible que algunos políticos se anticipen y propongan que, en una Catalunya independiente, el catalán y el castellano serán las lenguas oficiales, cuando la experiencia nos demuestra que en todos los países donde conviven dos lenguas la pequeña siempre acaba desapareciendo.

¿Cuáles son las medidas que habría que emprender?

La principal es afrontar el conflicto. Y eso implica adaptar el catalán a la situación sociolingüística de cada sitio. De manera que, allí donde la inmersión es inviable, o bien habrá que crear una doble red o impulsar una escuela cooperativa al estilo de las ikastolas. Al fin y al cabo, la autoorganización popular es a menudo la única salida para recuperar derechos. Hemos de decidirnos, ya que la escuela es el último flanco de resistencia del catalán. Si no actuamos pronto estará condenado a extinguirse.

¿Los modelos aplicados en el Quebec o Flandes, donde las respectivas lenguas se conservan sin problemas, son extrapolables?

No son comparables, pues en Catalunya los catalanohablantes apenas representamos el 30% de la población, mientras que en Bélgica los flamencos se sitúan cerca del 60%, por encima de los valones, que solo equivalen al 40%. Y lo mismo sucede en Quebec: allí, los francófonos nunca han bajado del 70% y tienen una ley de francofonización muy potente, cuya iniciativa partió de la Confederación Nacional de Sindicatos Quebequeses, que es mayoritaria en el ámbito laboral, tal como ocurre con ELA y LAB en Euskadi, la tarea de los cuales ha ayudado a impulsar el euskera en este sector. En cambio, en Catalunya, la Intersindical-CSC, el único sindicato nacional y de clase que podría empujar en esa dirección, tan solo representa el 3%.

¿El modelo económico influye en esta deriva?

Completamente, porque cuando la derecha catalana defiende la vivienda como un bien de mercado, lo que hace es expulsar a la gente que ha hablado catalán toda la vida. Del mismo modo que, cuando apuesta por el monocultivo turístico, recibe una mano de obra precaria que no tiene tiempo para aprender catalán.

¿Cree que la independencia podría modificar el panorama actual?

Tener un Estado propio es necesario pero no suficiente. Hay que vincular el catalán a una identidad nacional para que sea un factor de aspiración. Y después, visibilizar las situaciones en que escolares de orígenes bien diversos hacen del catalán su lengua de relación cotidiana. Si difundimos estos referentes, damos incentivos y dejamos de lamentarnos, lograremos incorporar a nuevos hablantes y revertiremos la situación.

GARA