George L. Steer: ¿una biografía inacabada?

En las semanas anteriores hemos asistido a una polémica respecto a la figura de George L. Steer, el famoso periodista británico que dio su testimonio sobre la Guerra Civil del 36 en Euskadi en su libro El árbol de Guernica. La opinión crítica del historiador Lorenzo Sebastián acerca de Steer y su obra, y en particular su visión de que Steer era, además, «agente secreto», se ha visto rechazada con dureza por Nicholas Rankin, prestigioso periodista de la BBC y biógrafo de Steer (Crónica desde Guernica. George Steer, corresponsal de guerra). El señor Rankin contraataca afirmando que disentir de lo defendido por él es «calumniar» la memoria de Steer, así como una amenaza para los profesionales de la información amenazados por la violencia en un mundo convulso.

Nicholas Rankin afirma en su obra que Steer no era miembro del servicio de inteligencia británico, y se basa en que el MI6 no lo encontró en su fichero de agentes en mayo de 1936. Rankin dice, en definitiva, sobre su posible función de agente, que «no lo era». Cabe aclarar, respecto al MI6, que solo era una de las tres ramas civiles existentes en la inteligencia militar británica de la época.

Junto a los MI5 y MI7 constituía la organización de Prensa y Propaganda de la misma. La futura segunda esposa de Steer, Esmé Barton, era secretaria del coronel sir Vernon Kell, jefe del MI5. Y en dicho departamento sí existía un expediente de Steer, como señala el propio Rankin en su obra, aunque no aclare los motivos de su existencia.

Steer no solo se relacionaba con la rama de las «organizaciones civiles» de la inteligencia militar, sino también con la estructura propiamente militar. El 4 de febrero de 1937, pocos días después del fallecimiento de su primera esposa, y antes de retornar a Euskadi, Steer se entrevistó en el Departamento de Guerra con el teniente coronel Arnold, del MI3. Este organismo de la inteligencia era el que se encargaba de los asuntos de Europa Occidental. Esto supone, a pesar de que Rankin solo cite de pasada dicho encuentro, la admisión de que Steer estaba en contacto con dicho organismo. Al señor Rankin le parece anecdótico, porque Steer, como buen periodista, hablaba con todo el mundo…

Según Rankin, junio del año 1940 fue para Steer, aparentemente, el inicio de su trayectoria militar. «Un misterioso comandante C» (al parecer llamado Clively) le comunicó que lo habían asignado a la Reserva de emergencia de Oficiales del Ejército. Eso, para una mente lógica, solo puede significar que se le reconocía respecto a la inteligencia, pertenencia, experiencia, o ambas cosas, como ya señalamos en 2007 en un artículo sobre la intervención extranjera en Euskadi.

Si seguimos la obra de Rankin es improbable que Steer realizase ninguno de los cursos de formación en inteligencia que, por ejemplo, cita Anthony Clayton, autor de una historia del Cuerpo de Inteligencia Militar británico. Según dicho autor, antes de la II Guerra Mundial se seleccionó a civiles para ser oficiales del Cuerpo de Inteligencia, y en 1939 se formó a 265 aspirantes para formar oficiales de inteligencia, contrainteligencia y seguridad. Al estallar la guerra, se captaron 500 voluntarios que incluían, entre otros, a «oficiales retirados de la Policía colonial (…) periodistas y hombres de negocios que tenían incluso menos experiencia del Ejército que los miembros de la Reserva de Emergencia de Oficiales». Estos oficiales empezaban como soldados de primera y cabos para rápidamente, ya formados, asignárseles destinos con rango de oficial, normalmente como capitanes. Sin embargo, un Steer sin formación, si hacemos caso a Rankin, fue nombrado alférez y, luego, en septiembre de 1940, era ya «oficial de Estado Mayor con rango de capitán en funciones». A continuación, fue «transferido» al Cuerpo de Inteligencia, creado en julio de 1940 para unificar los diferentes organismos hasta entonces existentes de la Military Intelligence. En abril de 1941, Steer se integró en el SOE o Ejecutivo de Operaciones Especiales. Su segunda esposa, Esmé, trabajaba por entonces para el SIME (Inteligencia de Seguridad en Oriente Medio) y, ya viuda, en el verano de 1945 trabajaría de nuevo para el MI5.

En definitiva, aun respetando lo defendido por el señor Rankin, creemos que Steer, cuando actuó en Euskadi en 1937, probablemente lo hizo como un agente digamos que no oficial de su graciosa majestad británica. Ser agente no significa, necesariamente, ser un espía que desvele secretos de un posible contrario. Puede ser simplemente un enlace necesario cuando se necesita una comunicación más allá de la estrictamente diplomática. Solo así se explica el papel de Steer, tanto cerca de la Presidencia vasca, llegando a participar en consejos en los que se decidía la suerte de Bilbao y en los que evidentemente no tenía cabida un simple periodista por muy amigo de los vascos que fuera, como poniendo a su disposición un buque de la Marina Auxiliar de Euskadi para que acudiera con presteza al lado de su primera esposa, Margarita, que moriría de parto. Y lo mismo puede decirse de su relación con Robert Monnier, miembro de la inteligencia gala que actuó como asesor en Euskadi, que fue uña y carne con Steer durante la campaña vasca y que como agente hubiera sido un estúpido al identificarse a un simple periodista, por muy amigo que fuera del mismo.

La conexión de Steer con claras labores de inteligencia persistió tras la Guerra Civil. Pese a la opinión en contra de Rankin, quien a pesar de que informa de los hechos siempre acaba interpretándolos en negativo, no otra cosa puede decirse de sus contactos con la inteligencia francesa en Djibouti, en agosto de 1938. De su estudio de la penetración nazi en Sudáfrica en noviembre de 1938, que curiosamente antecedió a la desarticulación, a principios de 1939, del clandestino Partido Nacional-socialista de África del Sudoeste.

De su gira como corresponsal por Túnez y Libia, observando los preparativos militares de franceses e italianos, de la que seguro sus impresiones sobre y contra los italianos debió transmitirlas a los franceses con gran detalle, ya que en junio acudió a París, contactando por mediación del agente Monnier con el señor Taezaz, secretario de Haile Selassie, y con el ministro de Colonias francés. Monnier, según Rankin, le presentó como «amigo íntimo de los personajes más en la sombra del Departamento de Guerra británico». El resultado de esas gestiones fue la misión secreta encabezada por Taezaz y Monnier al Sudán británico para iniciar la acción en la Etiopía ocupada ¡un año antes de la entrada de Italia en la II Guerra Mundial en junio de 1940 y tres meses antes del fatídico 1º de septiembre de 1939!

De la posterior misión periodística de Steer en Suecia y Finlandia, durante la guerra de invierno ruso-finlandesa, el mismo Rankin reconoce que Steer «contaba con buenas fuentes en el Ministerio de Asuntos Exteriores sueco y en la inteligencia militar escandinava». Si no era un agente, ¿por qué debían ayudarle sus colegas suecos? Y, además, la llegada de Steer a Suecia coincidió con el desplazamiento a la zona de abundante material de guerra británico y francés destinado a Finlandia vía Suecia. Por ello, creemos que Steer hizo algo más que conseguir una entrevista exclusiva con el ministro de Asuntos Exteriores sueco, tal como cuenta Rankin.

Ese ministro, Gunther, fue uno de los personajes clave de la diplomacia secreta de la guerra de invierno. Pese a lo que exponemos, puede que lo defendido por Rankin sea lo correcto, pero, aún así, creemos que todo investigador tiene derecho al beneficio de la duda, al menos mientras no exista documentación categórica al respecto. Sin embargo, las evidencias están ahí, y el propio Rankin las ofrece en su obra. La conjunción de datos que aporta nos resulta reveladora y, sinceramente, son algo más que casualidades en cadena. El señor Rankin tiene todo el derecho a interpretarlas en negativo pero, ¿es acaso ilegítimo hacerlo en positivo con el apoyo de otras fuentes que ahondan la duda razonable?

Para concluir, un recuerdo respetuoso en memoria de la figura de George Lowther Steer, cuya visión del País Vasco en guerra quizás no sea compartida por todos pero que, sin duda, fue un verdadero héroe de la libertad.

 

Publicado por Noticias de Gipuzkoa-k argitaratua