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Nadie sabe con exactitud en qué fecha nació Jesús, si se da por buena la existencia de tal sujeto. Los cristianos celebran el nacimiento en Noël. La fecha del 25 de diciembre ha sido puesta en marcha por el papa Liberio, en 354; tal fecha correspondía a las fiestas populares bien asentadas en Roma en torno al solsticio de invierno, momento del año en el que los días comienzan a alargarse: las Saturnales romanas significadas por banquetes familiares que recuerdan al actual revellón (última cena del año) de Noël, y la fiesta del “sol invicto· en el culto a Mithra.

La costumbre provenzal de presentar en la mesa de Noël trece golosinas es relativamente reciente, y no se remonta más que a los años 1920. Pero desde la época romana, se ofrecían algunos dulces azucarados como signo de abundancia en el corazón del invierno (frutos secos, pasteles, miel…). Los postres de Noél deben ser abundantes.

Antes de ser un postre cremoso, pastelero o helado (aparecido en 1880), el tronco era un grueso trozo de madera denso -abeto, haya o árbol frutal- elegido con cuidado para quemar durante mucho tiempo en la chimenea. Como la luz, el fuego y el calor forman un contrapié al frío estéril del invierno. Según relatos fechados en el siglo XIII, los vasallos debían ofrecer un tronco a los señores. En cada hogar, se introducía ceremoniosamente para quemar bebiendo y recitando una oración por los antepasados. Sus cenizas eran conservadas por sus virtudes protectoras.

En origen, la palabra “cuna” designa el pesebre en el que se había instalado al niño Jesús, y por extensión el establo o la gruta, para adoptar posteriormente la escena de la Natividad. Supone ritos litúrgicos en las iglesias de la Edad Media, siendo Francisco de Asís, en 1223, quien tuvo la idea de una añadir en la gruta con pastores, u buey y un asno. Estos animales no aparecen sin embargo en los evangelios son añadidos muy tempranamente en las representaciones de la Natividad. Esta se ha minituarizado enseguida bajo la forma de un teatro móvil con santos y ha aparecido en las casas, sobre todo en los países católicos a partir del siglo XX.

El cuanto del árbol como símbolo de resurrección de la naturaleza está presente en numerosas civilizaciones (babilónica, egipcia, celta…). Durante las Saturnales los romanos decoraban sus casas con verdura, de laurel principalmente. En el siglo XVI los protestantes popularizaron el abeto de Noël en las iglesias y después en las casas. Textos evocan numerosos pequeños árboles verdes cortados en 1521 en Sélestat, en Alsacia. Al principio decorado con manzanas, más tarde de bolas y velas, el abeto se impone en el siglo XX, incluso entre los católicos que son fieles al nacimiento.

La luz (vela, fuego, recientemente guirlanda eléctrica) es utilizada como conjuro de la oscuridad y de la muerte en el momento del solsticio de invierno. En el siglo II, el teólogo Tertuliano reprochaba a los primeros cristianos que se comportasen como paganos, al instalar demasiadas velas ante sus casas en diciembre.

Si la luz en general es un símbolo universal, la referencia a la estrella es directamente tomada de los evangelios. San Mateo escribe que los magos han seguido una estrella para encontrar a Cristo recién nacido y ofrecerle oro, incienso y mirra.

En la Roma antigua, para celebrar la Fiesta de las luces (o Fiestas de los sellos) que ponían fin a las Saturnales, las calendas de enero eran la ocasión de ofrecer pequeños regalos (aguinaldos) objetos de barro cocido, golosinas…En numerosos países de Europa, los niños van de casa en casa para cantar y presentar buenos deseos. Abrir la puerta y dar algo de dinero a cambio aseguran un año próspero. Los textos cristianos no nombran intercambio de regalos, con excepción de los ofrecidos por los magos destinados al niño Jesús.

Los personajes proveedores de abundancia son todavía conocidos en el carnaval. El padre Noël ha heredado dicho significado, al igual que ha inspirado a san Nicolás, obispo habiendo vivido en Asia menor en los siglos III y IV, cuyas reliquias han sido trasladadas de Oriente a Italia, posteriormente, se cuenta, que una falange los transportó a Lorena. Allí, su culto se ha mezclado con el del dios Odin que se desplaza por los aires subido en su montura. El austero san Nicolás, importado a Estados Unidos por los colonos del siglo XVII, se ha convertido en el poema escrito para niños, en 1822, por el pastor Clemente C. Moore, el minúsculo personaje barrigudo es capaz de descender por la chimenea para depositar los regalos. Su doble castigador, el Padre fouettard (el del látigo) había desaparecido. En Francia, papá Noël entre en dura concurrencia con el niño Jesús, que ofrecía los regalos en numerosas familias, sobre todo tras la segunda guerra mundial. La Iglesia no ha visto con buenos ojos ese personaje, símbolo del consumismo, cuya efigie es quemada en los soportales de la catedral de Dijon en 1951.

La epifanía, el 6 de enero, ha sido celebrada por los cristianos de Oriente desde el año 150, como la “manifestación” de Cristo. Institucionalizada algo más tarde que Noël para los cristianos de Occidente, incluye la adoración de los magos así como su bautismo en la edad adulta. Pero si la epifanía es de origen religioso, el rosco de reyes que se come en esta fecha se parece más a la Fiesta de las Saturnales, fiesta en la que el rey de fantasía era echado a suertes, con dados o tabas, entre los reunidos.

(Le Monde)

Olentzero es una versión vasconavarra de estas fiestas, con un significado propio.