Francesc Muñoz: «El modelo económico del siglo XX no ha tenido en cuenta los costes paisajísticos que implica»

Francisco Muñoz, doctor en geografía urbana.

El geógrafo, autor del proyecto «Paisajes productivos, una nueva infraestructura del territorio», propone una nueva forma de economía productiva basada en la creatividad, la innovación y la sostenibilidad ·
Detecta los valores de cada paisaje para aplicarlos en la lógica de la economía de colores

En el contexto de cambio climático, de sostenibilidad, de salud, de globalización…, el cultivo de la viña y la actividad agraria es un gran activo para los territorios periurbanos junto a Barcelona (como también en el conjunto del país). Pero las políticas públicas agrarias de estos territorios apenas se han desplegado. Y los planes de ordenación urbanística municipal (POUM) que se desarrollan en muchos de estos municipios siguen fomentando un modelo extractivo, de depredación del paisaje, que es el impuesto durante todo el siglo XX.

Sin embargo, la emergencia climática y la aprobación de documentos rectores, aunque no vinculantes, que sobrepasan el ámbito local, como el Convenio Europeo del Paisaje del año 2000, la Agenda 2030 y los Objetivos del Desarrollo Sostenible aprobados por la ONU en 2015, han empezado a despertar iniciativas que tratan de cambiar este modelo económico.

Uno de los trabajos más interesantes en el contexto postpandémico ha sido elaborado y redactado por el geógrafo Francesc Muñoz, creador y director del Observatorio de la Urbanización, un grupo de la investigación de la UAB. Este organismo se dedica a detectar tendencias de futuro para tratar de explicar hacia dónde deberíamos ir, en el ámbito del urbanismo sobre todo. Muñoz ha elaborado un proyecto innovador bajo el título «Paisajes productivos, una nueva infraestructura del territorio». Ha sido un encargo de la Oficina Técnica de Estrategias de Desarrollo Económico de la Diputació de Barcelona, dirigida por Jordi Boixadé. Esta oficina lleva años trabajando en la llamada “economía del paisaje” y también en la bioeconomía, en el sentido de que el paisaje puede generar una economía propia sin tener que dañarlo.

La gran mentira

Francesc Muñoz es claro y contundente: “El modelo económico que hemos creado en el siglo XX, de forma directa o indirecta, se basa en un consumo del territorio que representa la urbanización y la degradación del paisaje, en el mejor de los casos, y en el peor la destrucción literal. Porque el modelo económico del siglo XX, que durante décadas se ha visto como un modelo económico de éxito, no ha tenido en cuenta los costes paisajísticos que implica”.

“La gran mentira que hemos construido durante los últimos ciento cincuenta años –prosigue– es la idea de que para crear progreso económico debes estropear el paisaje. Este trabajo trata de explicar que esto no es así y que hay que pasar del modelo extractivo a un modelo económico que trata de aliarse con los valores del paisaje y mantenerlos. El nombre del proyecto es ya muy significativo: ‘Paisajes productivos, una nueva infraestructura del territorio’. El sentido es que el paisaje puede ser económicamente productivo y esto es una infraestructura que no valoramos. Y a base de urbanizar sin mirar más allá, perdemos la oportunidad en esta dirección”.

“Desde la Diputación de Barcelona hemos trabajado en un proyecto que muestra que es posible desarrollar un modelo económico contrario al del siglo XX, con nuevas actividades económicas basadas en la creatividad, la innovación y la sostenibilidad. Este nuevo modelo no sólo no destruye el paisaje, sino que además se inspira en los valores del paisaje. De modo que si una actividad económica necesita los valores del paisaje para mantenerse, esa misma actividad hará que el paisaje se mantenga”.

Muñoz ha partido de los valores de paisaje definidos en el Catálogo del Observatorio del Paisaje de Cataluña y ha trabajado a partir de las cuarenta y tres «unidades de paisaje» (paisajes definidos por unas características propias), que son las que forman parte de la demarcación de Barcelona. Los territorios vinícolas de la DO Alella, D.O. Penedès y D.O. Pla de Bages se encuentran incluidos en unidades de paisaje de este proyecto.

Un modelo económico que encaja con el cultivo del viñedo

“En este nuevo modelo económico encaja perfectamente el cultivo del viñedo y la elaboración del vino: si yo entiendo que el viñedo es una producción de calidad, es un elemento de identidad, es un elemento de marca, es una cuestión de país, es un argumento de articulación metropolitana y más elementos positivos que podemos encontrar; entonces nos damos cuenta de que si mantenemos este paisaje damos opción al desarrollo de todo un sector económico relacionado con el vino. Y que no sólo es la producción, sino que también tiene que ver con muchas actividades económicas que giran en torno al vino”.

“En este trabajo proponemos seis economías de colores, que vinculamos a los valores de los paisajes: la economía verde (que tiene que ver con los espacios naturales); la azul (las masas de agua); la economía naranja (patrimonio, historia, cultura, creación cultural); la amarilla (innovación científica y tecnológica); la plateada (vinculada con la gente mayor); y la turquesa (que gira en torno a la salud, el bienestar, el deporte). Todas estas economías tienen en común que no necesitan destruir el paisaje, al contrario, se alimentan de valores del paisaje. Por tanto, si potencias estas economías en detrimento del modelo extractivo del siglo XX, generas desarrollo económico y al mismo tiempo gestionas el paisaje”.

“El viñedo y el vino son elementos que explican muy bien el carácter del paisaje. A partir de aquí hay un montón de posibles proyectos que alían la agricultura con el patrimonio, con la historia, la cultura, la creatividad… Y, desde este punto de vista, se abren un abanico de actividades que no son actividades agrícolas, sino que tienen que ver con el mundo de los servicios y la cultura”.

“El trabajo nos muestra que en los lugares de viñedos que se encuentran cerca de masas urbanas no aparece sólo la economía verde, sino también la economía naranja del patrimonio y la cultura y la economía amarilla de la innovación tecnológica y el conocimiento. Y la idea es cruzar actividades que tengan que ver con la agricultura pero que no se encuentren sólo vinculadas a la producción agrícola”.

En estos últimos años el enoturismo ya ha impactado, le decimos. Y responde: “No pienso en turismo ni en restauración. No hablo de enoturismo. Hablo de ir más allá. Me refiero al hecho de cambiar el acento para dar paso a otras narrativas que se esconden bajo la alfombra”.

Economía de colores

La economía de colores contiene seis grandes grupos de actividades económicas con potencial de trabajar hojas de ruta de desarrollo local definidas por el triángulo “innovación-creatividad-sostenibilidad”. Les presentamos a partir de la definición expuesta por Francesc Muñoz en su proyecto:

Economía verde: actividades económicas basadas en la sostenibilidad, la ecología y el nuevo y amplio campo de acción que representa la definición de estrategias de mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático. Además del respeto por el medio, esta orientación económica general propone como objetivo insoslayable más igualdad social, aprovechando y gestionando de manera eficiente los recursos y las infraestructuras disponibles de forma sostenible (reducción de riesgos ambientales y mejora del bienestar).

Economía azul: actividades económicas vinculadas a los espacios de agua que consideran los recursos hídricos como motores de la economía por su gran potencial para la innovación. Algunas explicaciones consideran a la economía azul como un híbrido entre la economía verde (ecología y medio), la economía circular (aprovechamiento y reciclaje de los residuos) y una parte de la economía del bien común (responsabilidad social y compartida). Es una economía que aspira a la eficiencia en lo que se refiere a la producción de bienes desde la sostenibilidad y la resiliencia en relación con la gestión de los ecosistemas naturales.

Economía naranja: actividades económicas que parten de la conversión de las ideas y los conceptos creativos en bienes y servicios culturales concretos. Una economía creativa que se relaciona con ámbitos como la propiedad intelectual y la industria artística, cultural y del conocimiento, pero que también considera posibilidades como el abanico de alternativas de desarrollo económico que representa a la cultura entendida como gran sector económico diversificado, que incluye la producción, gestión y consumo de productos y bienes culturales.

Economía amarilla: actividades económicas caracterizadas por requisitos clave en términos de uso intensivo de la tecnología y el conocimiento científico, a fin de reducir costes de producción a partir de la investigación y la innovación. Es quizás la orientación económica en la que más claramente se han puesto de manifiesto las posibilidades de la innovación técnica en cuanto a la gestión de los valores del paisaje, con ejemplos como el control de plagas asistido por drones y las aplicaciones móviles para identificar la flora o para interpretar los paisajes en una amplia diversidad de proyectos de investigación y divulgación.

Economía plateada: actividades económicas emergentes, relacionadas con la transición demográfica que implica el envejecimiento de la población y las necesidades específicas del mercado de consumo que corresponde a la población de más de sesenta y cinco años, particularmente importante en lo que respecta al mundo occidental si se considera el contexto actual de la llegada a las edades avanzadas de las generaciones del ‘baby boom’. Incluye aspectos de carácter asistencial como el cuidado de la capacidad física y cognitiva (prevención, monitorización, alimentación, etc.), los soportes sociales cercanos, el diseño proactivo de entornos accesibles (vivienda, transporte, comercios, equipamientos, TIC…) y el empoderamiento senior a partir del fomento de la participación, el emprendimiento y la cohesión social.

Economía turquesa: actividades económicas relacionadas con el bienestar de la población que sobrepasan el umbral de las actividades estrictamente de carácter sanitario (hospitales y conjunto de instalaciones o equipamientos vinculados con las políticas de sanidad), incorporando una definición mucho más amplia y diversificada del concepto de salud. Se incluyen, por tanto, el sector de la farmacia y la biomedicina; los servicios sociales con los cuidados y la atención a las personas; los hábitos y la alimentación saludables; y la práctica del deporte en una diversidad de territorios y paisajes.

(Este artículo es una colaboración con la revista ‘https://www.papersdevi.cat/’).

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