Iñaki Uriarte
Museo de Bellas Artes de Bilbao
Arquitecto Norman Foster, usted posee una merecida reputación internacional adquirida a lo largo de los años por muchas de las obras avaladas con su nombre y a su vez, induce una fascinación social que alcanza la paranoia entre la casta política hasta el punto que hace años el destacado arquitecto catalán Juli Capella previno esta enfermedad, a modo de presunto prestigio de los ayuntamientos, con la acertada frase «ponga un Foster» en su ciudad.
Asimismo, debe ser consciente de que ha ganado el concurso de proyectos para la Ampliación y Reforma del Museo de Bellas Artes de Bilbao, amparado en su prestigio, pero con trampas. Las propias suyas respecto de las bases del mismo sabiendo que un jurado constituido a propósito dirigido conceptualmente por su aliado miembro de la Foster Foundation y representante en concursos, el arquitecto Luis Fernandez-Galiano iba a embaucar a los dóciles otros figurantes miembros. Esta resolución, éticamente es vergonzosa, legalmente un fraude y culturalmente nula.
No parece existir una necesidad manifiesta de ampliación basada en un plan director museístico, al menos en este lugar y ocasión, se pretende construir un edificio extravagante como reclamo populista en competencia icónica con el Guggenheim Museoa. Un empeño impuesto por el director del Museo Miguel Zugaza, obstinado en aumentar el número de visitantes, mera visión mercantilista de la cultura.
Es un proyecto que incumple toda la legislación urbanística y cultural entonces vigente: PGOU de Bilbao en tres ocasiones, ahora adaptado para legalizar todo lo irregular, la Ley 6/2019 de Patrimonio Cultural Vasco en ocho y la estatal en tres. Un recital de ilegalidades. Proyectar en el Parque por excelencia de la Villa y sobre la articulada armonía arquitectónica del Museo exige conocimiento, respeto y sensibilidad, no la imposición de un gigantismo abusivo con exhibición tecnológica y alarde de capacidad constructiva, sino cultura arquitectónica, que es diferente de destreza.
Se desprecia el concepto de jerarquía de valores, prescinde de los más elementales criterios universales de intervención en el patrimonio arquitectónico, urbanístico y paisajístico que exigen respeto a las preexistencias. Ofrece lo que el sentido común y las leyes culturales califican, peyorativamente, como añadidos degradantes. Conspira contra la historia, la tradición y profana el lugar. La grandeza, la nobleza, su reconocida configuración, en suma la monumentalidad del Museo y su entorno. «Yo garantizo el espectáculo que es lo que les gusta y me sugerían». Un atrevimiento ofensivo para imponer una presencia, la suya, con una autosuficiencia inaceptable. Demuestra que incluso también se sobrepone a las leyes. Todo a mi servicio, el Museo, ahora «soy yo».
Foster, a pesar de que llega a una ciudad no desconocida, se equivoca de lugar. Nadie, ni siquiera el fraudulento concurso y el proyecto redactado en su gran empresa, no nos engañemos usted aporta el nombre, sin duda de un gran valor, y supervisa el resultado, le ha concedido el privilegio para esta absurda, maldita y brutal agresión que desprecia la belleza y fragilidad de una arquitectura sobresaliente y uno de los lugares más carismáticos de Bilbao.
Su propuesta es una provocación premeditada y garantizada por un respaldo político sin fundamentos culturales, «haga usted lo que quiera que para eso estamos nosotros», impunidad asegurada. Actúa en la confianza de que el PNV, como es habitual en este cártel político, con su trama en Cultura del Gobierno vasco y en Urbanismo del Ayuntamiento, hagan el juego sucio legislativo de la operación. Imprescindibles y eficaces cómplices. No está autorizado ética, moral y menos culturalmente para alterar un Museo de enorme relevancia no sólo en Bilbao sino en todo Euskal Herria y también en el Estado.
No lastime su trayectoria que se destruye en esta ocasión. Si persiste con su violenta propuesta que alcanza el grado de atentado patrimonial estará quizá escribiendo la página más negra de su brillante biografía. Por el bien de la cultura vasca, olvide y retire este proyecto. Agur, Norman Foster.
Naiz