Se acabó, finalmente, el juicio. Cabe recordar que, ya en el momento de la detención de los ahora juzgados, el jefe de los independentistas aclara ante la policía que reivindican ser tratados como presos políticos y no comunes, que no son españoles sino catalanes y que quieren la independencia de su país. Aunque, inicialmente, los detenidos superaban los 150, finalmente son 42 los que son trasladados a la prisión central de la capital del Estado. Uno de ellos consigue hablar con la numerosa prensa que les espera en la entrada: «Queremos crear un Estado libre. Ahora ha fallado, pero nada ni nadie nos privará de volver a lo mismo. Nada de lo que hemos pasado y nada de lo que todavía nos tocará pasar nos sabe mal. ¡Volveremos a ello!».
El líder independentista declara, ante el juez de instrucción: «Jamás en la vida el espíritu liberal podrá confraternizar con el despotismo, ni el espíritu democrático con el reaccionarismo inquisitorial». Y añade: «Queremos una República Catalana independiente dentro del concierto de los pueblos libres, un Estado democrático, pacífico y republicano». El impacto de la coherencia y firmeza de los catalanes es grande entre las autoridades judiciales, policiales y penitenciarias, por lo que en la cárcel las medidas cotidianas hacia ellos son de una tolerancia excepcional y, por ello, reciben con facilidad la visita de familiares y amigos, que les transmiten la solidaridad enviada por compatriotas, de todo el mundo, sobre todo de América. Cada día se encuentran todos en el patio, donde se reúnen y donde reciben la buena nueva de que un grupo de abogados, de la ciudad en donde están encarcelados, se han ofrecido a llevarles la defensa, desinteresadamente.
Es en enero cuando se inicia la comparecencia en un palacio de justicia que ha tenido que habilitar la sala más grande del recinto, excepcionalmente, para acomodar la afluencia de periodistas y de público que quiere asistir. El jefe de los independentistas comparece con el uniforme caqui de gala, con guantes de piel clara, otros seis acusados también de uniforme y el resto, hasta los 17 que finalmente serán juzgados, vestidos de civil. Uno de los acusados asegura que sólo habla catalán, por lo que se debe recurrir a un intérprete, inútil por completo dado que éste lo que habla es español y el encausado, catalán. Le formulan preguntas, pero éste no responde.
La incidencia lingüística hace comprensible por completo la causa nacional que los encausados aseguran defender. Llama la atención de la sala el hecho de que ninguno de los acusados se arrepiente de nada y no sólo aceptan, sino que reivindican, con fuerza, su participación en los hechos que se juzgan. Así lo confirman sus abogados en sus intervenciones reiteradas, hasta el punto de que el presidente de la sala exclama: «Lo curioso es que todos se lamentan de no haber podido hacer más de lo que hicieron». El juicio se convierte en un mitin independentista permanente, por parte de todos los acusados sin excepción, y la valentía de sus posiciones, con aires épicos de romanticismo brioso, es recibida con simpatía por el público asistente, entre el que cuentan algunos de los nombres considerados más selectos de la sociedad de la capital del Estado.
Finalmente, llega la sentencia, que, en la práctica, es absolutoria: dos meses de prisión para el jefe, un mes para los otros acusados, una multa y pago de las costas judiciales. Con el tiempo que llevan encarcelados, salen todos en libertad. Todos deben abandonar el territorio del Estado y pasan a refugiarse, como exiliados, en Bélgica. El jefe del grupo, se instala en Bruselas, en el 44 de la Rue Frédéric Pelletier. Su preocupación más importante es doble: por un lado buscar soluciones para resolver las necesidades materiales de los independentistas refugiados y, por otro, preparar las acciones futuras con el mismo objetivo: lograr la independencia de Cataluña. Algunos han ido a México y algún otro a Estados Unidos. Estamos en febrero de 1927 y sólo dos encausados han permanecido en París, la ciudad donde han sufrido prisión y donde se produjo el juicio (*). Macià, desde Bruselas, prepara el siguiente paso para internacionalizar Cataluña, después de haber sido el primer catalán en aparecer en la portada del semanario inglés TIME. Viajará a América, por Cuba, Argentina, Uruguay y Estados Unidos, con un mensaje único: «hemos hecho lo que debíamos por Cataluña».
Casi un siglo después, la lucha continúa…
(*) https://www.elnacional.cat/es/cultura/marc-pons-francia-extraditar-macia_255927_102.html
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