Europa, Europa, cultura de Pax

Asier Fdez. de Truchuelo

«¡El poder engendra parásitos! ¡Viva la anarquía!»

(Lema de la bandera, en letra blanca sobre fondo negro, de Viktor Belash. Territorio Libre – Majnovia “actual Ucrania Oriental” 1918-21).

¿Cuántas veces hemos oído que la historia se repite? Como si volver a cometer los mismos actos estuviera grabado en el código genético de la especie humana.

¿Dónde quedan esos ideales de Solidaridad, de Hermandad, de Justicia Social? Mucho se habla de paz, de la Paz con mayúsculas, pero: ¿Qué es la Paz? ¿Cuántos tipos de paz existen? La pax romana, la paz de los vencidos, … la paz positiva, la paz negativa.

¿La ausencia de conflicto es Paz? Entonces, ¿qué nos sugiere la máxima romana de «Si vis pacem, para bellum»? Traducido como: si quieres la paz, prepara la guerra (sic).

Reformulemos la pregunta: ¿Qué es la Guerra? ¿La contraposición a la Paz? ¿Un conflicto de baja intensidad es Paz? Dejémonos de eufemismos: la Paz es como la vida, o estás vivo o estás muerto, no existen estados intermedios.

Cuando la máxima de una cultura es la Paz, ¿cómo se debe actuar ante una agresión? Poniendo la otra mejilla, si seguimos los preceptos de la doctrina cristiana, pilar de la génesis de la identidad europea.  Pero, si no existen límites a las apetencias del más fuerte, ¿dejaremos que el déspota se salga siempre con la suya?

¿Acaso no es un deber moral defender y proteger a los más débiles? ¿Y no es menos cierto que un pueblo oprimido puede y debe valerse de todas las herramientas a su alcance para lograr la libertad?

No tengo una bola de cristal, ¡ojalá!, pero me atrevo a augurar que esos soldados y civiles que hoy son aplaudidos, una vez caiga el gobierno electo y Ucrania pierda su Soberanía y la cambie por un autogobierno concedido por Rusia, verán como ellos y esas mismas actividades en pro de la Libertad serán tildados como terroristas. Les obligarán a pedir perdón, acatar el nuevo orden, mostrar arrepentimiento, e incluso aparecerán en alguna lista internacional de los más buscados y peligrosos.

La siguiente maniobra será llenar el país de pies rojos, rusos étnicos, rusificar el país y hacer unas nuevas elecciones “democráticas” cuyo resultado sea el conveniente al nuevo orden establecido. Como siempre, la élite local, con tal de mantener su posición, no dudará en aliarse con los nuevos soberanos.

Putin no es el loco de la colina que nos intentan caricaturizar desde los medios nacionales e internacionales, es un geoestratega de primera magnitud y está moviendo las piezas en el tablero del ajedrez mundial contra una Europa que no es capaz de mover ficha.

Dejémonos de hipocresías, el llamado mundo occidental ha vivido los últimos setenta años en su propia burbuja de bienestar, ajeno en la mayoría de las ocasiones al resto de conflictos internacionales, cuando no azuzándolos fuera de sus fronteras para su propio beneficio. Pero la guerra ya no se ve como algo tan lejano, un conflicto que se encontraba en estado latente en el patio trasero de Europa ha terminado por estallar. ¿Acaso pensábamos que descuidando el jardín y dejando que éste se llenara de zarzas éstas no nos iban a pinchar?

Hemos despertado de un cuento de hadas, y nos hemos dado de bruces con la realidad. En un mundo tan globalizado, el hermano mayor americano tiene otras prioridades; no es una cuestión de buenos y malos, de guerras justas o injustas, es una cuestión de supervivencia. Europa está rodeada por vecinos poco amistosos con apetencias territoriales, y a los que encima les hemos dado la llave del gas, tan necesario para nuestra economía y, en definitiva, para nuestra supervivencia.

Europa tiene un dilema con respecto a Ucrania, que está en su área de influencia: sacrificarla a cambio de poder realizar esa transición energética que nos haga autosuficientes y esperar tiempos mejores, o implicarse. Cualquiera que sea la decisión, traerá consecuencias, en ninguno de los casos beneficiosas para una Europa que se desmembra (Brexit).

Aun así, debemos aprender la lección: no esperar nada del exterior en el tablero de la estrategia geointernacional, ya que los amigos de hoy pueden ser los enemigos del mañana y viceversa. Todo es un juego de intereses: recordemos la Segunda Guerra mundial y lo sucedido con Polonia, o más recientemente al Pueblo Kurdo y a la República Armenia de Artsaj, donde pudieron más los pedos de dinosaurio que la libertad de los pueblos y la justicia. Las minorías étnicas, o pueblos sin estado, tampoco tienen ni van a tener futuro en una Europa unificada.

La libertad no te la regala nadie: estar prevenidos y con músculo suficiente como para repeler una agresión muchas veces es suficiente para disuadir a terceros y no ser atacado.