Nunca hemos estudiado en nuestras clases la Historia del Reino de Navarra. Solamente la Historia de España y siempre con un enfoque partidista y tendencioso. Sería importante que al celebrar el quinto centenario de la invasión, se hiciese un esfuerzo pedagógico para explicarnos que fuimos un estado en Europa antes de 1512 y en lo que quedamos tras la invasión de los castellanos y su posterior represión.
El Príncipe de Viana en 1442 añadió a sus armas un hueso que roían dos lebreles con la inscripción: «Utrinque roditur» (se muerde de una y otra parte) aludiendo a Castilla y Francia que intentaban hacerse con el Reino de Navarra, cada uno desde su terreno. Consumó la invasión el maquiavélico y sin escrúpulos Fernando El Falsario, con la inestimable ayuda de la Iglesia, apoyándose en bulas inexistentes y en mentiras evidentes y, por supuesto, con todas las bendiciones del papado.
Inefables los relatos de historiadores que con diversos eufemismos se refirieron a aquella invasión fraudulenta como: incorporación a Castilla, anexión, unión aeque principalis, adquisición y agregación mediante la divina clemencia (Pragmática de 5 de junio de 1514) o lindezas semejantes. Lo triste es que algunos siguen utilizando hoy parecidos eufemismos. Los peores enemigos de Navarra han estado siempre, también ahora, dentro de sus fronteras. El mismo Miguel Sanz ha afirmado recientemente: «Con la incorporación de Navarra a Castilla se conforma el presente actual de la Navarra foral y española». Para los que sólo miran hacia Madrid, el quinto centenario de 1512 será una celebración porque desde entonces somos españoles. Para otros un triste recuerdo por haber perdido gran parte de nuestra identidad de navarros.
Los reyes posteriores a la invasión en sus últimas voluntades, antes de morir, sintieron un peso en su conciencia y reconocieron la injusticia que se había cometido con Navarra pero ninguno se decidió a afrontar la reparación.
La represión tras la invasión fue cruel, se torturó, asesinó, se desposeyó de sus bienes a los defensores de Navarra. Se quiso borrar la identidad de nuestra tierra, sólo servían para dirigentes políticos o religiosos los extranjeros que miraban hacia Castilla. En muchos aspectos seguimos igual.