Algunos medios han publicado estos días un mapa genético de España, elaborado por un par de universidades para estudiar los movimientos migratorios en el interior de la Península. Han sacado titulares diversos. Hay uno que me ha llamado la atención: «La genética desmonta los «Países Catalanes»». Es curioso. Porque, si pensáramos que el mapa tiene una posible lectura política, podríamos sacar titulares más llamativos. Por ejemplo, «La genética desmonta la unidad de España»: el mapa es de muchos colores y dibuja al menos cinco áreas bastante diferenciadas. Pero este titular, que no ha hecho nadie, sería tan inquietante como el otro, que sí se ha hecho. Porque la genética, en esto, ni desmonta ni demuestra nada. Porque esto no va de genética. Sólo pueden creer que un mapa genético tiene una lectura política quienes tienen un concepto de la nación etnicista, racial, balcánico. Los que creen que una nación es una genética compartida. Pero no los que creen que una nación, se llame España, Cataluña o los Países Catalanes, no es producto de la genética, sino de la voluntad de las personas, en unos marcos que dibujan la historia y la geografía. Personas diferentes que deciden qué son y qué quieren ser. Digan lo que digan sus genes y sean cuales sean sus orígenes.
ARA