Estrasburgo y Putin: siniestro cortejo

La oferta del sr. Borrel a Vladimir Putin, antiguo director del KGB, para visitar el parlamento Europeo, nos parece un despropósito escandaloso. No hace unos pocos días, el propio Borrel negaba el ingreso al propio parlamento a los representantes de Batasuna. Que yo sepa, dichos representantes poseen intactos todos sus derechos civiles. Ningún tribunal hasta ahora les ha probado ningún delito. Y pocos, al menos por estos lares, damos credibilidad a esos infundios de entornos y otras manipulaciones. Tenemos claro que no pasan de ser un perverso alarde mediático, mejunjes de una judicatura en manos de los franquistas del PP. No hay más que asistir a esas parodias de juicios y sumarios a los que nos tiene acostumbrados la audiencia nacional.

Bien distinta es la vara de medir utilizada para un personaje siniestro como el tal Putin. Auténtica bajada de calzas ante un ¿presunto? genocida y asesino de objetores a su política. No encuentro palabras mejores para calificar a estos «líderes» europeos. Ya se sabe, no hay como disponer de grandes yacimientos de gas y de un monstruoso arsenal para ser respetado. Eso es suficiente para pasar por alto las atrocidades de cualquier loco, llámese Putin, Bush, Ehud Olmert…

Coudenhove Kalergi, Aristide Briand, Edouard Eliot y otros ilustres precursores y promotores de la Europa unificada proponían una Europa solidaria. Hoy, para muchos europeos, la EU es una pura frustración a remolque de los imperativos de EEUU y de las grandes transnacionales. La aspiración de muchos ciudadanos europeos de constituir una organización encaminada a fomentar la justicia y un arbitraje ecuánime en el mundo, pura entelequia.

El parlamento europeo es algo testimonial, refugio de políticos gastados (pago por los servicios prestados), una cuadrilla inoperante de políticos de salón. Seguro que sus opulentas (y bien alimentadas) señorías no van a ser el revulsivo del que pueda surgir una Europa más social, más solidaria, con auténtico peso específico en la política planetaria.

El vergonzoso compadreo con el maquiavélico (en el sentido más negro del vocablo) Putin, nos demuestra que los intereses de los Estados están por encima de los valores humanos. Si hay gas para Europa, se cerrarán los ojos ante su política de barbarie. Daños colaterales…

La ciudadanía europea es más escéptica de día en día ante la honorabilidad de sus políticos. Esto no parece de momento quitarles el sueño, sabedores de que en los comicios todos hemos de morir en el palo. Es por lo que uno se pregunta si el ejercer de político conlleva una esterilización de la ética y de cualquier sentimiento humanitario. Miremos sin ir más lejos el drama de la inmigración y la respuesta (¿no hay racismo?) que se gasta Europa.

La sensación que nos queda a los que asistimos expectantes a su puesta en escena (la de los políticos), es el servilismo y la pérdida de conciencia de los electos ante los intereses puntuales de sus respectivos partidos.

Y se limitan, con una falta de discurso e imaginación preocupantes, a repetir sin saltarse un ápice las consignas y eslogans de sus partidos. No les pidas más o te enredarán en estúpidos devaneos.

Todo es mudable y versátil. Éste es terrorista porque ahora así toca, y el otro no porque no conviene a los intereses del partido, o del Estado, o del establishment.

Bien, el contubernio de Estrasburgo ha dado paso a la propuesta de bendecir el proceso de paz de Euskalherría. ¡Vaya teatro al que hemos asistido! ¿Y qué? ¿Acaso Euskalherría posee el poder de Putin? Si así fuera, otro gallo nos cantara. Si así fuera tendríamos nuestras propias instituciones, nuestro propio Estado… Seguro que cualquiera nos echaría los tejos; seguro que en nuestro pueblo no habría terroristas, ni entornos, ni acuartelamientos, ni picoletos, quizás ni ertzantza, puesto que ya no tendría sentido inventariar ninguna herriko-taberna.

Estoy seguro de que dada la dinámica de nuestro pueblo nos cortejarían como España corteja a Alemania, a Francia, a Estados unidos…

¡Ojalá pudiéramos apostar señores foreros, ojalá!