CADA pueblo de Navarra tiene una historia sobre la fidelidad a sus reyes y su oposición a la invasión o también por el apoyo a los españoles que invadieron Navarra, de todo hubo entre los navarros.
Estella tuvo importancia en la historia del Reino de Navarra, sobre todo desde Sancho Ramírez, gran protector de la ciudad y que en 1090 la pobló de francos. Tuvo su esplendor también por la Ruta Jacobea, por sus mercados y por la variedad de sus ciudadanos navarros, judíos y francos. Ciudad defensiva en varias ocasiones contra las incursiones castellanas.
El Duque de Alba tomó los castillos defendidos por Juan Remíriz de Baquedano. Pero el 16 de octubre de 1512, atendiendo a la llamada de Juan III, de nuevo el Señor de San Martín, Juan Remíriz de Baquedano, puso en pie la ciudad que expulsó a los castellanos.
Emisarios del Rey navarro animaron a los pueblos de la Merindad para acudir armados a defender Estella. Destacaron López de Abárzuza, Sancho Martínez de Azcona y otros muchos de la Merindad. Los castellanos vieron la importancia de la sublevación y prepararon un gran ejército. El Marqués de Comares reunió 4.000 hombres, al marqués se unieron algunos navarros traidores al Rey de Navarra como el Conde de Lerín y otros beamonteses con sus gentes. Después de heroicos combates de los estelleses, fueron arrollados por la superioridad de los castellanos y beamonteses. Tras la victoria se autorizó a los vencedores el saqueo de la ciudad. El saqueo suponía robos, incendios, violaciones…, todo con la bendición de la Iglesia. El obispo de Zamora, Antonio de Acuña, que tuvo su papel en la invasión, «absolvía a los españoles, antes de entrar en combate por matar y robar a los navarros». Los estelleses que consiguieron escapar se encerraron en el castillo de Monjardín siempre al mando de Juan Remíriz de Baquedano. El sitio al que se sometió al castillo fue muy duro. El abad de Iranzu intermedió entre las partes y se llegó a un acuerdo para que se pudiese abandonar el castillo.
Remíriz de Baquedano fue condenado en 1513 a la «depuración de su persona y la confiscación de sus bienes». Pero el acusado no acudió al juicio porque había huido. Las represalias contra los navarros defensores de sus reyes y su identidad siempre fue cruel por parte de los castellanos.
Termino con una anécdota que se cuenta sobre el coronel Villalva, de triste memoria para los navarros. En 1516 paseaba el coronel por Estella y dijo mirando a la iglesia de San Miguel: «¡San Miguel, San Miguel, alta estás pero yo te abaxaré!». Después de comer, sintió molestias, se acostó y murió. ¿Castigo de San Miguel? Otros, quizás con más acierto, piensan que el castigo fue del veneno que le pusieron en la comida.