Pocos países pueden permitirse tanta confianza en la seguridad de su jefe de Estado. Ha sido una anécdota significativa, la impresión final de una estancia breve pero intensa en Malta. Visitaba con dos colegas periodistas los bellos jardines del palacio de San Antón, residencia del presidente de
Esta columna digital es insuficiente para resumir la rica y densa historia de Malta. Baste decir que por este diminuto archipiélago mediterráneo han pasado fenicios y griegos, cartagineses y romanos, árabes y catalano-aragoneses, los imperios español y británico, y, naturalmente, los Caballeros de
Pasear por la capital,
En Malta es inevitable no evocar Menorca. Paralelismos evidentes en sus fantásticos puertos naturales, en los colores de los edificios históricos, en la herencia británica. ¿Qué habría sido de Menorca si hubiera continuado bajo dominio inglés? Pero también son marcadas las diferencias. La primera impresión, incluso antes de que aterrice el avión, es lo superpoblada que está Malta (más de 400.000 habitantes) y que los coches circulan por la izquierda. El idioma autóctono es una extraña mezcla, con una fuerte raíz árabe. Todo el mundo habla con soltura el inglés como segunda lengua, pero el pueblo llano no lo domina a la perfección y su acento, obviamente, no es el de
Malta desprende un aire de decadencia colonial, con sus fortificaciones y palacios, los vetustos rótulos de los algunos comercios. Una de las estampas más vistosas es la de la plaza circular de la fuente del Tritón, a la entrada de
Malta, en fin, se enorgullece de ser el país de las 365 iglesias –una para cada día del año-, de ser tan católico y fiel al Vaticano que no ha legalizado ni el divorcio ni el aborto. Ha tributado al Papa un recibimiento muy caluroso en un momento delicado en que necesitaba el máximo aliento. Me marcho de Malta, sobre todo, con esa sensación de serenidad y calma, de autenticidad, que aún transmiten algunos lugares, aunque cada vez menos. Me despido de Malta , en estos tiempos de tanto control y paranoia de seguridad, con ese lujo de haber llegado hasta el presidente sin que nadie me tratara como a un potencial terrorista.