El proceso de autodeterminación de Cataluña sigue avanzando, y en el último debate en el Parlamento, una sólida mayoría formada por CiU, ERC, ICV y la CUP se comprometió a acordar la fecha y la pregunta de la consulta en diciembre. Sectores mediáticos, económicos y políticos se han apresurado a presentar una hipotética tercera vía entre la independencia y la statu quo. Para mantener el compromiso de la consulta han planteado preguntas de triple respuesta, o preguntas múltiples para acomodar esta tercera vía. Estas propuestas tienen tantos inconvenientes y suenan tan extemporáneas al proceso que se está viviendo que deberían quedar descartadas pronto. Convocar a la ciudadanía de un país a un referéndum de autodeterminación es un proyecto serio y trascendente, y no puede ser tratado como una mera encuesta de preferencias múltiples. Hoy hay sobre la mesa un proyecto que es el de la independencia, que es claro y nítido. Hay 193 estados independientes en el mundo y muchos de ellos han alcanzado la independencia en las últimas décadas en procesos de autodeterminación. Este proyecto tiene un apoyo mayoritario en las encuestas de opinión, pero este apoyo no será vinculante hasta que no sea votado de manera directa en las urnas. Otros proyectos que implican un encaje con España requieren un compromiso de los partidos e instituciones españolas que no sólo no existe sino que la experiencia reciente del Estatuto nos demuestra que no existirá. El gobierno español tiene un proyecto claro y nítido, el de la recentralización política y la españolización cultural, y es fiel a esta agenda. Por lo tanto, las preguntas con triple respuesta preocupan poco: esta tercera respuesta es una quimera, un deseo de unos sectores temerosos de la pérdida de un estatus en el que se han acomodado muy bien.
Ahora bien, es más factible que en la definición de la pregunta se cometa un error que podría pasar desapercibido. Este error sería la utilización del término Estado propio o Estado de Europa en lugar de Estado independiente. En Cataluña se ha sido muy creativo en el uso de términos políticos asociados al proceso de independencia. En algunos casos, los motivos han sido pedagógicos: utilizar términos más comprensibles, de lenguaje más llano y menos teóricos. En otros, quitarles connotaciones negativas para llegar a públicos más amplios. Estado propio es uno de los que han tenido más éxito, y ha sido entendido por una mayoría como un sinónimo de Estado independiente. Así, de 2008 a 2011, las entidades soberanistas se manifestaban el Once de Septiembre tras la pancarta «¡Somos una nación. Queremos Estado propio!» Pero el riesgo de este término es que ni es un sinónimo de Estado independiente, ni es directamente traducible a otros idiomas como el inglés. Duran nos recuerda constantemente que el Estado propio del programa electoral de CiU no significa la independencia. Y de hecho, tiene razón. El informe sobre la consulta elaborado por el Consejo Asesor para la Transición Nacional dice textualmente que si la pregunta se formulara en términos de la constitución de un Estado propio, la victoria del sí dejaría la puerta abierta a alternativas diferentes: Estado independiente, Estado confederado con España, e incluso Estado federado dentro de una federación española, ¡exigiendo una reforma de la Constitución y un nuevo referéndum! El proceso en el que estamos inmersos es complejo, tiene incertidumbres, y no será un camino de rosas, pero hay incertidumbres que se pueden evitar fácilmente. En un referéndum no se puede ser ambiguo, ni llevar a la gente a votar propuestas que puedan ser interpretadas de diversas maneras. Por tanto, pregunta única sí, de doble respuesta también, pero además hay que incluya el término Estado independiente si queremos un resultado claro y directamente aplicable.
El Punt – Avui