Dicen que el libro de estadística de la segunda mitad del siglo XX más vendido en todo el mundo es el de Darrell Huff, publicado por primera vez en 1952. Traducido a más de veinte lenguas, ‘How to lie with statistics’ [‘Cómo mentir con las estadísticas’] sigue siendo de una vigencia radical. La intención del autor no era enseñar a mentir, sino todo lo contrario: ayudar a defendernos de las mentiras estadísticas. Y es que, aunque la estadística es un gran instrumento de conocimiento, bajo el amparo de la fuerza de los números se suelen hacer pasar cifras de interpretación compleja por verdades simples y rotundas.
Estos últimos quince días me he dedicado a recortar informaciones periodísticas que tenían las cifras como protagonistas. Han merecido el honor de los titulares, entre muchos otros, las balanzas fiscales, el número de criaturas malnutridas, el índice de percepción de la corrupción, la cifra de parados, el peso de la economía sumergida, las denuncias por maltrato de ancianos, la ocupación de los teatros, la medición de las audiencias televisivas, la pobreza infantil en España y, claro, el apoyo a la independencia. A excepción del de las balanzas fiscales, la discusión sobre las que pueden haber hecho pensar que lo que miden es dinamita, en todos los casos se dan las cifras sin que se ponga en cuestión su veracidad y sin que se explique cómo se han calculado. Dejando de lado el maquillaje de los resultados de la encuesta de 8TV, no digo que los datos publicados no sean buenos: sostengo que no se puede saber, porque, ante la rotundidad del número, nadie pide más explicaciones sobre cómo se ha obtenido .
Vean unos ejemplos. había dicho que el incremento del IVA cultural era el culpable de una bajada dramática de asistencia a cines y teatros. Pero ahora hemos sabido que los teatros de Barcelona están llenos y que los fines de semana se agotan las entradas. Si el IVA no ha bajado, hay que preguntarse si era correcta la vinculación que se establecía entre el incremento del IVA y la no asistencia a los teatros. Otro caso: los Mossos informan del número de denuncias por maltrato de ancianos. Y añaden que sólo representan un 20 por ciento del total de casos. Si no se denuncian, ¿cómo lo saben? Seguimos. Ya imaginábamos que hay mucha economía sumergida, que se cifra en el 25 por ciento del PIB. Pero, si es así, ¿qué hacemos de los datos del paro o las tasas de pobreza hechas con estadísticas que ignoran este 25 por ciento del PIB?
Termino, siguiendo la vieja astucia de llamar la atención con una cifra escandalosa, la ONG ‘Save the Children’ presenta una campaña contra la pobreza infantil haciendo saber que en España hay exactamente 2.826.549 niños en riesgo de pobreza y exclusión. Dejando de lado la confusión entre pobreza y riesgo de pobreza, desde el punto de vista estadístico, el exceso de precisión es una de las señales de falta de rigor. Efectivamente, la cifra resulta de aplicar sobre el total de niños -¡ep!, menores de 18 años- empadronados en España a 1 de enero de 2012 (un dato más administrativa que real) el 33,8 por ciento, un porcentaje que a su vez se deriva de una pregunta artificiosa hecha por Eurostat un año antes en una muestra de familias cuyos márgenes de error no se dan, y de la que no sabemos hasta qué punto se ha respondido de manera veraz. Es decir, 2.826.549 es una cifra resultado del producto de cuatro valores altamente imprecisos.
Dado que estamos inmersos en un mundo de cifras, si no queremos que nos den gato por liebre, necesitamos una mejor formación matemática y estadística, que también son parte de la formación humanística. De momento, ante las estadísticas se debería practicar un escepticismo crítico. Pero sepamos que el pensamiento crítico no es posible si los ciudadanos no nos comprometemos a tener una buena formación previa.
ARA