Entre ser libre y ser cautivo, hay una tercera vía: ser tonto

Los problemas internos del PSOE de Cataluña nacen de su pánico a aceptar lo que es en realidad. Toda persona o colectividad que no acepta o se niega a asumir lo que en el fondo sabe que es, lo tiene muy difícil para tener éxito en nada, porque toda su vida se acaba convirtiendo en un amasijo de contradicciones. Esto ocurre tanto en los ámbitos más íntimos e individuales como en los ideológicos y colectivos. En los primeros, por ejemplo, encontramos personas que no pueden vivir libremente su verdadera identidad sexual por culpa de una presión social que les obliga a guardar las apariencias y a reprimir los comportamientos que su auténtica naturaleza les reclama. Los hay, incluso, que, al descubrir esta naturaleza, se asustan y se la niegan. Otros, en cambio, la asumen y la hacen pública con orgullo y dignidad. Ambas opciones son respetables, porque pertenecen a una esfera privada e intransferible. Otra cosa es la contradicción política, el pánico enfermizo de un partido a verbalizar su auténtica naturaleza. Este es el caso del PSOE de Cataluña.

El PSOE de Cataluña muestra una flagrante y gravísima contradicción entre lo que pretende que la sociedad crea que es y lo que es en realidad. Se trata de una contradicción que es fruto de la mala conciencia que le provoca la asunción de su auténtico Yo. El PSOE de Cataluña es un partido nacional español para el que Cataluña es una peculiaridad -muy peculiar, a lo sumo- de un mundo mental llamado España fuera del cual sólo existe el abismo. Sus integrantes son catalanes, sí, pero para ellos toda peculiaridad debe estar subordinada a esta Peculiaridad Suprema mística, que es España. Y sólo por imaginarse una Cataluña como miembro de pleno derecho de la Unión Europea, de las Naciones Unidas y del Comité Olímpico Internacional ya les tiembla todo el cuerpo. Ellos, por supuesto, no están preparados para una madurez así, ellos son como el trabajador que sólo se ha preparado para ser jefe de almacén y que el día que lo nombran gerente huye asustado.

Todos los problemas del PSOE de Cataluña tienen la misma raíz: es un partido nacionalista español que se niega a reconocerlo. Dice que la nación española es incuestionable, pero niega ser nacionalista porque sabe que el españolismo es una adscripción ideológica que hace feo y que tiene connotaciones muy negativas en nuestra casa y se inventa un discurso que le sirva de disfraz ante los demás y de justificación ante sí mismo. Por eso, ahora que la sociedad catalana exige el fin de la ambigüedad y que ha llegado el momento de decir si se está a favor o en contra de la independencia, los socialistas han quedado literalmente desnudos y no han tenido más remedio que alinearse con sus congéneres: PP, Ciudadanos y Plataforma por Cataluña. Los cuatro hacen piña contra la libertad de Cataluña. Muy edificante.

Ésta es, consecuentemente, la causa de la desgracia del Partido Socialista, el hecho de que el término ‘federalista’ haya quedado obsoleto y que ya no le sirva para ocultar lo que realmente encubría: su dependencia emocional de España. Triste situación, por tanto, la que sufre. No pueden decir que son catalanistas porque son españolistas y no pueden decir que son españolistas porque la vergüenza no se lo permite. Y, claro, cuando dicen ‘federalistas’ las carcajadas llegan a Alghero. Ya se ha visto en la reunión nacional español de Granada: no hay nación catalana, no hay derecho a la autodeterminación, no hay concierto económico, no hay derecho a hacer referéndums, no hay selecciones nacionales… Y, sin embargo, el portavoz Mauricio Lucena tiene la desfachatez de decir que el acuerdo de la reunión, en el caso de que prosperase -cosa imposible, por otra parte- «daría casi tanta autonomía como una Cataluña independiente» (!).

Esta es la idea que tiene el Partido Socialista de la libertad: ser una autonomía endomingada. No es extraño que repitan día tras día que ellos son la tercera vía entre la independencia y la dependencia. Son el comité de prisioneros que se presentan ante sus compañeros diciéndoles: «¡No hay que ser libres! ¡Hemos logrado un acuerdo para que nos den más garbanzos y nos dejen ‘cagar el tió’ en Navidad!». Bien mirado es triste, muy triste, que todavía haya gente que no se dé cuenta de que en esta vida o eres independiente o eres dependiente. No hay término medio. Y si siendo dependiente vives creyéndote independiente es que eres tan tonto que no mereces la independencia. Llegados aquí, hay que decirles que sí, que entre ser libre y ser cautivo hay una tercera vía: la tontería.

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