Yerra, y mucho, Ernest Maragall cuando dice que la decisión de Colau aceptar los votos de Collboni y Valls es incoherente. De similar manera, tampoco es nada incoherente que Valls -y tampoco Collboni por otros motivos- preste de forma tan alegre y desprendida sus votos a cambio de «nada». El político francés, convertido en paracaidista y quintacolumnista en Cataluña tiene muy claro quién le paga y para hacer qué. Es un ejemplo de la existencia de la realpolitik -estatal- en este supuesto mundo líquido y de las tonterías y banalidades que marca la recurrente postverdad que afloja ideas y mentes en toda Europa, en especial en nuestro país.
La coherencia de Colau, es obvio, responde a su desmedida ambición, La cual sólo es comparable a su extrema desinhibición por todo lo que rezuma escrúpulos e integridad. Pero hay mucho más que una mera cuestión de orden personal, Colau fue inventada y patrocinada para cargarse cualquier forma de gobierno independentista en Barcelona: el primer damnificado fue Trias, a quien Colau no tuvo la decencia de agradecerle -error del pediatra metido a político- que le pagara la fiesta de su organización a base de subvenciones y convenios. Tenía gracia la cosa, porque no satisfecha con ello la Colau todavía le espetaba al bueno y tan ingenuo de Trias en asuntos colectivos que él era la casta derechista, poderoso, culpable de corrupción y del hambre en el mundo, de no sé cuántas guerras, después de haberla mantenida con la excusa de la PAH. Pero con Trias no pasaba nada ya que las izquierdas, aunque desunidas, deben hacerse el papel y fraternizar entre ellas a la espera del momento en que la aritmética electoral permita un nuevo cambio de rumbo y ciclo. Con Ernest «Tete» Maragall, hermano de un antiguo alcalde progresista, era el momento esperado y deseado y los gurús más izquierdosos de ERC, desconociendo los verdaderos planes de la alcaldesa, preveían un entendimiento entre Maragall y Colau para hacer un verdadero gobierno progresista en Barcelona y así hacer crecer el independentismo. De paso el objetivo era también continuar arrinconando y aniquilando a los representantes de la antigua convergencia, como si estos no estuvieran sobresaliendo en el arte de malvender el patrimonio familiar, joyas de la abuela -o abuelo en este caso- incluidas. Simplificando mucho: independencia de izquierdas o nos quedamos como estamos. ¡Qué narices!
Lógicamente Colau no teniendo bastante con pactar con los socialistas también ha aceptado sin miramientos, pero sin agradecimiento público -la educación tampoco es su fuerte-, los votos de Valls que contrariamente a Trias no debe ser casta, ni IBEX, y menos aún con un pasado de represor y repatriador de inmigrantes sin papeles. Nuestros espíritus «gauchistes» y republicanos no entienden nada y, para ser sinceros, es normal que nada comprendan pues primero deberían conocer cómo funcionan los estados y su monopolio absoluto de la violencia legítima, la diferencia entre poder y autoridad y el rol, derivado de lo que he dicho antes, de los infiltrados o agentes dobles en un momento incierto y conflictivo como el actual. Maragall -Ernest- no se debe aclarar de lo que le ha pasado: él, antiguo socialista, que no es independentista y que si ha hecho de ello bandera ha sido por estrategia u oportunismo político y por solidaridad -seguro que sinceramente- con los presos y exiliados, ahora es apartado por supuesto agente separatista. El problema de ERC, a pesar de los buenos resultados electorales en generales y municipales no en las europeas, radica en que más que ampliar la base independentista por la izquierda, lo que pretendían era ensanchar y alargar la fase del proceso para hacerlo inacabable. Y eso, piense lo que quiera ERC o quien sea, a pesar de prisiones, exilios y familias sufridoras es pan para hoy y hambre para mañana.
El Estado puede tolerar setecientos u ochocientos alcaldes independentistas catalanes porque los presenta por todas partes como elementos folclóricos. Del mismo modo el Estado debía evitar un gobierno liderado por un independentista en Barcelona, lo que magistralmente ha hecho. El Estado, que se encuentra por encima de derechas e izquierdas, monarquías o repúblicas, poco a poco, va logrando todos sus objetivos. Y nuestros partidos independentistas de palabras pero no de hechos, hicieron, quiero pensar que inconscientemente, su trabajo derribando al corrupto PP de Rajoy e insuflando nuevas energías con el renovador Pedro Sánchez. Era Gramsci, pensador comunista, quien decía dos cosas: para hacer la revolución hay que hacer más evidentes las contradicciones de tu enemigo y dos, en tiempos de emergencia nacional reagrupamiento de clases. Nosotros hemos hecho como movimiento nacional todo a la inversa y esto es más España y menos independencia. Los que tienen las sillas quizás lo agradecen, el país lo lamentará, aunque quizás todavía no lo sabe. Queda aquí.
EL MÓN