Energía nuclear

Jaume Clotet

¿Crees todavía en la energía nuclear?

El Singular Digital

Imaginemos que un astronauta catalán llega a un planeta habitado por seres inteligentes. Tras ser muy bien recibido y ser invitado a comer (recordemos que ya estamos en la fase que predecía Francesc Pujols), nuestro hombre se interesa por las fuentes de energía, que mantienen un nivel de vida muy avanzado. Los extraterrestres (aunque en este caso el extraterrestre es el astronauta catalán) le explican que tienen unas centrales que generan energía pero que, ¡ay!, Si se quedan paradas provocan una gran mortandad y provocan una gran cantidad de malformaciones fetales y enfermedades terribles. También le cuentan que tienen un par de fuentes de energía inagotable, segura, limpia y gratuita, que son el sol y el viento, pero añaden no las explotan lo más mínimo. ¿Qué cara creéis que pondría nuestro intrépido astronauta?

El terrible terremoto y el tsunami del Japón han demostrado que la energía nuclear no es segura. Bueno, de hecho ya lo sabíamos, que es muy insegura y peligrosa. Sólo hay que recordar que el accidente de Chernóbil expuso unas 600.000 personas a radiaciones, obligó a evacuar 250.000 y se calcula que habrá provocado la muerte a unas 9.000 personas. Todavía hoy nacen niños con problemas y el cáncer de tiroides en esa zona tiene unos niveles excepcionales. El drama japonés ha demostrado que, por muy seguras que sean las centrales, siempre hay fenómenos imprevistos que las pueden reventar. Y no sólo se puede producir un terremoto en cualquier lugar del mundo y provocar un desastre: es conocido que algunos grupos terroristas han intentado hacer estallar algunas. ¿Está prevista esta eventualidad, también?

Se dice que es una fuente de energía barata. Esto es falso: sólo la gestión de los residuos hasta el 2070 en España nos costará unos 13.000 millones de euros. En todo el mundo, los residuos nucleares se incrementan en 10.000 toneladas cada año. Fantástico. Además, fomentar esta energía es una política poco inteligente. El uranio-235 se está agotando y es posible que ya no se encuentre nada de aquí a muy pocas décadas. Se dice que las centrales nucleares evitan la dependencia energética. Esto también es mentira: España importa el cien por cien del uranio que necesita. ¿Es esto independencia energética? Independencia energética es tener molinos de viento y placas solar.

Más aún: ¿quienes somos nosotros para obligar a docenas de generaciones a vigilar por nuestros residuos nucleares metidos en grandes depósitos durante miles de años? ¿Qué pensaríamos, si nosotros tuviéramos que velar unos almacenes de residuos tóxicos de los antiguos egipcios? Peor: si de aquí muchos años nos hemos extinguido (escenario probable porque estamos trabajando en ello), ¿con qué derecho dejaremos a la fauna y la flora del planeta unos regalitos como estos? Como diría aquel, ¿que coño nos hemos creído que somos?

 

 

Alejandro Nadal

Fukushima: el futuro de la industria nuclear

La Jornada

Durante la última década la industria nuclear civil fue recuperando algo del terreno que había perdido a raíz de los desastres de Isla de Tres Millas y, sobre todo, Chernobyl. El mejor aliado fue el debate sobre el calentamiento global y el lobby nuclear no desperdició la oportunidad, insistiendo en las casi cero emisiones de gases invernadero y buscando que se olvide el problema de la seguridad y de los desperdicios radiactivos.

Ahora el desastre en la central de Fukushima a raíz del terremoto y del tsunami de la semana pasada reabrió el debate. Las explosiones, la fusión parcial del núcleo y las emisiones “controladas” de material radioactivo podrían haber sido suficientes para recordar a todo mundo que las centrales nucleares constituyen una forma peligrosa de generar energía. Paradójicamente, los pro-nucleares argumentan que la catástrofe en Fukushima es una prueba de que las instalaciones de la industria nuclear civil son sólidas y confiables.

El argumento que se esgrime es que los reactores en Fukushima estuvieron sometidos a un castigo brutal: un terremoto de 8.9 grados y, poco después, un tsunami de grandes proporciones. Eso revela lo robusto y bien diseñado de estos artefactos. De aquí se desliza la conclusión de que la energía nuclear es segura, confiable y económica.

En los últimos 15 años, la compañía japonesa TEPCO, dueña y operadora de la planta de Fukushima, se vio envuelta en una larga historia de mentiras y manipulación de la información sobre la seguridad en sus plantas nucleares. En algunos casos varios de sus funcionarios incurrieron en responsabilidades penales. Su credibilidad es muy pobre y su conducta en esta catástrofe no hace sino empeorar esta situación.

Según TEPCO, las barras de control se insertaron correctamente durante el terremoto o en los minutos que le siguieron en los tres reactores en funcionamiento. Sin embargo, el calor residual en el núcleo del reactor es demasiado intenso y durante varios días es necesario seguir inyectando refrigerante para ir reduciendo la temperatura. Si no se mantiene el flujo de agua, las barras de combustible nuclear pueden fundirse, aún cuando la reacción del reactor haya sido controlada.

El tsunami incapacitó el sistema principal de bombeo de agua para reducir la temperatura. El mecanismo de respaldo entró en funcionamiento, pero no por mucho tiempo pues también resultó afectado por el tsunami. Los operadores de la planta recurrieron a sistemas de bombeo que funcionan con baterías y con generadores móviles, pero eso tampoco duró y poco después el refrigerante al interior de la vasija del reactor se fue evaporando. Para el martes los ingenieros en Fukushima habían optado por el último recurso, inundando el contenedor primario y la vasija de los tres reactores con agua de mar. Este recurso significa que el reactor tendrá que ser desmantelado cuando se extinga la reacción y la temperatura permita iniciar los trabajos en el reactor. La acumulación de hidrógeno provocó las tres explosiones que destruyeron los edificios de los reactores dañados. Los voceros de TEPCO insisten en que el contendor primario y la vasija de los reactores no fueron dañadas por estas explosiones.

Ya se ha producido una fusión parcial del núcleo en por lo menos dos de los reactores del complejo de Fukushima. En un caso las barras de combustible estuvieron expuestas por un periodo de dos horas y media. Su temperatura se mantuvo en niveles altísimos, precipitando la fusión parcial del núcleo. Por otra parte, los movimientos de temperatura y presión al interior de la vasija de dos reactores también son indicio de una fractura en las paredes del contenedor primario. Finalmente, las lecturas de material radioactivo en el interior y en las proximidades de la central nuclear son otro potente indicador de que la integridad del núcleo del reactor en dos de las unidades de Fukushima está gravemente vulnerada.

En caso de una liberación violenta de material radioactivo a la atmósfera, la dirección del viento es un factor importante. Si fracasan los esfuerzos por evitar la fusión de los núcleos de los tres reactores en Fukushima, se puede liberar a la atmósfera una gran cantidad de material radiactivo. Una nube radioactiva inyectada a baja altitud por una emisión de los reactores dañados representa un grave riesgo. Si se presentan vientos en dirección sur-oeste, la zona metropolitana de Tokio-Yokohama se vería amenazada.

Los tres reactores afectados en Fukushima son de agua hirviente (BWR). Dos de ellos son General Electric, casi idénticos a las dos unidades de la planta de Laguna Verde. Habrá que observar en las próximas horas: si los esfuerzos por mantener el flujo de refrigerante fracasan, estaremos frente a una catástrofe inédita. Ni los más ardientes pro-nucleares podrán manipular los hechos y presentar todo esto como una historia de éxito. Hoy, las mentiras del lobby nuclear han quedado a cielo abierto, como el contenedor primario de los tres reactores en Fukushima.

 

Primo González

Una energía herida de muerte

República de las ideas

 

El agravamiento de la situación en el complejo nuclear japonés de Fukushima, un nombre que por desgracia ya tiene un lugar propio en la historia de los percances de la industria nuclear, sigue alimentando las críticas hacia este tipo de energía. Es bastante lógico que así sea, sobre todo porque algunos Gobierno, como el solvente Ejecutivo alemán dirigido por la conservadora señora Merkel, están empezando a adoptar medidas restrictivas que, antes o después, terminarán por condicionar seriamente el desarrollo futuro de esta fuente energética. Varios Gobiernos más están en disposición de seguir el ejemplo alemán en Europa y posiblemente en otras partes del mundo. A medida que el drama apocalíptico de la central nuclear japonesa avanza, las posibilidades de generar en casi todas partes decisiones restrictivas para el futuro de esta industria, algunas de ellas quizás irreversibles, se incrementan. De esta crisis, la industria nuclear, tal y como hoy la conocemos, posiblemente va a salir herida de muerte.

Los dos graves accidentes anteriores, Three Miles Island y Chernóbil, dejaron muy tocada a la industria, que desde el año 1986 ya no es la misma, dada la radical paralización de los programas nucleares en marcha. Se dieron por finalizadas las obras que ya estaban en marcha, algunas en España, y los últimos reactores que entraron en servicio se puede decir que se corresponden con decisiones y autorizaciones adoptadas antes de Chernóbil.

Desde entonces, va ya para 25 años, se puede decir que la industria nuclear vive un paréntesis casi total, un auténtico apagón. El número de nuevas centrales nucleares se ha reducido casi a la nada. No quiere decir que no sigan funcionando los 450 rectores existentes en todo el mundo, 140 de ellos en Europa, pero esta industria acumula ya casi un cuarto de siglo de muerte lánguida. El recurso a las prolongaciones de la vida útil de estas plantas, diseñadas en principio para 30 ó 40 años, ha permitido alargar, posiblemente en precario, la vida de muchas de ellas (alguna en España), pero todo parece indicar que, a falta de algún descubrimiento en el terreno de la fusión nuclear, el empleo del átomo en las centrales nucleares de fisión, como ahora lo conocemos, está ya en vías de extinción. La prometedora industria nuclear de fusión, que está en plena fase experimental mediante el proyecto internacional ITER que se desarrolla en Francia (y en el que colabora activamente España, entre otros países), no tendrá resultados más o menos palpables hasta dentro de diez años y la explotación comercial de esta nueva fuente de energía, que en teoría nos iba a liberar de los costes y, sobre todo, de los riesgos de la actual industria nuclear basada en la fisión, no llegará hasta mediados de este siglo.

Dicho de otro modo, el mundo tendrá que ir pensando en la forma de sustituir a la energía nuclear como fuente importante de energía. El mundo no sería igual con menos consumo de energía que el actual, entraría en una fase de recesión y empobrecimiento colectivo muy considerable. De aquí a que desaparezcan los actuales reactores en servicio no pasará mucho tiempo, de modo que el relevo energético se presenta como una opción urgente, justo cuando las fuentes tradicionales de energía primaria, los hidrocarburos (petróleo y gas natural) han entrado en la fase declinante de producción y no dan más de sí a la hora de atender a las necesidades, crecientes, de energía por parte de un mundo cada vez más exigente en bienestar y desarrollo.

El esfuerzo de sustitución se presenta, por lo tanto, apasionante y urgente, además de costoso, ya que los recursos que habrá que destinar al desarrollo de nuevas fuentes de energía, preferentemente renovables, resulta hoy por hoy inimaginables. El gran reto de la Humanidad es aprovechar el calor que llega del Sol, pero todos los esfuerzos desarrollados en estos últimos años han dado resultados poco esperanzadores y sin la escala suficiente para convertir a la energía solar en una auténtica alternativa.