Elisenda Paluzie: «Cuando hemos creído en la expectativa del diálogo es cuando ha ganado el Estado»

Entrevista a la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana

La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie (Barcelona, ​​1969), confía en que la movilización de la próxima Diada sirva como punto de inflexión para que el independentismo recobre la unidad. Reconoce que la Asamblea ha sido crítica con las estrategias de los partidos y reclama que se asuma que el diálogo con el Estado es poco más que una quimera.

 

– Este fin de semana ha habido cumbre en Suiza. ¿Han avanzado en la estrategia unitaria?

– Hace tiempo que nos reunimos para consensuar un acuerdo estratégico por la independencia. Cuando hayamos llegado a acuerdos los comunicaremos.

 

– La Diada de este año ha estado rodeada de polémica. ¿Cómo han resuelto el problema con el exconsejero Huguet para que finalmente ahora diga que sí asistirá a la movilización?

– Quizás se sobredimensionó la polémica. Creo que al final todo el mundo se ha dado cuenta de que no tenía mucho sentido y que el independentismo necesita una movilización masiva. Estamos en una situación muy compleja, a las puertas de una sentencia.

 

– La ANC no prepara un «aquelarre purificador» contra los partidos, como decía Huguet en Twitter.

– Exacto.

 

– ¿Por qué hay quien piensa, pues, que van contra los partidos?

– Esto se ha dado en un momento en que la Asamblea, por primera vez, ha organizado manifestaciones de crítica contra los partidos independentistas en relación con los pactos postmunicipales. En algunos ayuntamientos concretos, pero sobre todo en la Diputación de Barcelona, ​​y con determinados acuerdos que se cerraban en consejos comarcales. Supongo que ha incomodado a los partidos. Nosotros tenemos que ser radicales en los contenidos pero muy elegantes en las formas. Sin embargo, también es verdad que los partidos tienen la piel fina.

 

– ¿A ustedes les molesta tanto el pacto en Sant Cugat como en la Diputación?

– Yo ya hice un hilo en Twitter explicando que el pacto en la Diputación era peor que otros acuerdos municipales como los de Sant Cugat y Figueres. Por eso tampoco entendí la hiperreacción de algunos exdirigentes de Esquerra. Considero que las declaraciones más duras que he hecho como presidenta de la Asamblea han sido en relación a pactos de JxCat.

 

– ¿El hecho de que ustedes hayan participado en Primarias ha contribuido a este alejamiento?

– Sí. También es verdad que creo que aquí hay una sobrerreacción. Yo creo que más bien la Asamblea ayudó a promocionar el experimento de Primarias y luego, una vez vimos que no eran candidaturas mayoritariamente unitarias, ya no hicimos campaña por ellas. La Asamblea apoyó a todos los partidos independentistas bajo unas condiciones, entre ellas que no pactaran con el bloque del 155.

 

– Todos han acabado pactando…

– Sí. Había otras condiciones relacionadas con temas de consumo estratégico o de soberanía fiscal desde los ayuntamientos, de hacer republicanismo… Pero me hace gracia que, en algún caso, Primarias se ha hecho con la participación de ERC e incluso de la CUP o del PDECat.

 

– Pero no de sus direcciones.

– No, pero vaya, la voluntad de la Asamblea era ofrecer un instrumento, hacer una prueba de innovación en la configuración de un tipo de candidaturas que fueran lo máximo de unitarias posible y que establecieran una relación más directa entre el elector y el elegido. Se intentó hasta el final, hablando tanto con ERC como con el PDECat y, en el momento en que esto no era posible, la Asamblea decide llevar adelante el proyecto porque la gente ya se había apuntado.

 

– Quizás hubiera sido más fácil poner condiciones con una estrategia unitaria. Pero no existía.

– Pero están gobernando juntos en la Generalitat. Y se presentaron el 21-D hablando del respeto al mandato del 1-O y de la restitución del Gobierno legítimo. Hay toda una serie de compromisos. Entonces entendemos que lo que hagas por el camino debe ser mínimamente coherente con esta estrategia. Y es evidente, porque lo vimos, cuán diferente es organizar el referéndum en un ayuntamiento en manos independentistas o no.

 

– El lema de esta Diada es «Objetivo: independencia». ¿Creen que a alguien se le ha olvidado?

– Por un lado está la represión política, que tiene como objetivo que abandones tu horizonte político, que tengas miedo, que dejes de luchar. Por lo tanto, mensaje al Estado: aquí estamos firmes y determinados con el mismo objetivo. Y, después, mensaje a los partidos: priorizad esta unidad estratégica. Redefinamos una estrategia para lograr este objetivo lo antes posible.

 

– ¿Por qué se hace tan difícil esta unidad estratégica?

– Yo creo que está el tema de la represión, las dificultades de…

 

– Pero la represión debería unir, más que separar.

– Sí, debería unir. Pero la distancia entre exilio y prisión, las dificultades de comunicación, los diagnósticos diferentes sobre qué pasó en octubre y, por tanto, cómo hemos de afrontar el futuro lo complican.

 

– ¿Se deberían convocar elecciones al Parlamento para saber qué estrategia es mayoritaria?

– Las elecciones deberían ser un instrumento para conseguir un plebiscito, como las de 2015.

 

– Pero ahora se podría saber qué apoyo tiene la estrategia del diálogo y cuál la de la confrontación.

– Sí, pero si no tenemos esta estrategia compartida, entonces las elecciones ya no son un instrumento para ayudarnos. Entonces sólo serían un instrumento para ver quién lidera y cuál de las dos estrategias gana. Nosotros todavía no hemos tirado la toalla. Unas elecciones ahora serían tirar la toalla. Sabemos que a corto plazo, después de unas elecciones, no vamos a hacer un proceso de independencia.

 

– ¿Hasta que no haya unas elecciones catalanas no se sabrá cuánta gente defiende una posición u otra?

– Lo ideal es que no hubiera dos posiciones, sino que todos llegáramos a la misma conclusión.

 

– ¿Qué es lo que debe pasar después de la sentencia del Supremo?

– Para hacer la independencia necesitamos desobediencia institucional y desobediencia civil. No la haremos sólo con desobediencia civil. Lo que nosotros tenemos de fuerte en relación a otros movimientos es que tenemos el Parlamento y que, por tanto, aún tenemos la sede de la soberanía popular y podemos hacer un proceso de independencia con legitimidad democrática. Para el 1-O había una mayoría parlamentaria que aprobó la ley del referéndum, un Gobierno que le dio oficialidad e hizo lo que pudo para organizarlo, y también está la ciudadanía, que incluso lo sobrepasó. Hay que imaginar la independencia igual. No para hacer un referéndum, pero probablemente para poder defender un Gobierno que acabe ejerciendo una autoridad sobre el territorio, recaude impuestos, etc.

 

– ¿Pero eso al día siguiente de la sentencia será posible?

– No, no. Lo ideal sería que todo esto lo tuviéramos al día siguiente de la sentencia, pero tenemos ojos en la cara. Vemos lo que están dispuestos a hacer ahora. Se trata de preparar las condiciones para que esto sea posible. Deberíamos intentar que la sentencia fuera el punto de inflexión para volver a iniciar un ciclo que nos lleve hacia aquí otra vez.

 

– ¿El independentismo tiene suficiente fuerza para imponer su hoja de ruta?

– Las hojas de ruta los hemos idealizado más de la cuenta. Cuando los exploradores iban a explorar África, iban decidiendo sobre la marcha. Cuando decimos que el 1-O falló, no lo decimos por el referéndum. El principal objetivo del Estado era que no se celebrara y repitieron con muchísima soberbia que no habría urnas ni papeletas. Hicimos una demostración de fuerza y ​​demostramos que podíamos vencer al Estado. Ese día lo hicimos y eso lo tenemos que poner en valor porque es una victoria que tiene mucho mérito. No la celebramos lo suficiente, tal vez pusimos demasiado énfasis en las imágenes de la violencia y no pusimos el suficiente valor a las imágenes de fuerza y ​​coraje.

 

– Pero después del referéndum no llegó la independencia.

– Creímos en el diálogo. En los momentos en que teníamos más fuerza nos abrimos al diálogo, y lo que falló es esta expectativa de que el Estado avendría a una negociación. Y se llega a aquella declaración del 27 de octubre sin creer en ella. Es un poco agridulce. Pero al final cumplieron con el compromiso que había de la ley del referéndum si los ‘sí’ superaban los ‘no’. El Estado gana fuerza ese mes y hay algo a lo que no está dispuesto: a negociar y dialogar. Otra cosa es que nosotros sí debemos decir siempre que una independencia negociada es mejor que una en conflicto. Si el Estado estuviera dispuesto, nosotros lo estaríamos.

 

– El Estado español ya ha dicho que no está dispuesto.

– Por eso tenemos que trabajar por la vía que creemos que es más realista, que es asumir que el Estado no querrá dialogar ni negociar ni reconocernos como sujeto político ni nada de eso. La vía unilateral no es que sea la que prefiramos. Es que la otra no existe. Por lo tanto, cuando hemos creído en la expectativa de diálogo, quien ha ganado ha sido el Estado. No sé si es muy inteligente creer tanto en el mismo.

 

– ERC ganó las últimas elecciones generales con un discurso basado en el diálogo. ¿Es la vía adecuada?

– Si la pregunta se plantea en términos de «¿Qué prefiere, un referéndum acordado o la independencia unilateral?», es lógico que salga con mayoría enorme el referéndum. Probablemente ERC jugó con cierta inteligencia. Y el hecho de que no parara de repetir que no daría nunca apoyo a un tripartito de la derecha conservadora probablemente hizo que la gente se sintiera más segura.

 

– Pero JxCat tampoco defendía apoyar la triple derecha.

– Quizás ERC lo verbalizó más, que daría soporte a los socialistas y que no les bloquearía. Esta tendencia siempre ha existido. Una parte sustancial del catalanismo acababa votante el partido español del mal menor.

 

– ¿Usted cree que en unos comicios catalanes la posición unilateralista quedaría más reforzada?

– Creo que sí.

 

– ¿La ANC representa ahora el sentido mayoritario del independentismo?

– Sí.

ARA