Acostumbrados como estamos a las animaladas y a las desproporciones de todo orden y naturaleza, estos días han pasado desapercibidas dos declaraciones que, en su equivalente en otros países, encontrarían su justa medida en el Código Penal. Una la formuló el veteranísimo político del PP, Alejo Vidal-Quadras, al afirmar que lo que se debería hacer con Cataluña es dejarla caer para que después la interviniera el gobierno español. Alguien me dirá: «Oh, es que al Vidal-Quadras no debemos hacer ni caso; ya sabemos cómo es». En efecto, ya sabemos cómo es, pero precisamente por eso vale la pena destacar un par de cosas. Una: Vidal-Quadras no es exactamente un friki, y si lo es, es un friki muy bien posicionado: vicepresidente del Parlamento Europeo, que es una canonjía que no obliga a nada, pero que resulta, como mínimo, políticamente aparatosa. Un vicepresidente del Parlamento Europeo tiene derecho a una serie de privilegios, mantiene interlocuciones privilegiadas y extremadamente influyentes, y es, mucho más de lo que lo pueda ser cualquier columnista o bloguero, un creador de opinión con influencia en esferas muy altas. Depende de nosotros tomarlo el como un payaso con una voz caricaturizable, pero Vidal-Quadras juega su papel en la política española y europea, y lo juega a fondo. Quizás somos nosotros los que juzgamos a nuestro adversario desde una posición de superioridad incomprensible. Los trabajos se realizan con las herramientas, y los soberanistas no tenemos las herramientas: las tiene gente como el señor Vidal-Quadras, y vale la pena tenerlo en cuenta.
La segunda declaración la hizo el periodista Hermann Tertsch, en su cuenta de Twitter, al afirmar que cualquier democracia habría aprobado la ejecución del presidente Companys, incluida una democracia gobernada por las fuerzas republicanas. El señor Tertsch es columnista del diario Abc , pero anteriormente había sido jefe de opinión del diario El País, supuestamente situado en las antípodas ideológicas del diario de Don Ignacio Luca de Tena. Hermann Tertsch, en resumen, es un ejemplo viviente de la famosa frase de Josep Pla: nada se parece tanto a un español de derechas como un español de izquierdas. Es muy posible que Josep Pla hubiera admitido a Hermann Tertsch a tomar un J&B con él, porque a Josep Pla le gustaba mucho el J&B. Pero también es posible que, cuando Tertsch marchara del encuentro, Plan soltara uno de sus veredictos preferidos: «Este chico es tonto».
Sin embargo, entre tontos y listos vamos pasando el tiempo. Que todo un vicepresidente del Parlamento Europeo proponga el ahogo económico de una de las regiones más prósperas de Europa (a pesar de todo), o que un periodista aplauda la ejecución mortal de cualquier persona, fuera presidente de la Generalidad o una basura, son auténticos desastres de la razón que no deberían quedar impunes tras el telón espeso de lo cotidiano. Son verdaderas muestras de totalitarismo (no diré de fascismo, aunque la palabra esté de moda), y como tales deberían ser consideradas. Si es que todavía queremos tener un debate digno de ese nombre.