La gran sorpresa del presente proceso electoral portugués es la posición del Partido Socialista y del primer ministro José Sócrates. Después de seis años en el poder y del desastre económico que se ha producido, los socialistas, teóricamente responsables de la hecatombe, siguen teniendo, según algunos sondeos, el apoyo mayoritario de los ciudadanos. ¿Por qué ocurre esto? Los analistas intentan explicarlo de muchos modos y estas múltiples explicaciones no funcionan.
Casi nadie se ha dado cuenta de que, a lo largo de los últimos meses, José Sócrates se ha transformado en el rey Sebastián. El político socialista ha sufrido una metamorfosis que está despertando un viejo monstruo portugués: capas profundas de nuestra cultura están volviendo a la superficie, en un momento histórico muy complicado, propenso a estos regresos.
El rey Sebastián fue un joven monarca portugués que, en el siglo XVI, lanzó al país a un sueño absoluto e insensato: se trataba de conquistar todo el norte de África,llegando a Jerusalén y creando una especie de gran imperio cristiano del Mediterráneo. El sueño acabó en la batalla de Alcácer-Quibir, la primera que se libró, y fue un desastre total, que significó la ruina portuguesa. Lo que impulsaba al monarca era el amor al heroísmo. Se trataba, en el fondo, de un Quijote coronado. Quijotismo y sebastianismo son fenómenos parecidos. Pero hay una gran diferencia que explica muchas de las distancias entre Portugal y España: en Portugal, el Quijote no es un hidalgo de provincias, aislado en la torre de sus lecturas, sino un rey.
No está solo o en compañía de un campesino simple: lo acompaña un ejército de muchos millares.
Somos, siempre hemos sido, un país de delirios. Cuando esta última crisis se declaró, ese fondo insensato de heroísmo se apoderó de nuestro primer ministro: se negó a solicitar el rescate, que los economistas sabían era inevitable. Exactamente como el rey Sebastián condujo al ejército portugués hacia la batalla funesta de Alcácer-Quibir, José Sócrates colocaba una deuda con intereses desmesurados. Y estaba dispuesto a seguir así.
Portugal es un país que ama la irrealidad. La ama desaforadamente. Los portugueses crean sus espejismos y después viven en el interior de esas mitologías personales: algo que los españoles no entienden. Somos una mezcla de la quimera celta con el mesianismo judío y la fantasía árabe: Portugal es una bomba atómica de la imaginación. Y hasta un político como José Sócrates, sin una formación sólida, se ha transformado, en pleno siglo XXI, en la reencarnación del rey Sebastián.
¿Qué ofrece Sócrates a la población? Una retahíla de sueños irrealizables que, por ello mismo, son encantadores. Según Sócrates, el rescate se podía evitar (cuando era inevitable). Según Sócrates, el acuerdo de rescate es bueno (cuando, en realidad, es duro). Curiosamente, anunció ese acuerdo en los minutos de descanso del último Barça-Madrid: dijo todo lo que el acuerdo no era, y enumeró las medidas que no se habían tomado. Portugal es un país rarísimo, donde lo más importante es lo que las cosas no son.
La oposición conservadora ha cometido el error considerable de no darse cuenta de la figura histórica que estaba resucitando en el perfil de José Sócrates. Lo han insultado, y se han equivocado seriamente. Un economista de derechas dijo que el primer ministro arrastraba a las masas como Hitler: comparación totalmente infeliz. Porque el rey Sebastián no es Hitler. Resulta interesante que la incultura de los responsables de la oposición no les permita ver el fondo de las cosas. No tocaba hablar de Hitler, sino del rey Sebastián
Hay una masa enorme de la población portuguesa que desea seguir viviendo en su irrealidad: son sebastianistas, aunque no sepan que lo son. Quieren que les sigan pagando su felicidad. Y el político que más irrealidad les ofrece es Sócrates. Casi todo en el programa socialista es niebla: una niebla maravillosa en la que cada cual puede imaginar lo que quiera. Y es ese existir en lo que nos apetezca que las cosas sean el que Sócrates propone a la ciudadanía.
Por eso, las elecciones del próximo día 5 de junio representarán un referéndum sobre el rey Sebastián, en forma de José Sócrates. Un plebiscito de la mayor transcendencia simbólica. ¿Será la ciudadanía realista o, al contrario, se precipitará en la secuencia de delirios que es, hoy por hoy, la línea política del primer ministro? Italia ya está gobernada hace mucho tiempo por la caricatura posmoderna de un emperador romano. ¿Elegirán los portugueses ser regidos por un remedo burdo del rey Sebastián? El país oscila entre dos actitudes: la aceptación de la realidad de este tiempo o la insistencia en un sueño ciego que tiene, cada vez más, la forma de una pesadilla.
Gabriel Magalhães , escritor portugués.