El retorno a la España humillada: del Maine en Schleswig-Holstein

Hace poco que se ha publicado la versión catalana de ‘Pasados singulares’, el libro que Enzo Traverso dedicó al papel del «yo» en la escritura de la historia. Y me interesa hablar hoy porque al final del libro, Traverso hace una crítica durísima del «presentismo», denunciando que hay gente que pretende que olvidemos la relación entre el pasado «como campo de experiencia» y el futuro como «horizonte de expectativa».

 

La crítica me parece perfectamente aplicable a la política, especialmente a la política catalana y, en concreto, a todo lo que ha pasado estas últimas semanas. Porque hay un intento visible de que el informe del Consejo de Europa y el indulto a los presos marque una vuelta «presentista» para el independentismo, en la que lo único que importaría sería la gestión del momento, del instante preciso.

 

Puedo entender que España y los españoles optan ahora por presentismo, claro. Tienen muchas vergüenzas que esconder y demasiado miedo de cara a su futuro. Pero el independentismo, precisamente, ahora es cuando debe tener la mirada más clara y cuando tiene que poner la directa, partiendo de lo que ya sabe del pasado «como campo de experiencia» y teniendo como tiene un «horizonte de expectativa» nítido, que es la decisión que tomaron los ciudadanos votando el Primero de Octubre.

 

Ya entonces, el día del referéndum, España sabía perfectamente que sus actuaciones represivas, policiales y judiciales, no aguantarían la revisión de Europa. Pero esperaban que cuando llegaran las decisiones europeas, que ahora empiezan a llegar, nosotros simplemente ya estaríamos muertos, políticamente muertos. Y que, por tanto, cualquier decisión sería en definitiva intrascendente.

 

Sin embargo, no ha pasado esto. Debemos ser conscientes de ello y hacerlo valer, al tiempo que debemos ser conscientes de que en España ahora ya todo pende de un hilo muy delgado. Por eso la sensación que tienen en la corte de volver a caer en un «desastre del 98» es muy palpable, visible por ejemplo en la portada del diario El Mundo (3) de ayer.

 

En Madrid el régimen profundo ya ve a España nuevamente humillada, situada en un nuevo «desastre de 1898», ahora no favorecido por el independentismo cubano ni el imperialismo de los Estados Unidos, sino por el independentismo catalán y la justicia europea. Y seguramente tienen buena parte de razón porque es verdad que las circunstancias son demasiado similares para poderlas pasar por alto. El equivalente a la combinación del Grito de Yara y el hundimiento del crucero Maine en el puerto de La Habana es la combinación entre el Primero de Octubre y la sentencia de Schleswig-Holstein -y, por tanto, igual que entonces, hoy tenemos la combinación que puede ser exitosa de una revuelta interna fortísima y de una respuesta exterior que ponga límites severos a la capacidad represiva española.

 

El dictamen de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa no ha sido más que un aperitivo de todo lo que ha de venir, de todo lo que ya está en el punto donde debe estar. Y que tiene que llegar de Estrasburgo y de Luxemburgo. No es más que el aperitivo de todas las sentencias vinculantes y de obligado cumplimiento que dejarán a España atada de pies y manos y sin capacidad de respuesta. Y es esta expectativa la que, por sí misma, justifica, ahora mismo, un salto adelante potente del movimiento independentista, un tirón definitivo de la estaca, para hacerla caer de una vez para siempre.

 

Ya sé que muchos me preguntan cómo casa esto con un gobierno y unos partidos más «presentistas» que nunca, que han optado de una manera muy llamativa por aplazar el conflicto. Bueno, pues hay dos detalles que no se deberían pasar por alto en ningún análisis. El primero es que está la calle, que se ha sabido imponer a los políticos durante buena parte del trayecto y que debe recuperar el protagonismo urgente y claramente si queremos llegar a buen puerto. El Grito de Yara no lo controla el Palau de la Generalitat. Vale más que nos hagamos a la idea y que tratemos de hacerlo visible, o si no acabaremos derrotándonos nosotros solos, a base de pesimismo, desconfianza propia y desánimo. Y el segundo es que los procesos judiciales en marcha son procesos que actúan sobre hechos que ya han pasado, sobre acciones juzgadas, no sobre ambientes que se puedan crear en adelante. De modo que la Moncloa no controla el Maine ni su hundimiento.

 

Y si la Generalitat no controla el grito de Yara y la Moncloa no controla el Maine, entonces, ¿qué excusa podríamos poner todos, si esto llegara a pasar, para justificar ante la historia no haber sido capaces de correr a coger la libertad con nuestras manos?

 

(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Grito_de_Yara

(2) https://es.wikipedia.org/wiki/USS_Maine_(ACR-1)

(3) https://www.elmundo.es/espana/2021/06/26/60d60ec5fdddffed268b460c.html

 

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