Se quejaba ayer amargamente Joaquín Leguina, expresidente de la comunidad de Madrid, que el PSOE y el PP han dejado «el relato» de Cataluña en manos de los «nacionalistas». Eso del «relato» se ha puesto de moda últimamente. Como en el caso del «patriotismo constitucional», que José María Aznar tergiversó y se adjudicó, el concepto empieza a cansar. Si antes cualquier fracaso era atribuible a «la comunicación», ahora siempre hay alguien que lo justifica por «la falta de relato». Sin embargo, si aceptamos para entendernos el uso de «relato» que hacen los nuevos esnobs o los que no lo tienen, aquí todos tienen «relato», todos. El catalanismo y también el españolismo.
¿Y qué dice este «relato» que en España practican los dos grandes partidos y que en Cataluña defienden el PP y Ciutadans? Definámoslo a través de una serie de puntos. El «relato» españolista afirma:
A) Que el catalanismo se ha inventado la historia. Que Cataluña nunca ha sido independiente y que el gran mito del nacionalismo catalán, la guerra de sucesión y el sitio de Barcelona de 1714, fue, exactamente, sólo un conflicto dinástico sin consecuencias «nacionales».
B) Que el catalanismo es victimista y egoísta. Que inventa falsas acusaciones, como el expolio fiscal, sólo con la intención de engañar a las almas cándidas tocándoles el bolsillo, porque en Cataluña, esto, «el bolsillo» o «la pela», siempre ha sido un elemento determinante en las conductas tanto individuales como colectivas.
C) Que el catalanismo miente porque se atribuye mayorías inexistentes. En las manifestaciones siempre falsea las cifras y en las elecciones sólo gana cuando los «catalanes españoles» deciden abstenerse, que siempre suelen ser las «autonómicas».
D) Que el catalanismo no es moderno, ni urbano, ni demócrata, ni solidario , ni razonable. Es «antiguo», «aldeano», totalitario, insolidario y desbocado.
E) Que Cataluña no es una nación. Que sólo hay una nación, la española, y una doctrina, la constitucional, que se fija sólo con la mayoría absoluta de todos los españoles.
F) Que Cataluña no lo logrará sola. Las grandes empresas cerrarán, la Unión Europea la excluirá, la Organización de las Naciones Unidas no la reconocerá y morirá ahogada por la deuda.
G) Que los políticos y los empresarios catalanes son los más corruptos del mundo. Y que inventan el catalanismo para ocultar sus delitos.
H) Que en Cataluña no hay libertad. Sólo «pensamiento único» y «omertà».
I) Que Cataluña no es nada -sólo una comunidad autónoma- y que, por tanto, sólo puede decidir los diputados de su parlamento regional. Y menos mal y según lo que haga, porque también este parlamento es una gracia constitucional concedida por el Estado.
Si esto no es «relato», que bajen todos los dioses y que lo vean. Y este «relato» siempre aparece acompañado de la amenaza. El mismo Joaquín Leguina, en la entrevista que tan amablemente le concedía ayer al diario ABC, afirmaba: «Que se preparen los nacionalistas catalanes. Si quieren un choque de trenes, nos conviene que el nuestro sea mayor, y allá ellos después del choque». Un choque armado, si es necesario: «Soy contrario a cualquier intervención militar, pero, ¡hombre!, Cumplir y hacer cumplir la ley es una obligación». ¿Relato? El de siempre. Hazañas Bélicas. Armados con este relato, sin embargo, no ganan elecciones en Cataluña. Ni siquiera consiguen rebosar la plaza de Cataluña de Barcelona cuando tocan a rebato.
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