El peligro de un lerrouxismo ‘antisistema’

A medida que nos acercamos al 9 de noviembre y se tira por tierra la teoría del proceso soberanista como soufflé circunstancial o mercancía negociable, el nacionalismo español busca como sea antídotos para un estado de ánimo colectivo crecientemente ilusionado por estrenar país y, ¿por qué no?, tal vez sociedad. Está claro que la gran esperanza de una sublevación de las masas castellanohablantes se diluye, vistas las magras movilizaciones en la calle obtenidas hasta ahora. La vía electoral tampoco se muestra muy practicable, si tenemos en cuenta el descalabro que se augura para el PP y más aún para el PSC, y la probabilidad de que Ciudadanos no logre recoger los restos del naufragio de manera suficiente.

Es en este orden de cosas donde se aprecia interés, por parte de medios vinculados a la derecha más obsesionada en detener la ‘ruptura de la patria’, para iniciar una última estrategia política, antes de recurrir a la fuerza. Se trata de forzar una lectura de ciertas nuevas dinámicas de reorganización de la izquierda en clave de denuncia del independentismo y freno de su auge. Un artículo del 4 de agosto en ElConfidencial y la elogiosa entrevista a Ada Colau publicada en El Mundo del domingo son la muestra. El objetivo de la maniobra es mostrar iniciativas como ‘Guanyem Barcelona’ (‘Ganemos Barcelona’) o la irrupción de ‘Podemos’ en Cataluña como expresiones de desafecto contra un sistema político, social y económico dominante del que el nacionalismo catalán formaría parte.

Este discurso se fundamentaría en un malentendido debidamente estimulado, consistente en confundir la derecha nacionalista que hemos visto embadurnada de corrupción y que ha sido hasta ahora la gran servidora de los intereses de la monarquía española en Cataluña, con un catalanismo popular y de izquierdas cada vez más escorado hacia posiciones independentistas. Esta confusión está presente en una parte de los nuevos movimientos sociales, como lo demostraron las dificultades que tuvo la acampada del 15-M en Barcelona para incluir el derecho de autodeterminación entre sus vindicaciones. Lo mismo en cuanto a sectores importantes tanto de ICV como de EUiA, que aprovechan la mínima oportunidad para descalificar ‘los nacionalismos’ con una retórica idéntica a la del jacobinismo socialdemócrata español.

De aquí se desprenden distorsiones interesadas y cargadas de mala intención, proyectadas desde posiciones unionistas. Por un lado, la de ‘Guanyem Barcelona’, una instancia política e ideológica que hace hincapié en las cuestiones sociales y considera como ajeno, y aun contrario e incompatible, al proyecto de emancipación nacional. Y algo similar ocurre con ‘Podemos’, que hace una valoración distinta en función del escenario sobre el que actúe: si en Madrid es un peligro casi diabólico que hay que exorcizar, en Barcelona es un baluarte de resistencia contra el avance de la pandemia independentista. Esta deformación, tanto de un proyecto como del otro, insiste en concebir el proceso soberanista como una cortina de humo al servicio de los intereses políticos, económicos y personales de las clases dominantes catalanas.

Mucha gente de izquierdas ha reconocido tanto en ‘Guanyem Barcelona’ como en ‘Podemos’ la potencialidad para organizar la indignación popular en un sentido superador del capitalismo y hacerlo asumiendo como divisa innegociable la voluntad de ponerse en todo momento al servicio de las luchas sociales reales, convirtiendo los escaños en una prolongación natural de la calle. En este orden de cosas podría considerar la independencia de Cataluña como un asunto discrecional en manos de cada votante y de cada elegido por las urnas, pues estas nuevas opciones atraerían gente tanto independentista como federalista, gente que ya había sido felizmente mezclada en las diferentes luchas. Es difícil imaginar una discusión a propósito de la independencia de Cataluña en medio de una encierro para salvar un ambulatorio o entre la gente que se reúne para evitar un desahucio. Tampoco resulta imaginable en estos contextos un cuestionamiento del derecho de la autodeterminación, que seguramente debería ser considerado un hecho y basta, pues no es una cuestión de opiniones, sino de democracia.

Ahora bien: el riesgo es que, en la línea intentada por la prensa más unionista, la cuestión de la independencia pase a un primer plano y lo haga en un sentido hostil. Entonces la catástrofe queda asegurada. Esta es un posibilidad real, pues implica la tentación de buscar votos en una bolsa importante de electores alimentada por activistas sociales que no es que no sean independentistas, sino que son abiertamente antiindependentistas, así como por los núcleos españolistas de ICV-EUiA, pero también por los votantes pro-PSOE del PSC y, no se dude, de Ciudadanos.

Si el proceso apuntara esta dirección, si ‘Guanyem’ y ‘Podemos’ asumieran el papel que desea para ellos la derecha españolista -fiel al famoso principio ‘antes roja que rota’-, entonces habría hecho aparición una nueva forma de lerrouxismo: el lerrouxismo ‘antisistema’, en condiciones de hacer imposible la unidad anticapitalista y dejando el proceso soberanista en manos de fuerzas políticas que no tienen ninguna intención de cuestionar el modelo social dominante y entienden la independencia como un instrumento para incorporar en mejores condiciones a la burguesía financiera catalana en las grandes dinámicas globalizadoras.

Hay que esperar, de estas nuevas presencias en el panorama político catalán, que tengan el sentido de la responsabilidad histórica que les recae y que desoigan los cantos de sirena que les llegan del nacionalismo español más rancio. Las iniciativas del tipo ‘Guanyem’ y las plataformas impulsadas por la CUP deben redoblar esfuerzos para que los procesos de confluencia en marcha no se frustren. ‘Podemos’ debe garantizar que la presencia de personalidades como Jiménez Villarejo -contrario no sólo a la independencia, sino incluso al derecho de decidir no será significativa. Todas las fuerzas de la izquierda radical, viejas y nuevas, independentistas o no, deben entender la trascendencia de los momentos que han de venir y deben estar a la altura de las oportunidades transformadoras únicas y con seguridad irrepetibles que sería estúpido dañar. Si no lo hacen, la historia no los perdonará, ni yo tampoco.

 

Manuel Delgado
Antropólogo y profesor universitario.

(Artículo publicado originalmente en su blog, ‘El corazón de las apariencias’, http://manueldelgadoruiz.blogspot.com.es/)