El nacionalismo social escocés

Los resultados cosechados por el Partido Nacional Escocés (SNP), que obtuvo 56 diputados de los 59 en liza en Escocia, han propiciado que el nacionalismo escocés vaya a tener una representación histórica en el Parlamento de Westminster.

nicola Sturgeon, lideresa de la formación, ha sabido conjugar la apuesta por el “sí” a la independencia en el pasado referéndum de septiembre con una postura proactiva a la transferencia de competencias esenciales en la Comisión Smith, creada en el Parlamento de Escocia, una vez que el veredicto popular dictaminó que el país caledonio debía seguir ligado al Reino Unido.

En Escocia es popular una broma que dice que en Westminster hay menos diputados escoceses del Partido Conservador que osos panda en el Zoo de Edimburgo. Lo que nadie nunca hubiera imaginado es que la broma pudiera habido ser extensible al Partido Laborista. Es natural. El Partido Laborista ha sido tradicionalmente el partido mayoritario de Escocia, con una notable implantación en la ciudad de Glasgow y su conurbación urbana, lo que le permitió siempre contrarrestar en Westminster el predominante apoyo al Partido Conservador en el sur del Reino Unido.

En lo que respecta a Escocia, las elecciones del pasado 7 de mayo han arrojado dos datos significativos: el primero, que el SNP sustituye al Partido Laborista como el partido hegemónico y “guardián” del estado del bienestar.

Las instituciones políticas escocesas se desarrollaron históricamente con un marcado rasgo comunitario y social. En Escocia, los puritanos (que algunos siglos atrás hicieron la revolución) se organizaron en base a los principios del presbiterianismo, lo que propició la extensión de una forma social flexible y asamblearia, proclive a entender la responsabilidad de las instituciones con la idea del bien común y el reparto del poder. En Inglaterra, los puritanos tuvieron que enfrentarse al poder de una Iglesia anglicana sólidamente ligada a la Corona inglesa, lo que determinó una individualidad sospechosa del poder. Es natural que llegado el momento, germinara en los Estados Unidos de América una sociedad, la formada por aquellos emigrantes ingleses, de raíz individualista que recelaba del poder al que consideraban arbitrario por naturaleza. Ambas visiones no deberían ser excluyentes. Tan interesante es pensar que el poder no tiene sentido si no es para hacer una sociedad más justa, como considerar que la subjetividad de cada quien es un don a desarrollar y proteger. En cualquier caso, es un hecho documentado que Escocia, por razones sociales y culturales, posee un matiz más social que liberal.

 

El segundo, que aunque la opción defendida por el SNP no salió vencedora en el referéndum de septiembre, una gran parte de los votantes que se inclinaron por el “no” han confiado su voto en las elecciones del 7 de mayo a los nacionalistas escoceses. Esto es particularmente visible en ciudades importantes del país como Edimburgo y Aberdeen. Los electores han entendido que, ahora que se abre el proceso negociador con Westminster, aquellos que mantenían posturas más exigentes sobre los poderes de Escocia, van a ser los que mejor van a defender los intereses del país en esa negociación. Este trasvase de voto del “no a la independencia” al SNP puede parecer extraño desde la distancia. En Escocia no lo es tanto. Los ciudadanos de Escocia establecen así “el marco” donde quieren que se desenvuelva la negociación sobre las competencias que van a ser transferidas por Londres. Y lo hacen a través del derecho de sufragio.

Ambas cuestiones apuntadas, muestran algunas claves más que interesantes sobre los escoceses. La primera, que el nacionalismo escocés es un nacionalismo fundamentalmente social. No en vano, la campaña de Nicola Sturgeon ha tenido como eje fundamental la elaboración de un plan contra la austeridad y el adelgazamiento del estado del bienestar en el Reino Unido, que afronta su reforma más drástica en la historia en el país y sobre el que la crisis financiera de 2008 ha pasado como un tsunami, llevándose conquistas sociales, que tanto tiempo y sufrimiento costaron conseguir. La segunda, que los escoceses han hecho gala de su peculiar sentido práctico, que les ha permitido en el periodo desde septiembre a mayo, modificar el estado de cosas para propiciar que en un futuro no muy lejano se transfieran a Escocia competencias fundamentales para la implementación y desarrollo de políticas clave del estado del bienestar.

Los resultados en Escocia muestran una sociedad activa y vital, donde las cuestiones dogmáticas y de principio quedan en un segundo plano.

Esto posibilita al mismo tiempo contar con políticos con un gran sentido de la realidad y responsabilidad, con una conciencia clara de los problemas que afronta la sociedad. Desde luego, Escocia es un espejo en el que mirarse.

Los electores han entendido que quienes tenían posturas más exigentes sobre los poderes de Escocia van a ser los que mejor van a defender sus intereses

Los escoceses han hecho gala de su sentido práctico, que les ha permitido modificar el estado de las cosas para propiciar la transferencia de competencias en el futuro.

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