Ya he dicho alguna vez que soy admirador de bastantes costumbres inglesas, costumbres políticas y sociales. ¿Que los ingleses tienen defectos? Está claro que sí. ¿Que en su historia han cometido atrocidades? Es innegable, como las han cometido otros países. Pero pienso que en aquellas tierras se ha construido una civilización que no era básicamente la romana, la que compartieron Italia, Francia y España, aunque no pretendo generalizar, que eso sí que es muy latino. Me ha impresionado que la reina Isabel de Inglaterra haya ido a Dublín no como un acto de cortesía con unos vecinos, sino como un gesto de respeto y de justicia sin precedentes. Para eso, hay que recordar algunos hechos producidos a lo largo de muchos siglos de enfrentamientos y matanzas.
La decisión del papa Adriano IV de conceder la soberanía de Irlanda al rey Enrique II de Inglaterra provocó revueltas contra la confiscación de tierras y contra la imposición en Irlanda de las leyes y la religión inglesas. No entraré ahora en el detalle de las luchas históricas, pero el caso es que, de una manera lenta y progresiva, superando exterminios, Irlanda avanzó progresivamente en la recuperación de su independencia. Primero fue un Estado libre dentro del imperio británico; más tarde, en 1948, una república separada de la corona británica.
El periodista Rafael Ramos cuenta muy bien la actitud de los irlandesas contra la corona británica, símbolo de la opresión –y, paralelamente, el respeto por la familia real inglesa–, con esta «abuela simpática». Pero lo que a mí me parece más extraordinario, más británico, de este viaje de la reina de Inglaterra a Irlanda es el gesto de las flores.
La reina Isabel hizo ofrenda de una corona de flores al espacio que recuerda los 200.000 irlandeses que murieron luchando contra los ingleses en defensa de la independencia y la libertad. Rendir homenaje al adversario me parece muy inglés. Yo recuerdo, cuando era adolescente y mi tío me enseñaba a jugar a tenis, que los jugadores seguían una civilizada costumbre de los ingleses: cuando el adversario había dado un buen golpe, el perdedor decía: «¡Bien jugado!». Pero llevar flores a quienes tu propio ejército exterminó…
La foto de la presidenta de Irlanda y la reina de Inglaterra estrechándose la mano es histórica. Una llevaba un vestido rosado; la otra, uno de un color verde discreto. Seguro que antes se lo habían consultado. La entente es posible.