Aunque la mayor parte del territorio de La Rioja hoy configura una provincia española del mismo nombre, también son riojanas las tierras del río Cidacos en Soria, La Rioja alabesa, la comarca de Biana-Los Arcos en Alta Nabarra y la comarca de Belorado o “riojilla” en Burgos, tierras marcadas por la depresión del río Ebro a su paso por este territorio. Incluso hay autores que incluyen la comarca de Tarazona en Aragón, como el historiador Eduardo Aznar Martínez en su libro «Tierras, gentes y voces, el legado de La Rioja» (ed. Pamiela 2017).
A la llegada de las legiones romanas, en el territorio riojano habitaban diferentes Pueblos, de los cuales los autores romanos dan vagas referencias. Se trata cuando menos, de los autrigones en La Rioja Alta, los berones en la zona media y los baskones en la zona baja. Por el Sureste, serían baskonas las ciudades de la actual Rioja Baja como Calahorra o Alfaro, así como la cuenca del río Cidacos en Soria. Los baskones bajarían por el río Gallego, el río Aragón y el Arba hasta los montes de Castejón. La Rioja alabesa actual y los municipios de San Vicente de la Sonsierra-Ávalos, según el antropólogo Julio Caro Baroja entre otros, serían también baskonas.
La conquista del Ebro baskón empezaría en el 179 a.C. con la creación de Graccurris o “ciudad de Gracco” sobre la Ilurcis indígena (actual Alfaro, La Rioja, ilu/uri= ciudad), la cual acabó con las Guerras Sertorianas (77-72 a.C.) y trajo la fundación de Pamplona con los legionarios veteranos de estas guerras (Pompailun o ciudad de Pompeyo, 75 a.C.). Después vinieron unos años de relajamiento y mediante las llamadas Guerras Cántabras gobernando el emperador César Augusto terminaron los romanos con la conquista de toda la península ibérica (años 29-19 a.C.), lo que incluía los últimos reductos de los Pueblo euskaros del cantábrico y sus montañas como los autrigones. Está documentado y arqueológicamente contrastado que los celtas llegaron con estas legiones romanas para conquistar a los Pueblos aquí asentados, así como la repoblación parcial del territorio con esos legionarios en el territorio de la Baskonia alto medieval.
También está documentado el avance del Pueblo baskón frente a los celtíberos en la comarca del Ebro que estos dominaban: entre Varea (Pueblo de los berones, castro hallado a las afueras del actual Logroño) y Alagón (baskones, Ribera Alta del Ebro a 25 km de Zaragoza). Todo parece indicar que este Pueblo sí “pactó” con las legiones romanas o colaboró en la conquista romana como el caso documentado de Calagurris (Calahorra, tomada en el 72 a.C.), siendo incluso la guardia personal de César Augusto, lo que les permitió ensanchar su territorio a costa de los celtíberos que les estaban presionando e intentando ocupar sus territorios. Es significativo que las tres grandes ciudades baskonas tuvieran una parte de su nombre en euskera: Calagurris, Graccurris-Ilurcis y Pompeillun.
“Se puede afirmar que, cuando finaliza el período republicano (romano), solamente las tierras de la Rioja Baja, con Graccurris y Calagurris como núcleos más importantes, se encuentran totalmente romanizadas. En cuanto a las zonas correspondientes a las actuales Rioja Media y Alta, en lo que era propiamente el territorio berón, subsistían en buena medida los usos y costumbres de las gentes que habitaban allí antes de la llegada de los romanos. Esta pervivencia de lo indígena es todavía más acusada en las zonas montañosas de los valles altos del Cidacos, Jubera, Leza, Iregua y Najerilla, habitadas por comunidades pastoriles que, salvo contadas excepciones, no recibirán la influencia romana hasta bien avanzado el siglo I d. de C.” (Libro “La Rioja, espacio y sociedad» editada por la Fundación Caja Rioja).
M.M. Sáez de Jubera y J.M. G. Perujo en su libro “Onomástica vasca en la Rioja” (1998) son del mismo parecer que Merino Urrutia y mencionan a Julio Caro Baroja para decir que: “se mostró también a favor de la continuidad de la lengua vasca, desde la época de los autrigones, en área entre el Cantábrico y La Demanda”. De esta misma opinión fue el conocido filólogo y lingüista Antonio Tovar (Valladolid 1911-Madrid 1985). Incluso en la actual capital riojana, Logroño (Varea): “la permanencia cultural indígena es mucho mayor”.
Estos mismos autores comentaban en el libro mencionado que: “Es precisamente en las zonas menos romanizadas y más agrestes donde se hacen más evidentes los elementos euskéricos en la Edad Media, en el área de influencia de Libia y con más intensidad en zona serrana meridional, La Demanda o Arandio, Urbión y Cebollera». Se trata del castro de la Oliva en el actual municipio de Herremelluri, ciudad romana de Libia sobre el río Tirón cerca de su confluencia con el río Oja, el cual dará ya en la Edad Media el nombre a toda la comarca: “Rio-Oja”.
El historiador e investigador riojano J. J. B. Merino Urrutia (Ojacastro 1886-Getxo 1982), defendió la existencia de la lengua eúskara en La Rioja desde época prerromana, ya que la toponimia euskaldún se concentra en los sistemas montañosos más elevados del centro-norte (la Sierra de la Demanda), y no encontraba razón histórica alguna para que se hubiese despoblado en algún momento.
Un bronce hallado en una tumba en Roma en el año 1908 conservada en el museo Capitolino y que data del 89 a.C., habla de jinetes de la “Tvrma Sallvtana” (“u” y “v” se leen igual) que participan en las legiones romanas a los que se les concede la ciudadanía por haber ayudado a Cneo Pompeyo el Magno en la toma de la ciudad italiana Ascoli o Ásculo, por lo que es conocido como “El bronce de Ascoli”. Estos jinetes eran legionarios de Cesaraugusta-Zaragoza (Salduba) y su comarca hasta Segia (Ejea de los Caballeros), pero del Pueblo o gentes baskonas-suesetanas, además de otras poblaciones como los mencionados libenses de Libia. En el listado hay nombres euskéricos -sobre todo entre los padres mientras que los hijos aparecen latinizados- y otros íberos o de influencia íbera; significativamente también, ninguno celta. Los soldados berones (según la asignación más aceptada, frontera con autrigones) de Libia son: “Umarillun, Adimels, Tarbantu y Bastugitas”, los primeros claramente euskaros.
Según el historiador nabarro Manex Goyhenetche (1942-2004) en su libro “Historia General de País Vasco”, están en euskera: Cacusin chadar, Sosinaden sosinasae, Sosimilud sosinasae, Urgidar Luspanar, Gurtano Bituro, Elandus Enneges, Agirhes Bennables, Nalbeaden Agerdo, Arranes Arbiscar, Umargibas Luspangig, Beles Umarbeles y Balciadin Balcibil. La deformación o adaptación al latín de los nombres indígenas es también manifiesta. Tenemos un “Enneges” y “Ennegensis” por ejemplo (raíz Eneko), nombre que reaparecerá como Ennecus entre los primeros reyes baskones del reino de Pamplona-Nabarra en el siglo IX (romanzado después como Iñigo).
En el Bronce de Botarrita (de 40×10 cm), Contrebia Belasca en el río Huerva, están en lengua celtibérica pero en letras ibérica, es el texto celtibérico más extenso, es un listado de nombre, gentilicio, patronímico y función: como Abulu, Letardu etc. En palabras del historiador de la universidad de Zaragoza Guillermo Fatás Cabeza, los nombres de las ciudades baskonas y los bronces de Ascoli como el de Botarrita y Contrebia, confirman que “el euskera se hablaba en la época romana hasta el Ebro Medio”. Tanto el filólogo gipuzkoano Koldo Mitxelena (1915-1987) como el antropólogo español Julio Caro Baroja (1914-1995), señalan que muchos nombres entre los baskones son íberos (lo cual es extensible a los bardulos y karietas de la actual llanada alabesa), bien por moda o bien por bilingüismo.
Además, existen estelas por toda La Rioja, algunas con inscripciones en euskera y las que no son romanas con temática común a todos los Pueblos euskaros a ambos lados del Pirineo. Sobre los berones y autrigones que siguen a los baskones Ebro arriba, el profesor de Historia Antigua de la Universidad de La Rioja y su antiguo rector, Urbano Espinosa (1945) analizando las 19 estelas halladas de esta época en la comarca de la Rioja, comenta en el trabajo más importante realizado sobre ellas que: “la elementalidad teórica de ejecución y la distancia geográfica y cronológica entre algunos ejemplares no pueden pertenecer a una “officina lapidaria”, sino que deben derivar de la homogeneidad social y cultural de las gentes que las tallaron, lo que indica un reducto del iberismo (se refiere a los Pueblos euskaros) en estos espacios serranos. El no celtismo se ve en los temas, símbolos y onomástica. En ellas, el uso del latín en ocasiones denuncia su ausencia de conocimiento escrito”.
Las palabras en euskera en toda La Rioja primeros siglos de nuestra Era de estas estelas serían: Agirseni (San Andrés de Cameros, berones) Lesuridantar, Aemilia, Onso, Oandissen, Aranciris, Arathar, Sesenco, Onse, Agirsar, Attasis (Atta con el genitivo latino) etc. Además, en La Rioja soriana remontando el río Cidacos (baskones) en Valloria tenemos “Oandiseen”. Estas estelas tienen una continuidad en la Edad Media de la comarca con otras 54 estelas con los mismos motivos indígenas, por lo que la supervivencia de la población euskaldún quedaría demostrada.
El lingüista gipuzkoano Luis Nuñez Astrain en su libro “Euskera arcaico” (2003) era de la misma opinión: “las inscripciones halladas en los valles altos de los ríos Iregua y Leza (Agirsar, por ejemplo, aparece cerca del nacimiento del Iregua) apoyan una posible presencia vasca antigua en territorio berón”.
Ninguna de estas estelas riojanas tiene los conocidos símbolos y adornos celtas prerromanos y después tampoco las conocidas cruces celtas laureadas, por tanto, no tienen relación con estos Pueblos. En los Concilios de Toledo de los siglos V-VII, se emitieron órdenes expresas para prohibir el uso de las estelas funerarias sin conseguirlo del todo. En el siglo XI con el cambio de milenio, se expandió la cultura autóctona de estelas por toda Nabarra coincidiendo con el primer románico introducido en la Península Ibérica desde el monasterio de Leire por el rey nabarro Sancho III el Mayor (1005-35).
En el libro “La Península ibérica en los comienzos de su historia”, el arqueólogo, historiador y miembro de la Real Academia de la Historia de España, Antonio García Bellido (Ciudad Real 1903-Madrid 1972), matizaba: “Ahora bien, tales pueblos no eran celtas, ni lo fueron nunca, aunque su cultura se nos aparezca hoy con claros rasgos de celtización. La razón de ello es la efectiva presencia en estas tierras o en sus proximidades de elementos celtas inmigrados y porteadores de una cultura superior (vivían ya en posesión de hierro) que acabaron de celtizar a los indígenas precélticos”.
Los arqueólogos descartan el celtismo de estas estelas del Ebro riojano que son producto de los ritos indígenas de los diferentes Pueblos euskaros prerromanos de la zona (simbología común), qué decir más al norte de la misma. “Dicho esto, no puede descartarse totalmente la posibilidad de que la colonización lingüística y material de tipo indoeuropeo haya afectado profundamente a las zonas bajas e intermedias del Tirón, más apropiadas para la creación de asentamientos urbanos, mientras que en el sector montañoso pudo haber seguido perviviendo entre las gentes un substrato indígena de raigambre vasco-ibérica” matiza el propio Rufino Gómez Villar. Esta apreciación fue ya apercibida anteriormente por Julio Caro Baroja, el cual también apoyaba la antigüedad prerromana del euskara en La Rioja.
Si remontamos el Ebro otra vez por su afluente el Tirón hasta la «riojilla burgalesa», el catedrático Rufino Gómez Villar (Belorado 1952), experto en historia de la comarca, sobre la población romana de La Mesa en Belorado, fundada después de la conquista del territorio por Roma, comenta que: “esta civitas fue un asentamiento levantado ex novo por parte de alguna unidad militar romana, compuesta de tropas itálicas o de celtas hispanos medianamente romanizados, en un número suficiente para subsumir a la población autóctona». En ella ha aparecido la típica “tesera hospitalis”, un pez en bronce con textos en celtíbero, pero grafía íbera, fíbulas de caballito, hebillas etc. todas ellas típicas de enterramientos celtas. Todo ello nos permite: “constatar que en la región se desarrolló en los siglos cercanos al comienzo de la era cristiana un foco cultural característico del área celtibérica, sin puntos de contacto, aparentemente, con el mundo vasco”. Es otro claro ejemplo de la colonización romana con celtíberos del Ebro medio o celtas de otras regiones el Imperio Romano, lo cual no tendría mucho sentido si los allí asentados también lo fueran.
Es decir, el Pueblo celtíbero llegó a las depresiones del Ebro beronas y autrigonas con las repoblaciones romanas y se situó en las cuencas de los ríos más importantes, pero la población indígena se retiró en gran parte hacia la montaña. Otras poblaciones romanas de repoblación celta en la comarca serían al menos Tenobriga (¿?) o Deobriga (cerca de Miranda de Ebro, territorio autrigón). La palabra “Briga” sería al parecer celta con el significado de “Ciudad, fortaleza en alto”, pero sólo aparece en abundancia en diversa toponimia romana por toda la península ibérica y no fuera de ella (con alguna excepción aislada en los Alpes suizos), lo cual es contradictorio o al menos no sería lo esperado (https://es.wikipedia.org/wiki/Briga).
Los últimos libros y estudios importantes sobre el euskera en La Rioja son del historiador y antropólogo de Fitero Eduardo Aznar Martínez, el cual en su libro “El euskera en La Rioja” (Ed. Pamiela 2011) comenta al respecto: “…la existencia de un amplio conjunto toponímico y onomástico vasco medieval en todo el territorio autrigón, y que al igual que en el caso riojano, es bastante difícil que haya surgido de una repoblación tardía y apresurada”. Por tanto, según los antropólogos, investigadores del euskera arcaico, arqueólogos e historiadores más prestigiosos del siglo XX y los nuevos del siglo XXI, el euskera o un protoeuskera, era el idioma de estos tres Pueblos prerromanos que habitaron La Rioja actual.
https://lehoinabarra.blogspot.com/2019/07/el-euskera-en-la-rioja-antes-de-la.html?m=1