La última resolución del TSJC, en relación con la cuestión lingüística, es muy preocupante: dejó muy dañada la inmersión lingüística. Es cierto que esta sentencia se puede recurrir, pero el hecho de que un alto tribunal diga por escrito que con que sólo un alumno (los padres) lo pida toda la clase debe cambiar de lengua, es decir, pasarse al castellano, pone de manifiesto la precariedad política y jurídica de las leyes y las instituciones catalanas. De hecho, esto debería concienciar de que, ni en la cuestión de la lengua, los catalanes no tenemos nada blindado; además, esta decisión judicial, en mi opinión muy injusta, podría tener consecuencias funestas para la cohesión social de Cataluña.
No hay duda de que la cuestión se plantea entre la inmersión -un modelo de éxito, avalado por Europa, que mantiene el equilibrio social y permite respirar a la lengua propia de Cataluña- o bien la asimilación uniformizadora, tal como está sucediendo en el País Valenciano y las Islas Baleares. Es muy inquietante que ante la situación de acoso -por tierra, mar y aire- que sufre actualmente nuestra nación catalana, y que se concreta en un ahogo económico brutal, en el tema de la lengua estamos sufriendo una terrible involución españolista, tanto en el ámbito judicial como en el estrictamente político. No es romper ningún secreto afirmar que desde las altas instancias del Estado español se está articulando una auténtica planificación anticatalana que afecta a todos los sectores económicos, políticos y culturales. Esto está pagando el pato y quiere hacer diana en la lengua catalana, para hacer posible que -en menos de 50 años- la sustitución lingüística sea una realidad. En vista de este panorama, tan regresivo, necesitamos un Estado catalán como el aire que respiramos. Necesitamos avanzar en la soberanía plena y tener competencias exclusivas en inmigración. Que un requisito mínimo para residir en Cataluña sea el conocimiento del catalán, como en Quebec lo es el francés. Ahora no va en broma: si no espabilamos de verdad, si no nos emancipamos del imperio, muy pronto perderemos la lengua, y si perdemos la lengua lo perderemos todo. Sólo con el Estado propio la inmersión tiene futuro en nuestro país. Sólo con el Estado propio se puede garantizar la supervivencia de nuestra lengua: la joya colectiva más preciada de la nuestra, querida y milenaria, nación catalana.