El escritor Luc Sante retrata la capital francesa entre lo popular y lo marginal

Historias del París oculto

El escritor Luc Sante había dedicado ya un importante libro al submundo de Nueva York, Bajos fondos (publicado originalmente en 1991 y traducido aquí en el 2016) y ahora explora París desde una óptica similar en ‘El populacho de París’ (*).

El libro explora la evolución social y cultural de la ciudad durante los siglos XIX y XX, y su transformación urbanística, que el autor analiza con una mirada muy crítica a todo lo que suponga la destrucción del tejido popular. Incide en dos intervenciones que cambiaron la faz de la ciudad, la de Haussmann y sus bulevares en el XIX y la demolición del mercado central de Les Halles en los años sesenta del siglo XX para levantar allí el icónico Centro Pompidou.

Sante centra su atención en diversas manifestaciones –sociales, culturales, delictivas– de este otro París que se mueve entre lo popular y lo marginal: los bohemios de Montmartre, los cabarets, los prostíbulos, los clochards, la canaille, la clandestina vida homosexual, los inmigrantes… y cómo todo esto se plasma en producciones culturales que van de la literatura al cine pasando por la pintura y la música.

El autor analiza las transformaciones con una mirada muy crítica a todo lo que suponga la destrucción del tejido popular

El resultado es una indagación en el tejido urbano que, como es marca de la casa en este escritor, combina un inagotable y jugosísimo anecdotario con reflexiones de notable hondura intelectual. Se podrá estar o no de acuerdo con su visión de ciertas transformaciones urbanas y con su celebración de la marginalidad, pero sus cavilaciones son siempre estimulantes. El volumen está además profusamente ilustrado con imágenes de época que son algo más que un mero apoyo visual, porque forman parte esencial de la propuesta.

Nacido en Verviers (Lieja, Bélgica) en 1954, Luc Sante llegó a Estados Unidos a los cinco años con sus padres y creció en Nueva York. Estudió en Columbia, ha publicado sus incisivas crónicas culturales en revistas como The New York Review of Books y le fascina lo que podríamos llamar la cara B de las ciudades y cómo éstas lidian con su pasado, en ocasiones arrasándolo.

 

– Evoca usted un París desaparecido. ¿Hay nostalgia por un mundo perdido?

– Hay nostalgia pero no estoy seguro de que nostalgia sea una caracterización útil, porque nostalgia implica que ha habido progreso, que es una de las grandes mentiras de los dos pasados siglos. La sociedad ha cometido muchos errores en el proceso de la industrialización y sus nefastas consecuencias, y lamentar estos errores no es un ejercicio nostálgico.

 

– Las mayores intervenciones urbanísticas en París han sido la de Haussmann en el siglo XIX y Les Halles en el XX, que usted categoriza como destructivas.

– Está claro que en uno u otro momento París debía hacer la transición desde la ciudad medieval y sin duda nos resulta muy difícil imaginar cómo sería hoy la ciudad sin los cambios de Haussmann: un laberinto de callejas sin trazado rectilíneo. Sin embargo, lo negativo de su transformación fue que, aunque al final benefició a todos los ciudadanos, de entrada tuvo un impacto muy directo sobre los más pobres; nadie pensó en que los ciudadanos tenían derecho a vivir en sus propios barrios.

La destrucción de Les Halles, mucho más próxima en el tiempo, es un caso diferente, porque arrasó algo crucial en la vida de una ciudad, su conexión primaria con la tierra. Claro que la evolución de las urbes ha llevado a la eliminación de los mercados centrales en todo el mundo, y tal vez mantener en su lugar el mercado de Les Halles habría resultado demasiado complicado, pero eso no me impide pensar que su destrucción creó una herida en el corazón de la ciudad que perdurará sin curar por muchos años.

 

– Probablemente la peor destrucción habría sido la del plan urbanístico ideado por Le Corbusier, que preveía arrasar buena parte del centro histórico, pero no se llevó a cabo.

– Creo que los cambios planteados de forma vertical, desde la élite, son siempre los más inhumanos. Las decisiones deben tomarse con el mayor consenso posible. Las visiones totalitarias son las que nos han llevado a los grandes desastres del siglo XX y Le Corbusier era un dictador en potencia que no logró hacer mucho daño simplemente porque sus ideas eran demasiado caras para llevarse a cabo.

 

– Acaba el libro diciendo que “la historia de París nos enseña que la belleza es un subproducto del peligro”. ¿Cómo se puede conjugar la preservación de la vitalidad de lo marginal con la mejora de las condiciones de vida?

– Una pregunta difícil. Creo más en la reparación de los edificios y barrios que en arrasarlos y sustituirlos. Creo sobre todo en mantener los alquileres bajos. Creo más en los pequeños cambios ‘ad hoc’ a pequeña escala que en proyectos faraónicos y devastadores que pretendan cambiar los modos de vida.

 

– Usted ha escrito sobre Nueva York y sobre París. ¿Hay diferencias en el modo como ambas ciudades manejan su pasado?

– París ha tendido a fetichizar su pasado; Nueva York a ignorarlo. En los últimos veinticinco años en Nueva York se ha incrementado el interés por el pasado, pero eso no ha impedido una destrucción a gran escala durante todo un siglo. Ambas ciudades ofrecen hoy un paisaje empresarial, Nueva York sin disimulo, París con una envoltura de caja de bombones del siglo XIX. La verdad es que no sé qué prefiero.

 

– En París ha habido dos grandes momentos revolucionarios, la Comuna y el Mayo del 68.

– La Comuna fue única por el modo en que proponía una estructura alternativa para la sociedad. Pero en los tres meses que duró no tuvo tiempo de probar y cimentar esos cambios. Surgió de los barrios, que entonces eran espacios sólidos en los que todo el mundo se conocía, trabajaban juntos, se conseguían consensos. En Mayo del 68 la estructura de la ciudad había cambiado de un modo dramático. El debate fue definido y liderado por los estudiantes; la alianza que formaron con los sindicatos obreros fue más política y formal que emocional. Mientras que la Comuna, con todas sus flaquezas, estaba razonablemente unida, el frente del Mayo del 68 estaba dividido en un centenar de fracciones. No está claro que tuviera ninguna idea convincente sobre el siguiente paso a dar, no digamos ya sobre un modelo de sociedad futura, aunque esto es irrelevante porque, con la traición de PCF sumada a la represión de DeGaulle, la revuelta acabó en semanas.

 

– El concepto de ‘flâneur’ nace con París. ¿Qué ha de tener un buen ‘flâneur’?

– Capacidad de observar, de empaparse, manteniéndose abierto a cualquier detalle o gesto, unas piernas incansables y un ojo y una mente absorbentes. Cada periodo parisino tiene su gran flâneur. Mis favoritos son Privat d’Anglemont, Léon-Paul Fargue, Jacques Yonnet y Jean-Paul Clébert.

 

– En el libro se habla también de París como capital cultural. ¿Lo sigue siendo?

– No, no creo que París haya producido un mensaje cultural convincente desde la década de los setenta del siglo pasado, lo cual no quiere decir que no haya artistas concretos interesantes.

 

– ¿Cómo ve el futuro de las ciudades ante la amenaza del turismo de masas, la gentrificación, la expulsión de habitantes por los precios…?

– Ojalá lo supiera. Me alegro de haber visto muchas cosas cuando era joven y el turismo de masas ya existía, pero no había alcanzado las dimensiones de hoy en día. Actualmente, cuando visito una ciudad, busco las zonas que siguen relativamente inalteradas: Harlem, Belleville, el Barrio Alto de Lisboa, barrios en los que todavía se puede apreciar el tejido urbano. He escrito mis libros en parte para recordarle a la gente cómo eran esas concentraciones masivas de seres humanos que son las ciudades cuando todavía mantenían su humanidad, su conectividad, su capacidad de resistencia y su magia. El único modo de recuperar algo semejante sería desmantelar las estructuras empresariales que gobiernan nuestras vidas diarias y convierten a todos y a todo en mercancía. Si supiera cómo llevar a cabo este propósito, tal vez no dedicaría mi tiempo a escribir libros.

(*) https://www.traficantes.net/libros/el-populacho-de-paris

LA VANGUARDIA

https://www.lavanguardia.com/cultura/culturas/20190228/46732564778/paris-luc-sante-bajos-fondos.html