Diario de la conquista (XI)
Navarra 1512-1530: 25 de marzo de 1516
Como vimos la semana pasada, la intentona legitimista de la primavera de 1516 se vio muy obstaculizada por un temporal de nieve que dejó aislado al mariscal, con menos de mil hombres, en los desfiladeros de Roncal. Era además hostilizado por el coronel español Villalba, que se acercaba con un ejército muy superior en número. El coronel Cristóbal Villalba era un militar extremeño, conocido tanto por su habilidad como por su crueldad. Su carrera se había iniciado en los tercios de Italia donde, acusado de asesinato, fue condenado a muerte. Cuando un monje franciscano fue a confesarle, el militar estranguló al cura con una liga, y luego escapó disfrazado con sus ropas. Todavía tuvo el cinismo de dirigirse a los verdugos que esperaban fuera, diciéndoles «el cristiano está preparado». El taimado militar sería posteriormente rehabilitado, y aún tendría tiempo, antes de venir a Navarra, de distinguirse en la encarnizada represión de los motines campesinos de Andalucía. Tal era la catadura moral de quien mandaba las tropas españolas en Navarra.
Cuando los hombres de Villalba tomaron contacto con la retaguardia del ejército navarro se inició una interminable persecución, con marchas y contramarchas a través de caminos nevados e impracticables. Por fin, el 25 de marzo de 1516, rodeado por el enemigo y con sus soldados totalmente agotados y hambrientos, el mariscal decidió entregarse, junto con sus 18 principales capitanes, a cambio de que se dejara libre al resto de la tropa. Tan solo unos pocos líderes legitimistas pudieron escapar de la encerrona, a través de los montes. Uno de ellos fue el capitán Jaime Bélaz de Medrano, que seis años después sería heroico alcaide de Amaiur. Otro fugado, no menos relevante, fue el segundo de los hermanos de San Francisco Javier, Johan de Azpilkueta, que daba así buena muestra del carácter intrépido de los miembros de la familia Jaso. Con la captura del mariscal, acaecida hoy hace exactamente 496 años, Navarra perdía probablemente al único militar con valía y experiencia suficiente como para haber guiado al ejército legitimista con garantías de éxito ante la moderna armada española. El cautiverio de don Pedro en los castillos de Atienza y Simancas, el intento de soborno por parte del emperador Carlos I de España y su muerte, acaecida en circunstancias más que sospechosas, serán objeto de análisis en su momento…